VII - La Escuela Técnica

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Después de cierta edad, los jóvenes de Monte Belo, hijos de operarios de las fábricas, ingresaban en la escuela técnica para especializarse en alguna profesión. Era una tradición que las familias de la Villa Operaria seguían, ya que era la única opción de que las nuevas generaciones tuvieran futuro. Todos los colegas de Eduardo, en su franja etaria, se preparaban para hacer las pruebas de acceso a la Escuela Técnica, lugar en que podrían estudiar y, con un poco de suerte, conseguir una pasantía remunerada en alguna industria de la región. Pero si dependiera de Doña Catarina, el hijo no seguiría el destino de los otros. Era una mujer soñadora... No quería imaginarse al hijo estudiando para una profesión que no fuera la Medicina. Ella quería verle doctor, tener un futuro que nadie de su familia tuviera. Quería poner el diploma del hijo en la pared, cuando estuviese vieja, y saber cuántas vidas él salvó.

Ella sabía que si el hijo empezara a trabajar tan temprano, acabaría por estorbar a los estudios y a la dedicación total de la futura carrera de médico. No quería que la dura realidad molestase al sueño. Sin embargo, Roberto, su marido, era práctico y quería que el muchacho trabajase lo antes posible. Las ganancias no serían sólo para ayudar a sí mismo, sino también a la familia con los gastos de la casa.

Así que los dos, en una conversación, dieron voz a sus opiniones, la familia entró en pie de guerra. El padre aún intentaba ajustar las ideas. Creía que, en caso de que la tentativa de ser médico no saliera bien, el chico por lo menos tendría una profesión. La madre aún luchaba con uñas y dientes por su opinión, sabiendo que su voluntad nunca podría realizarse. ¿Pero desde cuándo los sueños se mantienen por mucho tiempo? Por eso, después de mucho discutir, fue decidido que el joven intentaría una plaza en el curso técnico, para tristeza de Dona Catarina.

— ¿Cómo nuestro hijo conseguirá disputar una plaza en la universidad, contra los "hijos de familia rica", que estudian en escuelas particulares, teniendo que trabajar de día y estudiar por la noche para terminar la enseñanza media? Será casi imposible realizar el sueño de ser médico – argumentó doña Catarina.

— Mujer, yo creo que es más un sueño tuyo que suyo. Él tiene que trabajar como todos los hijos de mis amigos, y no creo que "hijo de pobre" consiga llegar a una facultad en este país. Observa nuestra familia, no hay ningún doctor en área alguna – dijo el señor Roberto, enfático.

— Querido, hasta las cosas consideradas imposibles pueden ocurrir. Tú sabes que nuestro hijo es un excelente alumno.

— No puedo renunciar de la necesidad de que él haga un curso y trabaje. Todos los hijos de mis amigos de la fábrica colocan a los hijos a trabajar desde tierna edad. ¿Por qué yo debería ser diferente? ¿Por acaso somos ricos? Esta es nuestra realidad y es lo posible de hacer para ganarnos el pan de cada día – respondió Roberto.

Así, doña Catarina salió del cuarto triste, viendo el sueño de graduar al hijo en la universidad alejarse cada vez más. Desgraciadamente, la beca de estudios subsidiada por la empresa sólo abarcaba el primer año de enseñanza media, haciendo que las alternativas educacionales de Eduardo se volviesen aún menores en aquel momento.

Edu y sus amigos de la villa, Antonio y Carlitos, y casi todos los otros jóvenes de allí fueron a hacer la prueba en la Escuela Técnica. Eduardo sacó la mejor nota en los testes de evaluación y, enseguida se destacó a los ojos de los profesores del curso técnico.

Nilo Sato y Cristiano, sus amigos de la escuela particular, se pusieron tristes al saber que él dejaría el colegio para hacer el técnico.

— ¿Qué tal, Edu, de verdad vas a tener que salir de aquí para ir al curso técnico? – Preguntó Nilo Sato, triste, mientras Cristiano les observaba.

— No hay manera... Tengo que ayudar a mis padres y el curso tiene pasantía remunerada. – Pensó Eduardo.

— ¿Y en cuanto a cursar medicina, que siempre fue tu sueño? Siempre hablabas de cuidar de los enfermos y curar a las personas – indagó Cristiano.

El Bisturí de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora