Capítulo N° 3

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Me desperté sobresaltada por la voz de dos guardianas bastante ariscas y gritonas y eso, más el hecho de que esas pieles en el suelo donde me tocó dormir eran realmente incómodas, daba como resultado una Lena malhumorada por falta de sueño. Pero, después de todo, ¿quién podría dormir con comodidad en la situación que estaba viviendo?

Las dos guardianas –igual de morenas e igual de ceñudas– hablaban entre sí con susurros mientras me miraban con curiosidad y un deje de soberbia. Era incómodo sentir sus miradas sobre mí al vestirme con esas ropas que me dieron al llegar. Luego me guiaron de mala gana hacia la cabaña de Yamila, pero al ver a más personas en la puerta y, al entrar, al ver a muchos allí reunidos con Drach junto a cinco mujeres de apariencia imponente, temí por mi vida.

Una de esas mujeres me miraba con un profundo odio, era una mujer de belleza hipnotizante, era esa que con un solo golpe de su lanza había logrado atemorizarnos a todas. Y por la forma en que ella y Drach se miraban, me percaté de que era su esposa y, por lo tanto, una de las cinco líderes. Era de piel aceitunada y labios carnosos con unas muy buenas curvas, al menos eso se podía apreciar bajo sus ropas tejidas con piedras que no dejaban casi nada a la imaginación. Su cabello era familiarmente blanco y sus ojos extrañamente verdes. Junto a ella, habían cuatro mujeres más que aparentaban ser más grandes en edad y más sabias también, pero los tonos morenos no variaban en ellas, salvo por una que era pálida como la nieve con su cabello de igual color.

A los costados se repartían dos grupos de hombres guerreros, fuertes al parecer por su físico trabajado a pesar de su edad, eran hombres grandes, pasando los cuarenta y que llegaban, probablemente, a los sesenta o setenta años.

Las guardianas me empujaron hacia el centro, donde Yamila se mantenía sentada sobre las pieles donde la vi esa mañana. Enseguida comenzaron a hablar en ese idioma desconocido para mí, por lo que fruncí el ceño quejándome al respecto, Yamila hizo el honor de traducir para mí.

—Esto es un juicio, pequeña —dijo con seriedad—. Jhëren, del clan Jhümi, ha herido a Drach, del clan Jhümi, esposo de Jhïle, una de las cinco líderes. Comprendes la gravedad del asunto, ¿cierto?

Busqué con la mirada a Jhëren, estaba junto a los sabios guerreros, quienes parecían ser los encargados de mantenerlo vigilado. Uno de ellos, el que esa mañana me había hablado en mi lengua, giró hacia mí y me dedicó una mirada fría.

—Jhëren nos ha informado que Drach quiso aprovecharse de su omana y que por ese motivo lo hirió —dijo, sin dejar de mirarme de esa forma intimidante—. Ambos pertenecen al clan Jhümi así que la voz de ambos puede ser cierta como falsa, necesitamos oír tu voz ahora.

Yamila me miró, al igual que las líderes, con Jhïle dirigiéndome esa mirada de odio que, si no fuera porque me rodeaban las guardianas, estoy segura de que se lanzaría sobre mí para apuñalarme.

—¿Qué dijo Drach? —pregunté al dirigir mi mirada hacia él.

—Lo que dijo no importa, pequeña, nos interesa tu voz —respondió Yamila con tranquilidad.

—Fuimos amigos prácticamente toda la vida, allá en Irinnoa, solo quería hablar con él —fruncí el ceño al mirarlo, viendo la sonrisa de lado que él me dedicaba—, pero él se abalanzó sobre mí y comenzó a toquetearme, si no hubiese aparecido Jhëren yo no habría podido contra él.

—Eso es una grave acusación, niña —dijo una de las líderes, la que parecía un lobo blanco, mirándome con frialdad—. ¿Por qué motivo mi yerno dejaría de lado a su esposa para irse con una pequeña niña como tú?

—Si no me creen solo mírenle el rostro —escupí con odio—. Miren todos los arañazos que le dejé para que se apartara de mí, miren los moretones que me dejó en el muslo al sujetarme con tanta fuerza.

Khumé [ RESUBIENDO ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora