9. Adriá.

23 4 1
                                    

NOTA: EL SIGUIENTE CAPÍTULO ES LA PRIMERA PARTE DE UN ESPECIAL DE CUATRO CAPÍTULOS DONDE PRESENTARÉ A CADA UNO DE LOS PERSONAJES PRINCIPALES DE ÓPALO NEGRO. ¿ESTÁS LISTO PARA DESCUBRIR SU PERSONALIDAD E IDENTIFICARTE CON ALGUNO?

Adriá era uno de esos chicos que, por donde lo miraras, te dabas cuenta de la vida tan difícil que le había tocado vivir.

Aun recuerdo cuando lo conocí; era el primer día de clases en la universidad, como de costumbre se me había hecho tarde y llegué apresurado a los lockers para guardar mis cosas, no prestaba atención a lo que estaba a mi alrededor, solo quería llegar a tiempo a la primera clase.

Saqué del bolsillo de mi pantalón el móvil y lo guardé en la mochila, teníamos prohibido ingresar a clase con artículos electrónicos, cerré el locker y fue cuando noté que no estaba solo. A mi lado estaba un chico muy delgado, con el cabello un poco largo que le cubría la frente, llevaba puestas unas enormes gafas que hacían ver su nariz más pequeña de lo que realmente era, tenía unos labios muy delgados y rosados, sus ojos eran muy oscuros, podría jurar que eran negros.

Pero eso no fue lo que llamó mi atención, fue la expresión en su rostro por lo que decidí acercarme a hablarle, tenía una mirada triste, pero su rostro emitía un brillo muy especial. Caminé hasta donde estaba y me puse de pie frente a él.

-Hola, me llamo Victor, soy de nuevo ingreso, te he estado mirando desde hace un rato y tu rostro llamó mi atención. ¿Cómo te llamas?

Creo que la manera en que lo abordé, lo puso un poco nervioso y confundido, porque tardó bastante en responder. Nunca he sido de las personas que dan una buena primera impresión con los demás.

Después de un par de minutos el chico respondió.

-Hola, mi nombre es Adriá Mitsuki pero dime Adriá, también soy de nuevo ingreso. Te voy a dar un consejo; no abordes a las personas de esa manera, los pones nerviosos y mucho menos les digas que te llamó la atención su rostro, es un poco raro.-Dijo Adriá con una sonrisa burlona en su rostro.

Sentí como mis mejillas se ruborizaban, el chico tenía razón, no fue la mejor presentación de mi vida. Debía enmendar mi error.

-Jajaja. Tienes razón, no fue lo mejor que pude haber dicho, a veces hablo sin pensar lo que voy a decir. Pero oye, por lo menos estamos hablando. Dime, ¿cuál es tu primera clase? La mía es Historia Universal en el salón C-513.

-Que genial coincidencia, esa es mi primera clase también y es en el mismo salón. Seremos compañeros de clase.-Dijo en un tono muy efusivo.

-No mi querido Adriá, no es una coincidencia, es inevitable.-Dije mientras le devolvía la sonrisa burlona.

Caminamos juntos hasta el salón, me sentía feliz, pues ya había hecho un amigo el primer día. Cuando llegamos al salón, nos sentamos uno junto al otro. Antes de que empezara la clase, le pedí a Adriá que comiéramos juntos a la hora del descanso.

Pasó el tiempo y llegó la hora del descanso, Adriá y yo llegamos juntos al comedor de la escuela, ambos llevábamos la comida que nuestras madres nos habían preparado.

-Adriá, ¿qué es lo que más te gusta en este mundo?-Inicié la conversación, pues los silencios incómodos nunca me habían gustado.

-La música, amo la música. Me hace exteriorizar todos mis sentimientos, creo que es una buena manera de decirle al mundo como te sientes. Al menos yo, siempre encuentro una canción para cada situación que me pasa.

-¿De verdad? ¿Qué canción le pondrías a nuestro encuentro?-Me interesaba mucho saber su respuesta, lo miré fijamente a los ojos y sostuve la mirada.

-Veamos...creo que la canción que mejor define este día es Dear Prudence de The Beatles. Desde la primera palabra que me dirigiste, sentí como mi día se iluminaba.-Dijo con una sonrisa tierna dibujada en los labios.

Durante el tiempo que duró el descanso, Adriá me contó un poco de su vida, de como era vivir solo con su mamá, que tuvo que madurar y hacerse responsable de él mismo, porque su madre debía trabajar. También me platicó sobre su padre, él murió cuando Adriá iba a cumplir cinco años, decía no recordar muchas cosas sobre él. Pero cada vez que lo mencionaba sus ojos se llenaban de lágrimas y su rostro se tornaba triste, dejaba de emitir ese brillo que llamó mi atención.

Tambien dijo que no todo había sido malo, me contó que vivió una infancia muy feliz y con mucho amor, que su madre se desvivía por darle lo mejor y una buena calidad de vida. Adriá era un chico muy agradecido, pero no lo decía, eso se le notaba. Cuando hablaba de su madre, lo hacía con mucho orgullo y amor, lo envidiaba un poco, porque yo quería sentir eso por mi madre pero no era posible.

Adriá sacó del bolsillo de su chaqueta un reloj de esos que traen una cadena, muy antiguo, lo puso sobre la mesa y dijo que era el único recuerdo que tenía de su padre, aquel reloj era una reliquia familiar y ahora era el turno de Adriá para cuidarlo.

Desde ese momento supe que seríamos grandes amigos, me gustaban las personas como él, inteligentes pero humildes, carismáticos pero sencillos.

Él era Adriá, un chico lleno de sorpresas, sorpresas que me iba a tocar descubrir y aceptar. Lo bauticé como "Adriá, el muchacho de los ojos tristes".

 Lo bauticé como "Adriá, el muchacho de los ojos tristes"

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

*Dibujo cortesía de mi mejor amigo Alex. Gracias amigo por todo tu apoyo en esta loca aventura.

Ópalo NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora