Los ultrahumanos parecían cucarachas, de donde James mataba uno, salían diez más. No importaba que recorriera las calles una y otra vez, parecía que surgían de la nada, poco después de que había dejado un área despejada. Se podría decir que era una tarea de nunca acabar, pero era lo único que podía hacer para evitar que más inocentes sean víctimas de la banda de los salmones.
Esos individuos no se detenían por nada, al punto de que James les arrancaba las extremidades a algunos y, aún así, ellos se retorcían, en vanos intentos por atacarlo. Él se veía obligado a aplastarles la cabeza para que dejaran de moverse. Por lo visto, había mucho por descubrir de aquel misterioso suplemento alimenticio, que sólo los increíbles resultados que otorgaba a sus consumidores a nivel físico.
James hacía un uso de su peculiar yoyó que rozaba lo artístico y poético. Las acrobacias y trucos eran tan admirables a la vista, como sangrientos. La precisión de sus movimientos sólo era comparable con la rapidez de los mismos para cercenar a cuanto enemigo se le enfrentara. Para él, esto era simple entrenamiento, aunque sabía que no serviría de mucho contra su verdadero enemigo. Pero, había un detalle que estaba a su favor, y es que, mientras más ultrahumanos eliminara, menos probabilidades había de que ese ángel se fortaleciera más, ya que, aparentemente, era de quienes se alimentaba en ocasiones y, lo más probable, es que absorber la energía de un ultrahumano le sirviera mucho mejor que la energía de una persona promedio.
El chico estaba por pisar la cabeza de su último ultrahumano del día, en uno de los cientos de callejones que se encuentran en el Callao, cuando notó la expresión de horror en el rostro de éste, y supo que no era provocado por él.
La muerte se acercó y, cuando se posó encima del cuerpo del ultrahumano, la vida abandonó su envoltorio de carne, mientras esos ojos, cargados de terror instantes atrás, se apagaban lentamente, dándole fin a la existencia de aquel sujeto.
—Estaba pensando en cuántos más tendría que matar para que aparezcas —dijo James, mientras absorbía la esencia externa del cuerpo y éste se hacía polvo —, no quería que vengas sólo para decirme que tenía más problemas que resolver.
—Irónicamente, James, vengo para advertirte de más problemas, pero sólo de los provocados por ti —La "voz" de la Muerte llenaba cada rincón del callejón, sin que se supiera de dónde provenía realmente.
—¿Es que, he provocado más? —dijo James, suspirando, en señal de que no le era grato escuchar eso —¿Qué he hecho ahora?
—Ya debes saber que, tus acciones, hasta el momento, han puesto en riesgo a una gran parte de la población de esta provincia, si no es que a su totalidad.
—Ya me lo dijeron, no es novedad.
—Bien, no tengo problema con eso, es decir, soy la Muerte después de todo, pero el equilibrio es algo que, incluso yo, debo respetar. Al igual como tú deberías tenerme más respeto, James.
—Entiendo, lo siento. En cuanto al equilibrio, sé que se verá alterado, por eso pienso evitar que la sucesión de eventos se desarrolle de esa manera, así que, detendré el efecto dominó a tiempo y todo estará bien.
—Ese es el problema, James, que crees tener tiempo, cuando ya es demasiado tarde. La alteración que has provocado no se puede revertir, solo puedes detenerla, para no agrandarla.
—¿Qué quieres decir?
—Digo que, cada persona debe morir a determinado momento, eso lo sabes, y, si en algún momento, algún suceso o persona intentara alterar el flujo de eventos, éste se arreglaría al instante. Pero, ya que tú eres un ser que no le rinde cuentas a nadie en cuanto a sus acciones, el flujo toma otras medidas para arreglarse, y los resultados no son para nada agradables.
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SoulSilver: Alma Virtual ©
Sci-fi¿Qué sucedería si todos los cuentos que te contaban de niño, fuesen reales? Las leyendas, los rumores, aquellas macabras historias que recorrían los pueblos. Todo... hecho realidad. Y es que tú, como humano, no logras ver a las horrendas criaturas q...