Capítulo III

853 69 7
                                    

Después de haber tomado una ducha bajé a cenar, repitiendo la rutina diaria de llegar tarde cuando todos ya estaban sentados a los costados de la gran mesa del comedor. Gonzalo estaba ubicado en mi lugar con una mirada fija en mis cabellos totalmente mojados. Obviamente no iba a desatar una discusión por un simple lugar en la mesa, pero traté de pasar desapercibida mi rabia producida por el solo hecho de pensar que lo estaba haciendo para molestarme una vez más. 

Ocupé el espacio vacío al lado de Paio y justo en frente de Gonzalo, a quien miré con tranquilidad para insinuarle que su intento de fastidiarme había fallado. Pero creo que ese sólo era el principio de su plan...  La hora y media que acostumbraba durar la cena fue colmada de molestias secretas que me producía Gonzalo, y me refiero a "secretas" porque siempre se las arreglaba para no ser descubierto por nadie. Cada tanto me daba una que otra patada debajo de la mesa que me hacía levantar la vista y verlo con una sonrisa malévola dirigida al plato para no levantar sospechas, o simplemente, robaba con rapidez de las grandes fuentes del centro todo lo que yo iba a pinchar con el tenedor. Parecía que estaba pendiente de todo, pero absolutamente todo, lo que hacía yo. Mis pequeños momentos de tranquilidad eran gracias a mis padres, quienes se encargaron de preguntarle todos los detalles de su vida al maldito huésped. Me asombré al escucharlo hablar tan seriamente, pensé que solo era un vago más como se caracterizaba de pequeño. Sin embargo, ahora estaba estudiando publicidad o algo así pero no se lo notaba tan motivado al contarlo como cuando hablaba de fútbol. Actualmente jugaba en primera del club de su nuevo barrio que, al parecer, se estaba catalogando por tener una nueva estrella.  Siempre creí que era uno de esos que no le importaba nada, que no se tomaba nada en serio, pero evidentemente sus increíbles ojos cafés brillaban de una forma especial cada vez que hablaba de su pasión. Para su suerte, mi padre era un oculto amante del fútbol por lo que estaba súper interesado en la carrera de Gonzalo y más que todo, en la gran paga que recibía.

                                                                                   ***

Eran aproximadamente las tres de la mañana, yo seguía tendida en la cama chateando con Micaela y sonriéndole a la pantalla del celular ante cada estupidez que se le ocurría a mi amiga. La puerta de la habitación de al lado se oyó cerrarse hace casi media hora al igual que la de mi hermano, seguramente los dos se agotaron los pulgares de jugar videojuegos, hasta creo que algún día se quedarán sin huellas digitales.

No tardó demasiado tiempo en que a mi amiga se le ocurra otra locura como la de hace un día atrás, de hecho, sólo pasaron cinco minutos para que ideara y planeara otra salida clandestina con los mellizos. 

-En media hora estaremos estacionados en frente de tu casa. Por favor, trata de que no te vea nadie. Susurró del otro lado del teléfono, guardándose la ansiedad que llevaba por pasar otra gran noche. 

Inmediatamente me levanté de la cama y me arreglé sin hacer ningún tipo de ruido. Me gustaba hacer esto, y no sé si debía ser llamado rebeldía, sino que más bien me gustaba la adrenalina, correr riesgos o simplemente sentirme viva. Estuve llena de prohibiciones desde que nací y me parece una completa y real idiotez. Me lastima ser el tipo de hija que mis padres no hubieran querido, duele el saber que me han comparado toda la vida con alguien más, pero duele mucho peor cuando llega el punto que hasta tú mismo empiezas a compararte con las demás personas. Persona que pase por tu lado siempre será mejor que tú, más bonita, más flaca, más exitosa, se viste mejor, mejor hija, mejor en todo, mejor que tú. A veces me siento tan cansada, tan estresada, tan vacía, que no sé si necesito emborracharme, tomar un baño de agua caliente y masajes, un día de lluvia con café o faltar a todas mis obligaciones por una semana. Siento que odio todo, no tolero nada. ¿Qué mejor que despejarme una noche? No tengo nada, pero nada, que perder.

Bajé silenciosamente las escaleras mientras suplicaba que a mis padres no se les ocurra despertar por alguna razón. Cuando buscaba las llaves de la puerta de entrada oí que alguien tronó la garganta a mis espaldas para anunciar su presencia, me quedé congelada e inmediatamente rogué que no sea papá. 

-Espero que tengas un justificativo para salir a estas horas. Soltó una voz rompiendo el silencio, que inmediatamente comprendí que era la de Gonzalo. Revoleé los ojos y lanzé un suspiro para conservar mi cordura, cualquier grito a estas horas armaría un gran caos e implicaría uno de los crueles castigos de mis padres por intentar escaparme de casa.

-¿Cuál es tu problema? Solo eres amigo de mi hermano! Deja de molestarme de una vez por todas. Grité entre dientes para no llamar la atención. Inmediatamente me dí cuenta que llevaba el torso desnudo porque las luces callejeras que entraban por la ventana estaban alumbrando el costado derecho del mismo, dejando ver sus perfectos e impresionantes abdominales al igual que sus pectorales. Por dios, ¿cuándo creció tanto? La última vez que lo ví tenía las piernas como escarbadientes.  

-Sólo vine a buscar un poco de agua, no es mi culpa encontrarte a estas horas. Eres tú la que está haciendo algo indebido. Susurró con tono sarcástico mientras se balanceaba un poco y la misma luz delataba que sólo estaba llevando unos bóxers blancos. -Creo que a tus padres no les gustará saber esto. Agregó llamando mi atención y haciéndome volver inmediatamente la mirada hacia sus ojos que estaban un poco pequeños producto del sueño.

-Dime que tengo que hacer para que no les cuentes. Susurré mientras me resignaba a hacer todo lo que me pida, pues ya había visto de refilón el auto de los mellizos estacionado al frente de casa.

-Puedes llevarme contigo y presentarme a tus amigos que están esperándote y estás tratando de ocultar o simplemente esperar el castigo de mañana. Contestó soltando una de sus sonrisas y acomodando su flequillo como siempre. 

-Por qué haces ésto? Nunca te he hecho nada, has estado molestándome desde que tengo memoria. Déjame en paz! Te odio! Afirmé antes de acercarme a él y empujarlo suavemente como un símbolo de no tenerle ni una pizca de miedo.-Y olvídalo, no vendrás. 

-Ok, entonces me odiarás mucho más mañana hermanita. Respondió sosteniendo mis finas muñecas otra vez, que por cierto, no habían logrado moverlo ni un centímetro con el empujón.

-Ve a cambiarte. Y ni se te ocurra volver a decirme así, ya no soy una niña. Asentí mientras aguantaba mis ganas de asesinarlo en ese mismo instante.

Love Me || BianzaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora