Después de ti

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El caos se apoderó de la Fortaleza Roja, los ciudadanos embestían las puertas mientras que los nobles del interior trataban de encontrar a la reina, algunos para sacarla de Desembarco y otros para entregarla a los ciudadanos y ganarse así un paso de huida. Pero por más que registraran la fortaleza no encontraron ni rastro de la reina y su hijo ni tampoco de dos de sus guardias reales, como el viento se habían esfumado.

Los sollozos del pequeño eran lo único que se escuchaba en la bodega, Aegon no paraba de llorar preguntando por el destino de su último hermano y la única respuesta que recibía el príncipe era el silencio y las caricias de su madre quién bajo la raída capucha que llevaba puesta solo mostraba una mirada vacía mirando en la nada, pensando como pudo llegar a perder a todos sus hijos en esta estúpida guerra.

Aegon decidió callar y recostarse en el pecho de su madre, no quería volver a preguntar por su hermano pues ya sabía la triste respuesta aunque se negaba a admitirlo<< No, Joffrey es fuerte, no ha podido morir>> Se decía el niño pero la verdad le azotaba como un látigo a un cautivo de guerra.

El joven dragón decidió levantarse del escondrijo en el que se ocultaba con su madre y otros dos guardias. Rhaenyra y su séquito había vestido como unos campesinos y pordioseros normales, incluso el joven príncipe vestía con una capa con capucha raída imitando a su madre y a sus dos protectores quienes a pesar de todo habían escondido sus espadas bajo las capas.

En la bodega la oscuridad era total, lo único que iluminaba la estancia era un candelabro. El navío retumbó por el impacto de las olas haciendo que Aegon cayese al suelo para luego ser recogido por uno de sus guardias y ser sentado en las rodillas de su madre quién lo abrezaba con fuerza.

Tras días o semanas escondidos ahí, Aegon vislumbró por fin la luz del sol cuando uno de los marineros del navío abrió la escotilla de la bodega para dejar salir a los polizones, no había duda, ya había llegado a su destino.

Desembarcaron en la playa, pero Aegon tembló cuando se fijó en el entorno, el lugar siempre había sido intimidante y caluroso, pero el joven dragón se sentía en casa en esos peñascos, más que en la capital. Aegon alzó la vista y se fijó en la impresionante fortaleza que siempre había sido su hogar, aquel lugar donde rió por última vez junto a todos sus hermanos, Rocadragón.

Rhaenyra se rodeó a su hijo con una mano mientras se acercaban a un escuadrón de soldados Targaryen que los esperaban en la costa.

-Mi reina, mi príncipe, bienvenidos a casa- Habló el guardia mientras que con una mano hacía una reverencia para que Rhaenyra y su séquito se adentrase en la fortaleza.

Los pasos resonaban en todo el pasillo y Aegon cada vez tenía más miedo, habían ido allí para eclosionar más huevos de dragón pero por alguna razón sentía que eso no pasaría. El niño trató de hablar con su madre pero esta solo lo ignoraba y seguía adelante.

<<Algo no va bien, al llegar deberíamos haber visto o escuchado el rugido de Danzarín de la luna>>pero ningún rugido de dragón o batir de alas llegó a los oídos del pequeño y eso solo hizo que Aegon se estremeciera aún más.

Pero como un rayo los guardias que escoltaban a la reina y su hijo fueron asesinados por los soldados que iban tras ellos para protegerlos y estos apuntaron las lanzas a Rhaenyra y Aegon arrastrándoles a punta de lanza al patio principal de Rocadragón, cuando las puertas se abrieron la sorpresa llegó a los ojos de Rhaenyra, Madre e hijo debían ser fuertes pues ante ellos se encontraban un dragón moribundo y un rey loco.

-¡Hermana, bienvenida a casa!- Gritó el rey Aegon a su hermana Rhaenyra- Y tu también eres bien recibido querido sobrinito.

Dos guardias sujetaron a Aegon de los brazos y a su madre la arrastraron hasta los peldaños del trono donde su hermano se sentaba.

-Que imprudente de tu parte dejar a una niña a cargo de la fortaleza. Puede que Rhaenys me venciera en el Grajo pero tu hijastra y su danzarín de la luna mordieron el polvo rápidamente ante Sunfyre- Bufó el rey.

El joven príncipe miró al dragón de su tío, en verdad Sunfyre estaba totalmente destrozado y deforme por las dos batallas, el cuerpo del dragón era irreconocible y sus alas estaban quemadas y echas añicos, nunca volaría de nuevo.

-Maldito bastardo, espero que mueras pronto- Gritó Rhaenyra fuera de sí a su hermano, quién rió ante el comentario de Rhaenyra.

-Si, moriré- Aegon soltó una carcajada-Después de ti. 

Entonces el moribundo Sunfyre bañó a Rhaenyra en fuego para luego devorarla bajo la desesperada y aterradora mirada del hijo de Rhaenyra, quién forcejeaba con los guardias sin parar para tratar de salvar a su madre.

Los días posteriores a la muerte de Rhaenyra el príncipe fue sacado de las celdas y aceptado por su tío como parte de su familia y así Aegon, el segundo de su nombre se sentó en el Trono de hierro, pero la danza no acabó.

Los aliados de Rhaenyra seguían en rebelión contra Aegon hasta que solo seis meses después de sentarse en el trono, Aegon murió y fue sucedido por el hijo que vio arder a su madre para luego ser devorada por un dragón.

Y cuando el ahora rey y último hijo de Rhaenyra se casó con la última hija de Aegon, por fin la Danza de dragones se dio por concluida. Pero en las tierras de Poniente solo quedaba fuego y muerte. Cadáveres y esqueletos de dragones cubrían las tierras, y dos niños asustados intercambiando botos que apenas llegaban a entender y crías de dragones que solo vivían hasta alcanzar el tamaño de un gato era todo lo que quedaba de la poderosa casa Targaryen y sus dragones.

Solo fuego y sangre.

Danza de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora