5. Extraños sucesos.

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-Antes de que continúes con la historia, me gustaría hacerte una pregunta.-Volví a interrumpir a Adriá.-Durante las dos semanas que se ausentó Brio, ¿no hablaste con Esmeralda o algo por el estilo?

-En realidad, Brio volvió tres semanas después. Y sí, tuve contacto con Esmeralda, de hecho, durante esas semanas, logramos entablar una buena amistad, o eso era lo que yo creía.-Respondió Adriá, mirándome a los ojos.

En su mirada pude notar cierto aire de decepción, supuse que algo fuerte debió haber pasado entre él y Esmeralda, pues sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas que contuvo a toda costa.

-¿Quieres continuar con esto?-Preguntó Adriá, mientras se enjugaba las lágrimas.

-Claro que sí.-Espeté.-Pero antes me gustaría pedirte un poco más de café y si me permites entrar a tu sanitario.-Le dije, dibujando una sonrisa en mi rostro.

-Por supuesto, no tienes que pedirlo, el baño está al final del pasillo, es la puerta de la derecha.-Dijo, mientras me señalaba el camino con su dedo índice.

-Está bien, no tardo.

Me puse de pie y seguí el camino que me señaló, al llegar abrí la puerta y entré. Era un baño normal, de mosaicos azules en todas las paredes, los muebles de baño hacían juego con el color, me acerqué al lavabo para enjuagarme la cara con agua, pues el sueño comenzaba a invadirme, pero no podía dormir y dejar a Adriá así como así. Me miré en un pequeño espejo que estaba colocado en la pared, mis ojos comenzaban a verse cansado, no sabía qué hora era, pero seguramente aún no daban las doce.

Mientras me enjuagaba el rostro, un intenso frío me envolvió, provocando que mi cuerpo se estremeciera de pies a cabeza, me asusté mucho, pero preferí no darle importancia y continué con lo que estaba haciendo.

Con los ojos cerrados y a tientas, traté de encontrar una toalla para secarme, cuando la tomé la puse sobre mi rostro y comencé a frotar para quitar toda la humedad. Después de considerar que mi rostro ya estaba completamente, alejé la tolla de él. Al abrir los ojos pude notar que en el reflejo del espejo, además de mí había alguien más parado a mis espaldas, a la altura de la tina, era un chico de aproximadamente veinte años o menos, con el cabello largo y peinado hacia un lado, en su mirada se refleja tristeza, estaba muy pálido, vestía una bata de hospital blanca y no llevaba zapatos. Me miraba fijamente, como si quisiera decirme algo, pero no se atrevía a hablar. En un instante pude entender de quién se trataba, era el chico de la fotografía que había visto anteriormente, sí, era él, solo que sin aquella sonrisa dibujada en los labios. De pronto, de su pecho comenzó a emanar sangre, la bata que traía puesta se tiñó de rojo. El chico simplemente bajó la mirada y puso sus manos sobre el pecho.

Después de ver aquella escena, instintivamente, me giré para brindarle ayuda, pero cuando lo hice, el chico ya no estaba. Puse los ojos como plato cuando ya no lo vi. Rápidamente y con mucho miedo salí del baño y me dirigí a la sala. Al llegar, Adriá ya había puesto la taza de café sobre la mesita de centro. Me senté y tomé la taza para dar un par de sorbos, necesitaba algo que me tranquilizara y que me quitara el frío.

Cuando Adriá volvió de la cocina y me miró, se acercó muy preocupado para saber si me encontraba bien.

-Oye, ¿te encuentras bien? Estás muy pálido.-Dijo, mientras ponía la palma de su mano sobre mi frente para comprobar si no tenía fiebre.

-Sí, bueno no, tengo mucho frío, solo es eso.-Respondí y le di otro sorbo al café, tratando de ocultar el miedo que sentía.

-Está bien, solo déjame decirte que es normal que sientas miedo en este momento, estamos removiendo el pasado y puede que algunas cosas busquen manifestarse para hacernos ver que siguen aquí, entre nosotros.-Adriá se puso de pie y encendió otros tres inciensos con aroma a coco.

Mientras él hacía eso, yo me giré para contemplar el pasillo que llevaba al baño, pude notar que Adriá había puesto una de las velas rojas en un mueble que estaba a un lado de este. Fijé la mirada en la llama de aquella vela y pude notar que se movía abruptamente de un lado a otro, como si algo estuviese generando una corriente de aire que la hiciera moverse. No podía dejar de mirarla y pensar en lo que me acaba de ocurrir, tenía mucho miedo, pero no podía decírselo a mi amigo, él me necesitaba.

-Voy a prepárate algo, no tardo.-Soltó Adriá, haciéndome dar un brinco en mi lugar.

-Está bien, aquí te espero.-dije, mientras sentía las palpitaciones apresuradas de mi corazón.

Adriá volvió a meterse en la cocina, tardó alrededor de quince minutos, cuando volvió, traía entre las manos otra taza, pero era una taza diferente, tenía unos símbolos grabados que no supe identificar.

Cuando llegó a mi lado me entregó la taza y me pidió que bebiera su contenido, argumentando que eso me tranquilizaría y me quitaría el frío. Al beberlo pude sentir un ligero sabor a frutos y menta, inmediatamente mi cuerpo dejó de temblar y una sensación cálida recorrió mi cuerpo.

-¿Qué es esto que me acabas de dar a beber? Sabe muy bien.-Pregunté mientras seguía bebiendo aquello.

-Es solo una infusión de frutos rojos con menta, mi madre solía prepararla cuando me sentía inquieto o nervioso, también cuando, por las noches, no podía dormir. Es una receta que mi abuela le heredó, entre otras tantas cosas.

-Vaya, pues si funciona, ahora ya no siento frío. Podemos continuar.-Le dije y le entregué la taza vacía.

-Antes de eso, te vuelvo a preguntar, ¿quieres seguir con esto? Podemos parar si no te sientes cómodo.-Dijo con tono avergonzado.

-Sí, quiero seguir. Estamos aquí para liberarte de aquellos fantasmas del pasado que te persiguen y, si para ello, debo quedarme despierto toda la noche, lo haré.

-Muy bien, te lo agradezco mucho. Entonces continuemos. Ponte cómodo.-Dijo, mientras encendía un cigarrillo.-¿En qué nos quedamos?-Preguntó.

-Me ibas a decir lo que pasó entre tú y Esmeralda durante la semanas que Brio estuvo ausente.-Respondí.

-Es cierto, entonces te sigo contando...

Ópalo NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora