Los gritos despertaron a la reina. Rhaenyra alarmada se acercó con premura a su balcón y desde la altitud de la Fortaleza Roja pudo ver los siete infiernos.
Desembarco del Rey brillaba como las llamas de los dragones, los ciudadanos estaban alarmados.
-Mi reina, el populacho se ha revelado- Informó el Comandante de los Capas doradas quién entró con premura en los aposentos reales.
Rhaenyra se quedó en silencio mientras miraba a las calles una última vez- Reunid a los Capas Doradas y matad a todos esos bastardos.
El comandante se apeó de la habitación velozmente para dejar paso a los pequeños príncipes.
-¿Que pasa madre?- Preguntó el pequeño Aegon quién estaba abrazado a su hermano mayor con fuerza.
-Nada mi vida, unos hombres malos haciendo cosas malas pero tranquilo pronto morirán- Espetó Rhaenyra con locura en sus ojos mientras que con un brazo abrazaba a Aegon y con el otro a Joffrey.
En las calles los miles de ciudadanos armados con cuchillos embotados, piedras y las armas de los capas doradas caídos destruían todo a su paso.
Un grupo de extremistas enredó la estatua de Aegon el conquistador y la derribaron bajo la atónita mirada del resto de ciudadanos quienes tenían a sus hijos en brazos.
Un viejo encapuchado al que le faltaban casi todos los dientes, un brazo y un ojo se subió donde antes estaba las estatua y empezó a dirigirse ha todos los ciudadanos presentes en la plaza.
-¡Allí!- Señaló el Pastor a la colina de Rhaenys mientras miraba a su rebaño de puercos-¡ Allí viven los monstruos que nos aterrorizan ja ja ja, esta es la ciudad de esas bestias, si queréis recuperar vuestros hogares antes debéis matarlas!- El anciano empezó a reírse con locura-¡ Muerte a los dragones!
-¡Muerte a los dragones!- Sonaron miles de voces a la vez y entonces como una marea inquieta, diez mil ciudadanos se dirigieron a Pozo dragón.
La muchedumbre arrasaba todo a su paso, comercios, casas, todo y quien se interpusiera en su frenética marcha acababa aplastado.
Los pocos guardias que aun estaban vivos se reagruparon contra las puertas del pozo pero la muchedumbre los descuartizaron con las manos desnudas y se dispusieron a abrir las gigantescas puertas de hierro del pozo.
Cuando los portones se abrieron en el interior del pozo solo había oscuridad y mucho silencio.
Pero de repente el fuego iluminó toda la sala y los cuatro dragones encadenados y enjaulados empezaron a rugir y embestir los barrotes de sus celdas enfadados y sedientos de fresca carne.
-¡Muerte a los dragones!- Gritaron antes de entrar en tropel a el interior de la gigantesca estancia.
Morghul furioso bañó a decenas de ciudadanos en fuego. Los dragones encadenados y en el interior del Pozo no podían volar pero dieron guerra con garras, colmillos y fuego.
Los ciudadanos levantaron las puertas de las celdas y embistieron como locos a los dragones quienes los aplastaban mientras otras docenas de hombres y mujeres trepaban por su lomo acuchillándolos sin parar.
Mientras en la Fortaleza roja Rhaenyra agarraba a sus hijos mientras veía la destrucción del tesoro de su familia.
-¡Madre, Tyraxes está ahí, debemos ir a rescatarlo por favor- Pidió entre lagrimas Joffrey pero su madre solo lo agarraba sin decir nada.
Joffrey, furioso se zafó del agarré de su madre y se fue corriendo, si algo tenía claro el príncipe era que su Tyraxes no moriría si podía impedirlo. El heredero de Rhaenyra corrió por los pasillos hasta llegar al patio de la fortaleza donde se encontraba encadenado el dragón de su madre, Syrax.
Joffrey desató al dragón y lo ensilló para luego montarse en el. En cuanto Syrax sintió a un jinete desconocido sobre su lomo empezó a convulsionarse para tratar de librarse de Joffrey pero el joven consiguió con muchos esfuerzos hacer que el dragón elevase el vuelo pero cuando estuvo en lo alto las brindas se rompieron y Joffrey quedó colgando del dragón.
Syrax se agitó un poco más y así dejó caer al príncipe Joffrey desde los cielos. Cuando la dragona iba a volver a la Fortaleza Roja le llegó un olor a sangre, a sangre de dragón.
Syrax desplegó todo lo posible las alas y con rápido vuelo se dirigió a poso dragón en ayuda de sus congéneres.
Los ciudadanos yacían incinerados, aplastados y desgarrados a miles pero se llevaron con ellos a dos dragones.
Sueñafuego y Tyraxes se defendían dentro de sus celdas quemando a todo que se acercara. Un fuerte y bravo hombre trepó sigilosamente a la espalda de Tyraxes y le hundió una gran hacha de guerra en la cabeza, haciendo que la bestia cayese muerta.
Entonces Sueñafuego soltó sus cadenas y elevó el vuelo pero el desesperado y herido dragón se estrelló contra la parte superior del domo del Pozo y cayó sobre los mata-dragones aplastando a cientos de ellos.
Y cuando los apenas mil supervivientes pensaron que todo había acabado en el pozo aterrizó Syrax.
El dragón de la reina miraba a sus congéneres muertos con fuego en los ojos para rugir con total furia y segada por la ira, Syrax embistió a los asesinos de sus hermanos e hijos incinerando a cientos haciendo caso omiso de las heridas infligidas. El dragón bajó el cuello velozmente para devorar a unos ciudadanos y justo cuando los bastardos estaban entre sus fauces otros asesinos clavaron lanzas en ambos ojos de Syrax dejando ciega a a la gran dragona. Pero incluso sin ver Syrax aun olía a sus enemigos y con sus últimas fuerzas movió su cola como un látigo aplastando a los pocos cientos que quedaban para desafiarla.
Pero el dragón cansada y al borde de la muerte se echó en el suelo juntó a sus congéneres, Syrax se relajó y plegó las alas, iba a morir sí, pero al menos había vengado al resto de dragones.
Y a la mañana siguiente el sol se alzó rojo. Pues en una sola noche casi todos los dragones había muerto junto a uno de los últimos Targaryen, nunca los Targaryen volverían a ser tan temidos o respetados pues junto a ese amanecer sus últimos reductos de grandeza se volvieron cenizas esparcidas por un sinuoso viento de dolor.
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Danza de Dragones
FanficComo toda danza esta empieza con un anciano y una muchacha, el rey y su heredera, la princesa Rhaenyra. Pero cuando el buen rey cerró los ojos por siempre, la reina Alicent proclamó a su hijo Aegon señor de los siete reinos mientras que su hijastra...