Hace un calor insoportable. Vuelvo a casa después de un arduo día ayudando a mi madre en los campos de centeno. Ella, como de costumbre, anda delante mía, así que tengo su pelo negro justo delante de mis ojos.
—Tenemos que pasar por la carnicería antes de volver a casa para comprar la cena -dice ella, en su habitual tono calmado. Yo no le respondo, no soy de los que hablan mucho, solo obedezco a lo que ella me pide.
La carnicería está situada en la zona comercial, justo en el centro del Distrito 9. Todos los negocios están situados aquí, por lo que suele ser una zona bastante transitada; hoy no es distinto.
Un largo campo en el que se planta avena y trigo separa la zona comercial de la residencial, que se compone de pequeñas casitas de madera, donde el salón, la cocina y el dormitorio son una misma sala. Es una zona amplia, ya que alberga toda la población del distrito, que tiene cerca de cuatrocientos mil habitantes.
En la carnicería no hay mucha novedad; casi siempre venden carne de pollo o ternera. Es raro poder permitirse carne de cerdo, y el pavo solo lo compran los más pudientes. Mi madre tiene una conversación amable con el carnicero, Hieron, un hombre corpulento, de pelo que solía ser oscuro pero ahora está lleno de canas, con ojos de un azul tan pálido como la nieve del invierno. Es el padre de Agnel, mi mejor amigo.
Está oscuro cuando llegamos a casa. La luz de la chimenea ilumina ligeramente la estancia. Entro por la puerta y veo a mi hermana en su cama, leyendo algo del colegio. Al entrar, las camas quedan a la izquierda, hay una mesa justo frente a la puerta, y a la derecha está la hornilla, el grifo y la puerta que da al baño.
—Bella, ayúdame, ¿quieres? -pide mi madre a mi hermana.
—Claro -responde ella, y se vuelve hacia mí-. Eh, Vance, ¿cómo te va?
—Bien -digo, encogiéndome de hombros.
—Hoy ha venido Marlyn a hablar conmigo. Dice que le gustaría verte mañana antes de la cosecha, en la placita de la fuente.
—¿Para qué? -pregunto, sin mucha sorpresa en mi tono de voz.
-—No lo sé, quiere verte. Vance, no seas tan frío, la pobre chica está muy cortada.
-—Vale, lo que tú digas -digo, ignorándola.Mi hermana resopla algo frustrada. Intento parecer indiferente mientras me pregunto para qué querrá verme Marlyn. Es una compañera de clase, una chica muy alegre. Le gusto, eso está claro, pero la verdad es que no sé si ella me atrae, y tampoco he tenido ganas de pensar en ello.
Lo que sí me preocupa es la cosecha de mañana, es lo único que despierta un sentimiento en mi, una sensación aterradora y espeluznante. La cosecha es la selección de un chico y una chica de entre 12 y 18 años a participar en los Juegos del Hambre. Los Juegos del Hambre es un concurso televisado en todo el país en el que 12 chicos y 12 chicas (llamados tributos) son encerrados en una arena en la que deberán luchar a muerte hasta que quede un único vencedor, al que se le concede una vida de fama y riqueza.
No tengo ganas de cenar, y tampoco tengo sueño, por lo que salgo a la calle y empiezo a andar. Ando sin rumbo fijo, sin ninguna razón lógica para hacerlo, como si mi cuerpo quisiera llevarme a algún lugar en concreto sin decirle a mi mente cuál es. Despues de llevar andando un cuarto de hora, me siento en la hierba (hace un rato que dejé atrás la zona residencial, y ahora estoy en un descampado). Es un lugar tranquilo, donde nadie me hará caso, me gusta. Me tumbo a mirar las estrellas, preguntándome en cuál de ellas estará mi padre, observándome. Cuando Bella y yo éramos pequeños, mamá nos contaba que nuestro padre estaba cuidando de nosotros desde las estrellas. No tardé mucho en comprender que eso significaba que mi padre está muerto. Murió poco después de mi segundo cumpleaños, así que no recuerdo nada de él. Mamá me explicó que mi padre padecía graves problemas de salud, y por eso murió tan joven. Bella sí conserva algún recuerdo de nuestro padre, y aunque no son gran cosa, significan mucho para ella.
Sé que los problemas de mi padre eran genéticos, que le venían de familia. Mis abuelos paternos están muertos, y de todos sus hijos solo vive mi tía Gratella. Por parte de madre solo vive mi abuela Anetta, una mujer muy bondadosa y comprensiva, la única persona con la que no soy el chico callado de siempre. Mi madre Odisee tiene un hermano llamado Kayl, que trabaja en la zona industrial del Distrito 9. Como solo tiene unos días al año de descanso, apenas lo vemos.
La noche es cálida y agitada. La luz de la luna lo ilumina todo de un tenue gris pálido, y de vez en cuando detecto la sombra de algún joven aterrado vagando por las calles, como yo. Desde los 12 años, todas las noches anteriores a una cosecha las paso fuera de casa. Al principio a mi madre le asustaban un poco mis escapadas nocturnas, pero ya está acostumbrada. Bella es más despreocupada que yo, "sabe" que a ella no le va a tocar ir a los Juegos del Hambre, aunque tiene 28 papeletas en el sorteo.
El sistema de las papeletas es sencillo. Cuando cumples los 12 años, se pone una papeleta en el sorteo con tu nombre, y cada año se añade una papeleta más, hasta que llegas a los 18 años, cuando tu nombre se repite siete veces en el sorteo. Eso si no se piden teselas. Firmar una tesela aporta una cantidad de cereal y aceite suficiente para una persona, a cambio de añadir una vez más el nombre del que la haya firmado. Con los 12 años yo pedí dos teselas, una por mi hermana y otra por mí (mi madre no me dejó pedir otra por ella), por lo que mi nombre se repitió tres veces en la urna; dos por las teselas y una obligatoria. Cada año me suman tres papeletas, y este año, que tengo 15, sumo 12. Bella sí que pidió una más por mamá, y este año hay 28 papeletas con su nombre.
—¿Qué horas son estas para estar aquí? -la voz me sobresalta. Reconozco inmediatamente a quién pertenece; es Agnel.
—Pues anda que tú -respondo-. ¿No puedes dormir?
—Claro que no.
Se tumba a mi lado y mira al cielo igual que yo. No decimos nada, no nos gusta hablar demasiado, apreciamos el silencio. Mi hermana nos abochorna a los dos parloteándo todo el tiempo.Pasan horas hasta que vuelve a hablar alguien de nosotros.
—¿Sabes? Tengo un presentimiento -dice Agnel.
—¿Cuál? -pregunto, curioso.
—Creo que mañana va a pasar algo sorprendente. Puede ser bueno o malo, no sé, pero un suceso está por llegar.
—Sí, la cosecha -respondo, quitándole importancia.
—No, Vance, es algo más que la cosecha. Algo va a ocurrir. Puede que incluso esté relacionado con ella.No me gusta lo que Agnel dice. Normalmente los presentimientos antes de una cosecha indican algo malo. No hay muchas cosas buenas que puedan ocurrir mañana. Prefiero quitarme eso de la cabeza, así que cambio de tema:
—¿Sabes que Marlyn ha hablado hoy con Bella?
—¿Qué ha dicho? -pregunta Agnel, intrigado. No es propio de él, pero tampoco le presto atención.
—Quiere verme mañana en la plazoleta de la fuente, no sé para qué.
—Esa chica está loca por tus huesos, deberías ir -dice.
—Tampoco le gusto tanto, ¿no?
Mi pregunta hace que Agnel ponga los ojos en blanco.
—Tío, hay que estar ciego para no verlo -dice Agnel, exasperado. Frunzo el ceño, y él sigue hablando-. ¿Y a ti te gusta ella?
—No.
—Eres tan cariñoso como un pedazo de hielo -dice Agnel entre risas.
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Los Juegos del Hambre: los Klauss
Science FictionDel Tratado de la Traición: En castigo por la Rebelión, cada distrito ofrecerá una mujer y un hombre de entre 12 y 18 años de edad en una "cosecha" pública. Dichos jóvenes, llamados tributos, pasarán a estar bajo la custodia del Capitolio y transfer...