Capítulo 2

222 29 5
                                    

(Música en multimedia: Tired of running - Rob Simonsen.

Picspam hecho por mí.)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No solía odiar los autos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No solía odiar los autos.


Cuando mi madre me había regalado mi auto en mi cumpleaños, me había alegrado mucho, porque, ya sintiéndome satisfecha y orgullosa de mi misma por tener mí licencia recientemente este año, solo necesitaba un coche y precisamente Paulina me había dado uno azul, de mi color favorito.

Ahora odio los autos.

Fue entre inicios y mediados de invierno. Cuando más nieve cae y más todo de blanco se pinta. Ange me había dicho que prefería el calor y era una de las cosas con las que coincidíamos.

"La mayoría dice que prefieren el frío porque prefieren taparse a sudar, pero yo prefiero el poder estar más libre de prendas cuando hace calor, tomando helados para refrescarte, o yendo a nadar a la piscina o al mar... claro que para eso necesitas una costa donde haya playa o algo parecido. Siempre he querido ir a una, es uno de mis sueños."

Era irónico, quizá, porque aunque haya vivido toda su vida en esta ciudad, no amaba la nieve como la mayoría. (De niño sí, como todos, obviamente.) Yo lo entendía, porque cuando estás acostumbrado a este tipo de invierno nevado, precisamente se vuelve algo normal, y lo que antes te parecía extraordinario deja de serlo.

Así era la ausencia de Ange, también. Mi compañero, que desde el principio estuvo ahí.

Yo no solía ser así, realmente. Por mí misma quizá siempre fui solitaria y un poco introvertida, pero sabía cómo ser feliz. Ange formó gran parte de la alegría en mi vida, por supuesto, pero no estoy diciendo que de verdad dependiera de él mi entera felicidad. (Ahora, así parece, pero recuerdo bien que no siempre fue así.) Recuerdo nuestras carcajadas tan frecuentes; siempre sabía cómo hacerme reír y hasta sacó el lado humorístico en mí que no sabía que tenía.

Así, nos apoyábamos el uno al otro, un par que se complementaba en cada sentido. Aún puedo imaginarnos caminando juntos, hombro a hombro con él abrazándome con un brazo, mi cabeza en su hombro. O él cargándome a su espalda con mis piernas abrazando su cintura y mis brazos su cuello. (Como simio, solía decir él haciéndome reír cada vez.) Solía cargarme mucho así. Muy seguido cuando teníamos que caminar se ponía frente a mí y ya sabía yo lo que proponía, así que saltaba a su espalda, y como tanto le gustaba, besaba esa parte sensible en su cuello que quedaba libre entonces. Me gustaba cerrar los ojos entonces, colgada de él; dando un pequeño beso cada cierto tiempo, ligero y delicado, provocándolo solo un poco. Si se cansaba antes de llegar a nuestro destino, ya fuera largo o corto el trayecto, me bajaba y seguíamos caminando. Claro que yo estaba consciente de que algunas veces no me bajaba porque se cansara, sino porque le abrumaban mis besos en el cuello.

Y es que yo nunca fui de las que daban muestras de afecto públicamente, pero esas veces que me cargaba "como a un simio", a mi parecer era sutil, algo que solo era entre nosotros y que mi cabello largo cubría de los demás.

Lo que daría ahora por besarlo, en medio de la calle, eufórica y profundamente, con todo el mundo observándonos a nuestro alrededor, incluso.


Te subes al auto de Ange junto con él en la parte de atrás, y su padre se sube en el asiento del conductor porque él y su esposa no son como Paulina, que confía tanto en ti al manejar. Le acaban de regalar el auto pero lo siguen llevando muy seguido a donde necesite ir porque se preocupan de lo que podría pasar, a pesar de que como tú, ya tiene la edad, la licencia y la capacidad. Así que el señor Aaron se pone al volante después de haberse ofrecido a llevarlos a la clase de teatro de Ange a la que ya estás acostumbrada a acompañarlo, y él te rodea con un brazo mientras tú miras tras la ventana con la música del disco de canciones que él y tú recopilaron. Les había parecido algo cursi y cliché de hacer pero al final la idea les gustó y terminaron por hacerlo.

En ese fugaz momento, se escucha Please Don't Say You Love Me.

«Doesn't mean my heart stops skipping when you look at me like that.»

Inconscientemente siempre cruzaban una mirada tú y Ange al escucharse esa línea, así que lo hacen, y tú sonríes al recordar el día en que la escogieron por cómo tú no habías dicho que lo amabas de vuelta cuando él te lo dijo por primera vez, tal como dice la canción. (Al día siguiente había sido de película, cuando tú por fin se lo dijiste de vuelta.) Y entonces, algo sale mal y de un momento a otro todo se vuelve negro.

Despiertas con luces artificiales disparadas a tus ojos, rodeada de personas desconocidas con trajes blancos y nieve blanca cayendo del cielo. Ves a un lado la ambulancia y el coche derrumbado, te empieza a latir desbocado el corazón y te desesperas cuando los extraños te impiden levantarte tan apresuradamente como quieres hacerlo para buscar a tu mejor amigo.

Te logras poner en pie y das un paso atrás porque no te sientes tan estable sobre tus pies, los extraños te ayudan sosteniéndote de los brazos pero luego caminas soltándote de ellos y aunque te gritan no escuchas lo que dicen y miras a tu alrededor buscando a Ange. Te duele la cabeza y oyes un zumbido constante en tu cabeza, frunces el ceño y te tocas la frente, donde notas un bulto y sientes un líquido que confirmas es sangre cuando alejas la mano y te miras los dedos. Lo ignoras y sigues buscando, gritando el nombre de tu ángel.

Entrando a la ambulancia alcanzas a ver que la persona que llevan otros extraños es a la que estás buscando y corres en su dirección pero no das muchos pasos cuando caes porque el suelo se mueve bajo tus pies, mareándote. Caes sobre tus rodillas y lloras porque el ángel se fue y todo es abrumador y te duele la cabeza, y el brazo también te comienza a doler y al verlo te das cuenta de que está en una posición antinatural.

Y tienes frío.

Y tienes frío

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

●○●  

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Fría PérdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora