Capítulo 7: El Duelo a Media Noche

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El duelo a media noche

La mañana del jueves estuvo muy agitada a cuenta de la clase de vuelo que tendrían aquella tarde por primera vez. Pero no sólo la emoción o miedo a montar en escoba se respiraba en el ambiente, si no que también sentido del ridículo. Ésto último surgió cuando un par de días antes apareció en el tablón de anuncios la noticia de las clases de vuelo junto con los alumnos de Slytherin.

—Perfecto— dijo Harry en tono sombrío—. Justo lo que siempre he deseado. Hacer el ridículo sobre una escoba delante de Malfoy.

—Tranquilo, no todo el mundo sabe volar... Por ejemplo, y no se lo digáis a nadie, yo tengo un poco de miedo a eso de subirme a una escoba... En clase de Educación física siempre me empotraba contra el potro en vez de saltarlo— dijo Gillian intentando animarlo, y quizá poniéndose más nerviosa a sí misma.

—Éso, y además no sabes si vas a hacer un papelón— dijo razonablemente Ron—. De todos modos, sé que Malfoy siempre habla de lo bueno que es en quidditch, pero seguro que es pura palabrería.

—Es cierto, Harry. Draco es de esas personas que hablan mucho y después no hacen nada, claro que no está seguro de que no sea cierto... Pero seguro que lo haces genial— dijo ella levantándole el pulgar.

El desayuno del jueves fue todo un saco de información sobre sus compañeros, pero siempre acerca del quidditch.

Se enteró de que Seamus Finnigan, al parecer, había volado en escoba desde que tiene memoria y Ron podría decir lo mismo. En cambio, Dean Thomas al ser hijo de muggles, en vez de volar en escoba desde muy pequeño, jugaba al fútbol desde que podía andar. Y hablando de fútbol, se sacó a relucir una amistosa discusión entre Dean y Ron. Éste último no entendía qué tenía de emocionante un juego en el que sólo había una pelota a la que había que dar patadas por el campo y no por el aire. También salió a la luz que Harry pilló a Ron intentando animar el póster de West Ham de Dean, para hacer que los jugadores se movieran.

Neville contó como vivió su triste infancia sin escoba porque su abuela no se lo permitía. Y a nadie le extrañó, dado que Neville se las arreglaba para provocar desastres en tierra.

Hermione aburrió a todo aquel que estuviera a su alrededor mencionando teoría sobre vuelo de un libro que sacó de la biblioteca que se llamaba, Quidditch a través de los tiempos. Estaba casi tan nerviosa como Neville, porque el quidditch no es algo que se pueda aprender de memoria, aunque al parecer lo había intentado. Neville era el único que prestaba atención, no quería perderse ni una sola palabra por si algo lo pudiera ayudar. Por suerte, para el resto de los que tenían que escucharla, aparecieron cientos de lechuzas repartiendo el correo como cada mañana desde que llegaron y la interrumpieron.

Gill no había recibido ni una sola carta, algo que era de esperar, claro. Pero Malfoy siempre recibía golosinas de parte de su madre y las solía compartir a regañadientes con ella, aunque Gillian nunca le pidió ninguna.

Aquella mañana vio el correo que llegaba a la mesa de los Gryffindor, un lechuzón entregó a Neville un paquetito de parte de su abuela. Lo abrió con muchas ganas y sacó una bola de cristal, que parecía estar llena de humo blanco.

—¡Es una Recordadora!— explicó—. La abuela sabe que olvido cosas y ésto te dice si hay algo que te has olvidado de hacer. Mirad, uno la sujeta así, con fuerza, y si se vuelve roja... oh...— se puso pálido, la Recordadora súbitamente se tiñó de un brillo escarlata—... es que has olvidado algo...

Neville estaba intentando recordar lo que se le había olvidado, cuando Draco, que pasaba por su lado, le quitó la Recordadora de las manos.

Harry y Ron saltaron de sus asientos, mientras que Gill se limitó a sorprenderse. En realidad estos dos, deseaban tener un motivo para pelearse con Malfoy, pero la profesora McGonagall, que detectaba problemas más rápido que cualquier otro profesor del colegio, ya estaba allí.

Una Segunda Oportunidad | 1er AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora