Mis padres llegaron a casa, y yo no estaba de ánimos de ver o hablar con nadie así que tomé mi bolso, y las llaves, los saludé e hice mi camino hasta la puerta. He estado buscando en internet uno de esos te adelgazantes que supuestamente son una maravilla. El bus me deja al centro de la ciudad, y entro en una de esas herbolarias. El local tiene dos grandes vitrinas, y una pizarra fuera con precios. Entro. Semillas laxantes..., granos integrales, fibra, yuyos desintoxicantes, te adelgazante: recorro los pasillos como un niño recorrería una dulcería. La empleada que me atiende es muy amable, una muchacha de veintitantos; le indico el nombre de te y me alcanza una caja. Lamentablmente sólo tengo dinero para una. -Una de prueba, digo. Ella ríe y me conduce hasta la caja a pagar. Lista con mi nueva adquisición en una de esas bolsas reciclables, cruzo por la puerta, y, es cuando casi choco con alguien. Del susto no hizo más que retroceder. Allí estaba: Lucía. Ella me mira extrañada y recuperándose de la sorpresa, disimula en seguida un -¡Hola! -¡Lucy! Hola, ¿qué haces por aquí?
-Sólo iba de pasada, he oído de este nuevo local, y quería ver. ¿Compraste algo?
Me siento incómoda. -Sí... mi madre me ha pedido que compre un te estomacal. Miento, pero incrédula se lo traga.
-Ahh... vale...
-Te espero. Me apresuro a decir. Veo su mano, tiene uno de esos folletos del local, subrayado sobre el mismo te que acabo de comprar. -Lu..., no irás a interesarte por estos adelgazantes, no? Ya eres muy delgada. Quiero decir, ¡mírate!. Me percato de lo cruel que sueno... hasta luego que lo digo. Siempre es así... Estoy acostumbrada a ser directa... tal vez demasiado.
-No... Esto? Es para una amiga.
-Qué amiga?
-No es nadie que conozcas...
Ambas sabemos que es mentira... fluye un silencio incómodo, hasta que se acomoda la bufanda y pregunta: ¿Me acompañas al ballet..?
Lucía es una de las chicas que van a la misma academia de ballet que mi hermanita. Lo supe luego de conocerla en la universidad. -Por supuesto, respondo y nos largamos a caminar. Ella va a mi izquierda. Lleva una bufanda y botines negros. No hace demasiado frío, pero siempre va más abrigada que el resto; el cabello lo lleva suelto, disperso por los hombros, y las pestañas oscuras le resaltan en contraste al tono pálido y suave de su piel...
Al llegar, entramos por la puerda de vidrio del instituto. Saludamos, y vamos hacia el salón. -Si quieres puedes quedarte a observar. Se quita el abrigo, y se pone sus zapatillas para bailar. Ese día me quedé un rato viendo a las chicas y a ella haciendo su rutina. Lu lleva unas calzas y una camiseta ajustada en las que apenas les traspasa la silueta de las costillas cuando hace algún movimiento exagerado. Recuerdo pensar que estaba muy delgada. Esta chica me provoca mucha pena, porque siento un gran aprecio por ella. Es inteligente, bonita, y tiene el caracter menos conflictivo que conozco. Sólo la compararía a la miel.
La observo bailar: así debían ser las musas de antaño.
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Juventud
De TodoJuventud, divino tesoro...! Te vas para no volver. Cuando quiero llorar, no lloro. Y a veces, lloro sin querer...