Clarke

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Clarke siempre había sido una buena chica. Su melena rubia y su tez pálida le hacían ser una de las chicas más guapas de clase. Si hubiera querido, hubiese tenido a sus pies a quien le diera la gana. Aunque a ella nunca le interesó demasiado.
A la rubia le encantaba estudiar y aprender. Siempre sacaba muy buenas notas y los profesores le adoraban.
Le encantaba la ciencia. Su madre siempre le dijo que ella tenía alma de ingeniera, como su padre, pero ella estaba decidida a convertirse en una gran médica, al igual que su madre. A veces se pasaba horas seguidas leyendo los libros de medicina que su madre aún guardaba en casa.
-Esos libros no son para ti. Son demasiado complejos. ¿Por qué no lees algo para tu edad?
-Ya lo hago-dijo una Clarke de 11 años sin separar la vista del libro de anatomía básica- pero es que esto no lo puedo leer en clase-
- ¿Y qué estás leyendo? Si se puede saber...
-Harry Potter. Voy por la Orden del Fénix.
-Pues deberías seguir leyéndolo. En serio, los libros de texto son muy aburridos.
-No lo son. Además, tengo que aprenderme todo esto si quiero hacer algún descubrimiento importante.
-Mi pequeña científica...-dijo Abby poniéndose a la altura de Clarke- ¿Quieres que te pregunte los huesos?
-Síí!
-Vale, ¿Qué es esto?-dijo tocándole la pierna
-El fémur
- Muy bien. ¿Y esto?- dijo tocándole la frente a Clarke
-El cráneo. Ponlo un poco más difícil.
-Esta bien. ¿Qué es esto?
Abby empezó a hacerle cosquillas a Clarke en las costillas y no paró hasta que Clarke prometió que se tomaría un descanso.
Estaban sentadas en la cocina, merendando con unos trozos de melón, cuando Abby le preguntó a Clarke por qué quería ser médico.
- ¿Por qué querías serlo tú?
-Yo he preguntado antes.
-Pero yo soy más mona.
-Esta bien... Supongo que la idea de ayudar a salvar vidas me atraía mucho.
-¿Y por qué lo dejaste?
-Bueno, cuando me propusieron ser la ministra de sanidad no pude negarme. Me sentía bien con ese trabajo y, después de no haber podido salvar a tu padre, no me veía con fuerzas para seguir trabajando en el hospital- dijo una Abby triste mientras intentaba contener las lágrimas.
Abby y Clarke no solían hablar mucho sobre su padre, pero Clarke sabía perfectamente lo que había pasado. Su padre, un buen ingeniero mecánico, estaba haciendo revisiones en una fábrica de materiales sintéticos. Estaba en la zona de reacciones químicas verificando las paredes de contención cuando una reacción salió mal y le quemó media cara. Le llevaron de inmediato al hospital en el que, casualmente, trabajaba su mujer. En cuanto lo vio Abby se hizo cargo del paciente, pero las quemaduras eran muy graves y no pudo salvar a su marido.
Después de eso Abby rechazó seguir ejerciendo la medicina tan directamente y, cuando le plantearon el cargo de ministra, lo aceptó sin vacilar.
-Ahora te toca a ti- dijo Abby intentando sonreír- ¿Por que quieres ser médico? Tienes la misma habilidad para la ingeniería que tu padre.
- En realidad no quiero trabajar en un hospital. Ni siquiera en un centro de salud normal. Quiero investigar nuevos medicamentos para las enfermedades que no tienen cura. Pero para eso tengo que estudiar mucho.
- ¿Y no crees que empezar ahora es empezar un poco pronto?
-Mejor tarde que nunca, pero aún mejor si lo haces pronto.
-Aún no has empezado la ESO
-La empiezo en cuatro meses.
-Ni siquiera has acabado primaria-Clarke la mando una mirada desafiante- En fin, haz lo que quieras, pero disfruta un poco.
Las clases acabaron y Clarke, como no, saco un diez en todas las asignaturas. Ahora tenía tres meses para empezar a estudiar cosas que no se dan en clase y, por insistencia de su madre, relajarse.
Abby le había regalado a su hija unos libros de lectura juvenil. Al principio Clarke no quería leérselos, pero al ver que la protagonista se llamaba como ella comenzó a prestarle más atención.
El libro no empezaba mal. 100 criminales espaciales mandados de vuelta a la Tierra tras una guerra nuclear. Y lo mejor de todo la protagonista hacía de médico. Lo único que no le gustó fue la relación de Clarke con Bellamy. Un poco forzada para su gusto.
En Agosto Clarke y su madre se fueron de vacaciones a un pueblo de Tarragona, Torredembarra. Normalmente se iban a un sitio un poco más turístico, Salou, Benidorm,etc. Pero este año optaron por algo más tranquilito.
A Clarke le encantaba bucear, así que no dudo ni un minuto en alejarse un poco de la costa, quizás demasiado. Siempre le habían llamado los mundos submarinos, aunque no mucha gente compartía su pasión. Por eso cuando salió para sacarse el agua que se le había metido en las gafas y vio otro tubo no dudó en acercarse.
Debajo del tubo había una chica morena que, más o menos, tenía su edad. Le hizo señas para sacar la cabeza arriba y poder hablar.
- Estás en mi territorio- dijo la morena
- ¿Qué?
-Nadie nada nunca aquí. Por eso es mi territorio.
-Emm, lo-lo siento. Y-ya me voy- dijo una Clarke un poco nerviosa
-Tranquila, era una broma. Las rocas están bien, pero deberías ir un poco más lejos. Hay bancos enormes. Tu sígueme.
La morena se metió el tubo en la boca y se sumergió. Clarke se apresuró en imitarle y seguirle.
No sabía cuanto tiempo había pasado, lo que Clarke si sabía era que le encantaba estar allí. La morena se movía muy bien y se le veía cómoda en el mar, como pez en el agua. Obviamente no podían comunicarse verbalmente, pero se entendían como si se conocieran de toda la vida.
A la morena le gustaba irse lo más al fondo que podía, subir y sacar todo el agua por el tubo,como una ballena. Al principio Clarke se asustaba, pero pasado un rato se había acostumbrado y disfrutaba viendo como el agua salía despedida al soplar por el tubo.
Las olas del mar les habían arrastrado de nuevo hacia la zona de rocas. La morena descendió una vez más y agarró una cascara de almeja con un agujero. Después subió a la superficie y se apoyó sobre las rocas para no tener que mantenerse a flote. Clarke la imitó, pero ella no llevaba cangrejeras así que casi se corta.
-Cuidado!
-Para ti es fácil, tu llevas zapatillas.
-Se llaman cangrejeras, apóyate en mi.
Así lo hizo Clarke.
-¿Te lo estás pasando bien en mi territorio?
-Esto es increíble.
-Lo se. ¿Sabes qué es esto?-dijo la morena
-¿Una concha?
-No vayas nunca a Argentina. Me refiero a esto- dijo mientras señalaba un pequeño agujero perfecto.
-Ni idea.
-Es un agujero provocado por el Caracol Luna.
-¿Caracol Luna?
-Es un caracol de mar que se pega como una lapa a las conchas y les hace un agujero para comérselas.
-Eso es cruel
-Eso es naturaleza
- ¿Cómo sabes eso?
- Irrelevante- replicó la morena con un toque de orgullo en su voz- Te la regalo
- ¿En serio?
- No, en broma- dijo con un tono divertido- Siempre traigo algo de hilo en la mochila, por si se presenta una ocasión como esta. Si me acompañas te hago un collar.
-Genial, ¿Vamos?
-Espera un momento, aún no se tu nombre.
- Soy Clarke, Clarke Griffin
-Encantada, Clarke Griffin. ¿No eres de por aquí no?- preguntó todavía con Clarke agarrada a ella
- Mis abuelos eran de Londres. Mis padres se criaron los dos en España, pero hay una tradición con los nombres.
- ¿Los dos se criaron en España con padres Londinenses?
-Sí, creo que se conocieron se conocieron en las clases de Español, pero no lo se.
- Que interesante
-Y... ¿Cómo te llamas tú?
-Eso es un secreto
Y dicho eso la morena se sumergió y se fue nadando hacia la orilla. La rubia la imitó, tratando de seguirle el ritmo. Cuando al fin llegaron a la playa la chica le hizo el collar con la concha y se lo puso a Clarke en el cuello.
-¿No vas a decirme tu nombre?
-No
-¿Por qué?
-Si te digo mi nombre te será más fácil encontrarme.
-¿Y no quieres que eso pase?
-No quiero que te enamores de mi
- Pero como...
-se que te van las tías? Tus ojos lo dicen todo.
-Para tu información, soy bisexual.
- Das demasiada información. Si quieres saber mi nombre, tendrás que ganártelo- dijo contenta de saber que tenía posibilidades con Clarke.
-¿Y qué tengo que hacer?
-Eso tendrás que pensarlo tu solita.
Pasaron un rato hablando de todo y de nada. Resulta que la chica también era de Madrid, pero aún no sabía a que instituto iba a ir. Sería genial ir a clase con ella. Así no tendría que preocuparse por no tener amigos.
Pasado un tiempo, Abby vino a buscar a Clarke. Le dijo que tenía que ir a comprar algo, pero que cuando volviera se irían a casa.
- ¿Y tu no te tienes que ir a casa?
- Nop.
- ¿Y tu familia?
- Prefiero no hablar de eso- dijo la morena bajando la cabeza.
Clarke comprendió que no debía insistir.
-Bueno, pues no se si te veré mañana.
-Lo dudo
-¿Y eso?
-Mañana volvemos a Madrid. Te dejo como guardiana de mis dominios- soltó la "chica misteriosa" con una sonrisa triste.
- Dime por lo menos tu nombre.
-Está bien- dijo la morena con un suspiro- Me llamo Lexa, Lexa Woods.
- ¿Lexa? Es un nombre muy bonito. ¿De donde viene?
-De Australia. Mi padre era de una tribu de allí- se le veía tocada al hablar de su padre
-¿Puedo preguntar que le pasó?
-¿Por qué quieres saber tanto de mi vida?
-Perdona. Entiendo que no quieras hablar de ello- En ese momento Abby llamó a su hija- Nos veremos por Madrid, Lexa Woods.

Bueno, pues hasta aquí el primer capítulo. El siguiente irá sobre Lexa. Esta es mi primera historia aquí (y mi primer fanfic en realidad) así que decidme que os parece en los comentarios. A mi me gusta leer capítulos largos, pero si los queréis más cortos decidlo. Decidme también si hay alguna falta de ortografía, escribo desde el móvil y el corrector hace lo que le da la gana.
Gracias por leer.

Clexa- Polos OpuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora