Producto de la luna.

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Llegué a casa cuando el sol ya se estaba escondiendo, abrí la puerta y pude ver a mamá sentada en el sofá leyendo una carta; con una mano sujetaba el papel y con la otra se estaba echando el pelo hacia atrás, como gesto de preocupación.

- Alex, cariño, ya estás aquí. -dijo mientras se levantaba y dejaba el papel en la mesa-.

- ¿Qué era eso de lo que me querías hablar? -pregunté mientras colgaba mi abrigo en el perchero que se hallaba en el lado derecho de la puerta.

- ¿¡Se puede saber qué es lo que te has hecho en el pelo!?

- ¿Era esto lo que tanto urgía y por lo que me has hecho venir aquí...?

- No, claro que no. Pero esta mañana llevabas un gorro y si ya tenías ese corte de pelo no te lo pude ver... Ya hablaremos de esto luego.

- Claro, se me olvidó. -me dije a mí misma-.

- Ven aquí, Alex. Te tengo que hablar sobre el contenido de esta carta, es de mi trabajo. Me trasladan a Ingaleterra, concretamente a Gales. Nos vamos pasado mañana... Lo siento, no puedo decir que no, no es algo que dependa de mí... Lo tengo que acatar.

Mamá dijo esto y pareció que no le importaba demasiado irnos de aquí, ella no tenía amigos debido a que viajaba constantemente por culpa del trabajo y hace años que nos distanciamos de nuestra familia paterna. Ella no tenía mucho que perder, pero yo sí. Quizá yo tampoco tuviese demasiados amigos, pero tenía a Josh y, de vez en cuando, también iba a casa de mi abuela paterna sin que mi madre se enterase, para que no se pusiera triste.

- No podemos irnos, mamá. Nuestra vida está aquí; es verdad que es algo monótona y aburrida, pero es nuestra vida... Yo tengo a Josh, el instituto acaba de empezar y me gustaría graduarme aquí. -dije, mientras las lágrimas empezaban a brotar de mis ojos-.

- Ya te he dicho que no es algo que pueda decidir, Alex... -se tapaba la cara con su mano derecha para que no pudiese ver que ella estaba algo dolida por mí-.

Seguidamente, me levanté del sofá y fui corriendo a mi habitación, dando tal portazo que provocó que un libro de una estantería próxima cayera al suelo; pude oír cómo mamá se levantaba del sofá y recogía el libro. Me lancé a la cama y, entre lágrimas, me quedé dormida hasta que sonaron unos golpes en puerta de mi habitación, cuando la poca luz que había en mi cuarto era simplemente producto de la luna.

- Alex, ¿puedo pasar? -pude reconocer la voz de Josh y el olor a pastel de arándanos desde mi cama-. Tu madre me ha dicho que debías decirme algo importante.

Me recompuse como pude, aunque estaba hecha un asco.

- Claro, pasa. -me levanté y me dirigí a la puerta de la terraza que hay en mi habitación y la abrí-. Ven conmigo, vamos a cenar. Gracias por haberme traído el pastel, Josh.

- Sin problema. -dijo algo preocupado-.

Ambos salimos a la terraza y subimos al tejado. Llevé unas mantas y un par de cojines para poder sentarnos.

Josh abrió el envoltorio de cartón en el cual había traído mi pastel, él se trajo un bocadillo. Se tumbó y comenzó a hablar de lo inmenso que era el cielo y de lo bonito que era por las noches en Noruega. La mayoría de países tienen más luz solar y calor que nosotros, pero seguramente ninguno tenga nuestros cielos nocturnos.

- Espero acordarme de este cielo cuando ya no esté. -dije, para empezar a hablarle del tema-.

- ¿Qué dices, Alex? Siempre vas a estar aquí. -dijo sonriendo-.

- Pasado mañana nos vamos a Inglaterra a vivir, a mi madre la han destinado allí. -me llevé un trozo de pastel a la boca y empecé a masticarlo lentamente, para que, de algún modo, no empezase a llorar de nuevo-.

Pareció que Josh se quedó en shock, no sabía que decir ni dónde mirar, así que simplemente nos fundimos en un abrazo que pudo haber durado horas, pero me parecieron segundos. Josh volvió a mirar al cielo mientras una lágrima recorría su mejilla.

- Prometo que te voy a escribir, por lo menos una carta cada semana... E intentaré visitarte. Supongo que vendrás por vacaciones para ver a tu abuela, o algo así, pero me gustaría verte más veces. Te quiero, Alex, no lo olvides.

- Yo también te quiero, Josh.

Pude ver que Josh sonreía, pero no entendí el motivo. Me tumbé entre las mantas y cojines y me quedé dormida. A la mañana siguiente, me di cuenta de que Josh me había tapado con una de las mantas y de que él había desaparecido.

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