El Oráculo

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Las Hermanas del Velo no acostumbraban dormir mucho. "Los fantasmas no descansan", entrenaban toda la noche si era necesario para olvidar la necesidad de sueño; aunque mientras estuvieran en el templo estaban permitidas de cerrar los ojos unas cuantas horas.

Un día normal en la vida de Nadie estaba completo de entrenamiento o de Llamados en nombre del Velo. Ahora entrenaba con la espada ancha y lanzamientos de daga certeramente. Nadie no acostumbraba comer demasiado.
"Los espectros no obedecen las necesidades físicas". El templo estaba desprovisto de alimentos por lo q cada asesina tenia q conseguir lo q podía, después de todo eran predadoras y podían cazar lo q quisiesen.
Estaba entrenando en el salón cuando de pronto ingreso la hermana.
-Las Hermanas del Velo necesitan a nadie- le entrego el pergamino a la arrodillada hermana.
-Nadie responde.

Los oráculos eran visitados por sus predicciones del futuro ya q eran videntes incluso del pasado y presente. A ellos acudían masas de gente solo para realizarles preguntas.

Nadie debía visitar a u o en específico. Un oráculo famoso en los reinos cercanos donde decían q poseía el "don de la palabra" siendo todas y cada una de sus predicciones exactas, y no solo eso, sino q cada palabra q pronunciase el oráculo se convertía en destino.

Las Hermanas del Velo visitaban q todo tipo de personas sin influir en especifico su raza o condición; bien podía ser un día un mendigo de la calle y otro un rey muy poderoso.

Esta vez, Nadie tuvo q viajar lejos hacia las ciudades alejadas de Bash'url conocidas por sus innumerables casas del placer, con ninfas danzarinas y encantadoras elfas. Además de ser visitada para el gozo, acudían allí los q deseaban saber mas del futuro yendo al templo de los Oráculos. El viaje le tomo toda la mañana hasta q ingreso por las puertas de la ciudad. Lo primero q vio fueron los carromatos aglomerados en las calles siendo jalados por caballos, los grandes señores ricos paseando sobre gigantescos elefantes y mercenarios sobre sombras, delgados felinos del color de las tinieblas conocidos por su gran velocidad.

Nadie era una visitante en la ciudad, nadie pareció notarla. Camino entre ellos silenciosamente y cubriéndose entre la sobra de su capa "La muerte andante". Subió la colina para llegar al templo de los Oráculos casi al atardecer, llegando justo a tiempo para el solsticio donde las puertas del templo se cerraban.

Nadie estaba dentro.

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