El As en la manga (1)

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La pared que estaba a la derecha de Dalas había pasado de ser de un soso color Beige a un estridente color Burdeos, y al parecer el techo del rellano estaba sufriendo la misma transformación paulatinamente, pues el revoltijo de carne y huesos que ahora era el antebrazo de Dalas no paraba de chorrear sangre a borbotones y a una presión exagerada.
Mientras Dalas gritaba y se retorcía en el suelo, María expulsó el casquillo del cartucho de la escopeta y con un soplido se quitó un mechón de pelo que le cubría el ojo izquierdo y que le molestaba a la hora de contemplar aquel cuadro que tantas veces había soñado en los últimos meses. No estaba cuerda y lo sabía, pero sí disfrutaba de la suficiente lucidez como para saber que aquello no era injustificado y que aquel día uno de los dos iba a morir. Prefería no ser ella, puestos a pedir.
Dalas seguía gritando palabras aparentemente incomprensibles y María no podía sino sonreír sádicamente mientras avanzaba poco a poco hacía él con el cañón apuntando esta vez directamente a su estúpida cara. Eso es, pensaba hundirle la cara en su puto cráneo. Pensaba borrar su sonrisa de la jodida existencia, se la arrancaría tan fuerte que sería como si nunca hubiese existido.
Tan absorta estaba en sus oscuros pensamientos de venganza que no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde de que por las escaleras que había a la izquierda de Dalas había aparecido una horda de niñas que se pisaban las unas a las otras y que respondían a las incomprensibles palabras de Dalas que ahora había podido descifrar como "Matadla" y "Subid de una puta vez".
Las furiosas y vociferantes niñas pasaron por encima del ensangrentado (y ahora sonriente) Dalas y se abalanzaron sobre María con la intención de acabar con ella; intención que se vio en un principio frustrada por un nuevo escopetazo en el estómago de las primeras niñas que se acercaban a ella. Esto le dio algo de tiempo para volver a entrar en su casa y cerrar la puerta tras de sí para acto seguido sentarse con la espalda apoyada contra ella.
Mientras recargaba la escopeta, pensó con gravedad que no había contado con las putas Pambisitas.

Miare's Project: REVENGE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora