En agosto los exámenes que en meses anteriores habían obligado grotescamente al campus entero a excluirse entre libros, en bibliotecas buscando calor, en páginas y páginas de libros extensos, secos, y pesados (que van secando la vista ) ya estaban finalizando y se percibía en un leve respiro, en un inhalar y exhalar, una tranquilidad venidera... El clima mejoraba y nos alegraba con días ennublados pero calurosos. La gente se notaba más tranquila y se volvía a asomar de entre los libros como el sol entre las nubes grises.
Los más tímidos habitaban aún retraídamente sus salones preparando la semana final. Habían los que leían y estudiaban en soledad, como hacía Lucía, (la veía de vez en cuando); al pasar por el pasillo del patio, o cuando devolvía algún libro a la bibliotecaria, allí estaba ella; a través de los ventanales, allí estaba ella; sentada dentro de un salón apartada allí estaba ella...: En la biblioteca del instituto, cubierta en la liviana luz que lograba traspasar el cristal, y que se asomaba por la ventana (junto con el aire fresco de la estación) Las cortinas finas amortiguaban la corriente, se movían en un suave vaivén... su cabello rubio, un rubio pálido..., decolorado, casi seco y triste apenas se inmutaba, permanecía casi inmóvil.
Había otro que veía también frecuentemente entre libros.
Jael iba a una clase inferior a la mía y por los rincones de los pasillos me lo encontraba siempre. En cada una de las oportunidades la misma impresión singular: desconcertado, el pelo despeinado..., un chico que me caía simpático pero no agradable en particular; que provocaba duda en quien lo tratara. A veces temía que este muchachito de ojos claros, más niño que adulto, estuviera confundiendo mi amabilidad con alguna otra intención. Yo no me mostraba demasiado cortés; devolvía su saludo educadamente, eso era todo. Algunas veces se atrevía a preguntarme si podía acompañarme hasta el salón o simplemente caminar mientras charlábamos un poco. Supongo que al ser nuevo y al tener ese aspecto tímido y desprolijo no le era demasiado fácil que la gente se acercara a él, me daba pena... así que marchábamos cerca de la tarde por los corredores del balcón que daban al patio interno. Tenía un hablar inteligente y platicábamos de todo un poco; política, filosofía..., unas veces se trataba de este nuevo partido que estaba ganando poder..., e irónicamente de por qué sería un desastre que ganaran las próximas elecciones nacionales... otras veces, era algún comentario sobre aquel profesor gracioso de filosofía social y su pobre carácter altruista en nuestras calificaciones de los parciales medios. Mientras caminábamos, observaba las copas grandes de aquellos árboles que tanto me gustaban del patio interno, que daban aire a profundidad, a intuición y a vida.
Una de esas veces me sorprendía con una pregunta inesperada:
Sophía, ¿tú por qué estudias aquí?
¿Por qué te interesa eso?, pregunto.
Bueno, tengo una teoría. Acerca de los estudiantes, acerca de mí mismo, acerca de esta carrera...
Tomó mi silencio como impulso para continuar...:
Filosofía no es realmente una opción popular a elegir..., no crees? Creo que hay ciertos tipos de personas que se deciden por cursar esto... y la mayoría no es que lo hagan por amor al conocimiento. Creo que más bien están motivados por cosas de otra naturaleza. Las personas que estudian aquí son gente ya entrada en edad, con sus profesiones ya hechas, y que les interesa expandir horizontes en el terreno y la cultura general.
El grupo de estudiantes jóvenes son chicos llenos juventud y radiantes, los envidio un poco, esos pequeños dueños de esta nueva generación de críos vivaces y liberales a los que se les ha despertado el espíritu de revolución; que creen que es posible cambiar el mundo. Ese tipo de personas que se convierte en esos profesores geniales de preparatoria que te hacían preguntas sobre: ¿Quién eres? ¿Qué sentido vas a dar a tu vida? Que creen que a través de eso van a lograr despertar a otros jovensitos de la ignorancia y salvarlos y plantar la semillita del autoconocimiento y la libertad.
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Juventud
RandomJuventud, divino tesoro...! Te vas para no volver. Cuando quiero llorar, no lloro. Y a veces, lloro sin querer...