VIII

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Lleve a Meg a visitar primero la cabaña de Zeus. Ahora mismo no había ningún campista durmiendo allí pues Jason se había ido junto a Piper en la búsqueda de Leo Valdez.

Después pasamos de largo la de Hera, probablemente recibiriamos algún castigo por ello, pero era demaciado aburrimiento detenerte allí.

La tercera cabaña pertenecía a papá así que tampoco nos detuvimos. La siguiente era de Deméter. Le expliqué lo básico a Meg, como que allí vivían las hijas e hijos de Deméter, quiénes vivían actualmente allí y cosas así.
Meg estaba muy habida de información, pues para ella todo esto era totalmente nuevo. Aún después de minutos ella aún seguía contemplando con mucha curiosidad la cabaña de la diosa de los cereales. Y no podía culparla, está era de mis cabañas favoritas, con todas esas plantas y colores.

— ¿Y cómo sabes de quién eres hija? —preguntó Meg mientras nos dirigimos a la cabaña de Ares.

—Cada dios lo hace a su modo, crean una señal —expliqué—. En el caso de Percy y mío fue de la misma manera. El símbolo de Poseidón sobre nuestras cabezas —dije frunciendo el ceño tratando de recordar algo que pasó hace siete años más o menos—. En el caso se un amigo mío, hija de Afrodita llamada Piper, su madre la bendijo durante la cena.

Meg asintió algo ausente, como pérdida en sus pensamientos. Probablemente preguntándose quién sería su progenitor divino.

Finalmente, nos paramos a unos metros de la cabaña de Ares. A mí no me gustaba acercarme demaciado.

—Esa de allí es la cabaña de Ares.

—Oh, sí. Le dí una patada a un hijo de Ares —dijo Meg hubicando a los hijos del dios dela guerra.

Abrí los ojos sorprendida. Esta niña sí que era un caso especial.

Como no había demaciado que admirar de la tosca cabaña, pasamos a la de Atenea, la cabaña 6.

Meg no mostró tanto interés en la cabaña de Atenea como en la de Deméter. Y yl pude entender eso, las hijas de Deméter eran mejores decoradoras que las de Atenea.

La siguiente cabaña también la saltamos pues Meg ya había estado allí, era la cabaña 7 de Apolo.

—Oye, ¿tú realmente sales con ese tipo? —preguntó cuando nos alejabamos de la cabaña 7.

— ¿Con Apolo? —pregunté. Ella asintió—. Sí, supongo que así se podría decir. ¿Por qué?

Meg se vió un poco acorralada.

—Te ves como una chica inteligente. Y Apolo es un idiota —dijo directa al punto.

Solté una risa incontenible.

—Bueno, Meg, si te parece un idiota ahora, me alegra que no lo conocieras hace unos años, entonces sí que era un idiota —le dije burlona pero después adquirí una cara más seria—. La verdad es que Apolo es mucho más de lo que crees. Sí, ahora está en problemas porque sigue siendo estúpido. Pero ha cambiado un montón y para bien.

Meg escuchaba atentamente así que seguí explicándole.

—De hecho, una de las causas de que su padre lo convirtiera en mortal es que me dio un ingrediente escencial para una cura que salvaría la vida de un amigo nuestro —dije recordando aquel día en Delos.

— ¿Apolo hizo eso? —pregunto elevando una ceja.

Asentí.

—Aun cuando él ya sabía que su padre lo castigaría, decidió ayudarnos.

Meg parecía un poco reacia a creerlo. Pero tenía sentido. Hasta ahora, frente a ella Apolo sólo había actuado como un humano desproporcionado y con serios problemas psicológicos. Ese era el dios Apolo tratando de adaptarse. Pero estaba segura que cuando lo lograra, se convertiría en un gran personaje. Aunque no sabía que tan objetivo era ni punto de vista, pues yo amaba a Apolo así fuera un inútil.

Madre De HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora