La venganza

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Dalas la agarró de los pelos con el brazo que le quedaba y la arrastró a la cocina, dejándola sobre el charco carmesí que los cuerpos inertes de las Pambisitas habían creado. Miare estaba paralizada y, aunque hubiese podido moverse, sus heridas no la habrían dejado hacer gran cosa: ahora los cristales que tenía clavados en la espalda estaban peligrosamente cerca de sus vértebras, por no hablar de que tenía un hombro dislocado y una brecha en la base la cabeza que dejaba correr la sangre a una velocidad que, de haberla visto, la habría asustado.
Colocó sus rodillas en los brazos de María, inmovilizándola y luego la miró. María sabía que en ella ya no quedaba demasiada cordura, pero lo que veía reflejado en la cara de Dalas era pura locura: lucía una sonrisa enorme que no calzaba con sus ojos llenos de odio y de sed de sangre, y, además, estaba cubierto de su propia sangre, lo cual lo hacía parecer mas perturbado aun.
Dalas habló.
- Tú y yo juntos otra vez. Qué ironía. - se rió - Quien lo diría. Realmente debo decir que ha sido un gran plan, María, de verdad, felicidades. Parece un plan que yo podría maquinar. Pero se te ha pasado algo, María , ¿Sabes qué se te ha pasado?
- No creo que se me haya pasado nada - escupió María. Él la miró como con ternura y pena, como quien mira a un cachorrito.
- Eres adorable. Pero, en serio, sí se te ha escapado algo, y - se acercó a ella aun mas, hincando cada vez mas las rodillas en sus antebrazos - ese algo es que yo soy muchísimo mas inteligente que tú. María, no importa cuánto planees tu mierda de plan, ¿entiendes? Yo siempre voy a estar un paso por delante, siempre voy a estar preparado para lo que intentes echarme encima porque soy una de las personas mas inteligentes que jamás conocerás, y tú lo sabes, María, lo sabes perfectamente.
María lo entendía, pero no lo compartía.
- Como ya te he dicho, Dalas, no; no creo que se me haya pasado nada - murmuró entre dientes María.
Dalas se rió y miró hacia el techo, como si tratase de no perder la paciencia. Luego, miró a su alrededor y sus ojos acabaron en los de María de nuevo.
- Mira lo que has hecho. Qué desastre, María. Creo que ambos sabíamos que uno de nosotros dos iba a morir hoy, pero al parecer vamos a tener que morir los dos, ¿sabes? - María lo miró extrañado - De todos modos, no es como si no me hubiese hecho pasar por muerto nunca. No será la primera vez, aunque sí que espero que sea la última, la verdad. No puedo seguir siendo quien soy después de lo que ha pasado hoy aquí, y todo, todo, María, es por tu puta culpa. - Alargó su único brazo y con su mano comenzó a apretar la garganta de María - por tu maldita arrogancia y por no saber cuando has perdido una batalla, imbécil. El juego se había acabado para ti, María, ya no existías en mi vida. ¿Por qué revelarte ahora? Ambos habíamos salido bien parados de aquel escándalo y lo sabes. Deberías estar agradecida, gilipollas.
María lo miraba jadeante y sin articular palabra alguna. No tenía nada que decir.
- Qué curioso - canturreó Dalas -; parece que es a ti a quien el gato ha arrancado la lengua, ¿no?
María no alteró su grave rostro.
- Bueno, María, ahora que estamos reunidos de nuevo como hace unos meses, quiero que sepas que pienso follarte como también hacia en los viejos tiempos. Te voy a follar y luego voy a matarte y a dejarte aquí tirada, y luego me iré muy lejos de aquí para que nadie jamas pueda recordar mi nombre ni puedan siquiera sospechar que yo estuve aquí y salí con vida de todo este asunto, ¿me entiendes? Seguro que sí - se respondió a sí mismo -, nunca tuviste ni un pelo de tonta. Aunque todo lo que tenías de lista, te faltaba de lúcida. Es una pena, María, de verdad. Una verdadera pena.
Dalas soltó el cuello de María y, haciendo ahora mas fuerza que nunca sobre los brazos de ella, comenzó a desabrocharle el pantalón vaquero a María con una sola mano. Tardó un poco, pero al final lo consiguió. Luego fueron las bragas.
- Puede que vaya a matarte, pero María, hasta en el último momento de tu vida estás follable. Incluso con todos esos cuerpos apilados detrás de ti. De hecho - añadió -, ya podrías ser tu uno de esos fiambres y seguiría follándote igual. Es un cumplido, por cierto.
Dalas recogió con la mano izquierda el cuchillo que había usado antes para matar a SalseoMan y apuntó con él a María. Luego, habló.
- Ahora me voy a quitar los pantalones. No quiero ni una sola subnormalidad o te arranco la cabeza y me la follo por separado, ¿vale?
Dalas se puso de pie con cuidado y con toda la velocidad que un manco puede alcanzar en el arte de desabrochar botones, se quitó los pantalones (sin soltar el cuchillo en ningún momento) y se quitó la camisa (que también tenía botones).
- ¿Has visto qué dura está, María? Creo que ni en nuestro mejor momento me habías puesto tanto. - Dalas acercó su polla a la vagina de María, que permanecía inmóvil e impasible en el suelo - Espero que disfrutes de este último polvo, cerda, y espero que sepas que te vas a ir a la tumba habiendo sido sometida por mí, por Dalas, por la supuesta víctima de acoso y de bullying cibernético. Qué poco me conoce la gente, ¿verdad, María? - Antes de penetrarla finalmente, Dalas añadió - Creo que el hecho de que tu hayas llegado a ver mi verdadero rostro es lo que más me excita.
La penetró.
El dolor se extendió por todo su cuerpo hasta el punto de hacer que se le saltasen las lágrimas al instante. Maria sonrió: su plan había funcionado, y no, no se le había escapado nada.
La "trampa antivioladores" que llevaba puesta en la vagina había surtido efecto y había hecho que el pene de Dalas quedase reducido a un amasijo de sangre y jirones de carne desagradable en menos de dos segundos.
Dalas gritó y dejó caer el cuchillo de su única mano para llevar ésta a intentar liberar su polla de la trampa (no lo iba a conseguir) y María supo que no había tiempo que perder. Con cada movimiento, sentía que todo su cuerpo se resentía por las heridas que había sufrido y que no hacían mas que empeorar.
Se incorporó y alcanzó el cuchillo que Dalas había soltado y sin mediar palabra ni soltar ningun discurso heroico, se lo clavó a Dalas en la garganta.
Y en el pecho. Y en la cara. Y en la polla. Y en la polla otra vez. Y en la polla.
María lo dejó allí clavado y luego exhaló un último suspiro antes de desmayarse y pasar a formar parte de todo aquel cuadro de vísceras e hierro en el que se había convertido su cocina.

Miare's Project: REVENGE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora