Capítulo 8

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Entramos en un comedor que está al lado del gimnasio, lleno de carritos con todo tipo de manjares y alimentos. Comienzo a servirme diferentes comidas, todas con muy buena pinta, y me doy cuenta de lo hambriento que estoy. Los profesionales juntan varias mesas como una grande y se sientan juntos: los tributos de los distritos 1, 2 y 4. Espera, no... ¿Y el chico del 4? Lo veo junto a un carrito, echándose patatas fritas y filetes de una carne con pinta jugosa. Es alto, esbelto, de aspecto hábil y mirada inteligente. Tiene el pelo de un tono castaño claro, y ojos azules, así como una cara pecosa. Ignora por completo a los profesionales (incluyendo a su compañera de distrito, la que tiene aspecto de tanque), y se sienta solo en una mesa al otro lado de la sala, bastante cerca de mí. Su presencia me pone nervioso por alguna razón. Intento comer con normalidad, pero tengo ojos en el cogote. Cada vez que me doy la vuelta, lo pillo mirándome, y baja la cabeza rápidamente con una sonrisa burlona mientras yo contengo las ganas de levantarme y decirle cuatro cosas. ¿Por qué me pongo así?

-Esto... hola -dice una voz a mi lado. Cuando me vuelvo, veo al chico del 10, al que amenazaban antes con los cuchillos. No puedo evitar serle simpático.
-Hola, ¿cómo estás?
-Sigo teniendo miedo. Igual en un descuido de Tiberius me pillan y me matan -dice, tembloroso.
-No creo, Tiberius no parece descuidarse -respondo, en el intento de tranquilizarlo.
-Vi que querías reaccionar para ayudarme, te lo agradezco de verdad.
-No es nada. Tampoco iba a dejar que te hagan daño pudiendo evitarlo. ¿Quieres sentarte conmigo?
-Vale -responde, más animado, arrimando su mesa a la mía. Comemos en silencio, pero al menos no estamos solos. El tributo del 4 sigue observándome, pero decido no hacerle caso.

-¿Cuál es tu nombre, pequeñajo? -le pregunto al niño del 10.
-Soy Zac, y no me llames pequeñajo -responde, molesto-. ¿Y tú cómo te llamas?
-Vance.
-Un placer, Vance, yo soy Leon, 17 años, Distrito 4.

Me vuelvo hacia la izquierda y lo veo sentado en una mesa pegada a la mía, comiendo con total naturalidad.

-¿Y tú qué vienes a buscar? -pregunto, en tono brusco.
-Nada, la verdad. Solo me preguntaba por qué me observabas tanto.

Decido que no debería seguirle el juego, que solo quiere molestarme y que debería ignorarlo. Zac no piensa así y le pregunta:
-¿Por qué no estás con los demás profesionales?
-Porque yo no soy uno de ellos -responde Leon con simpatía-. Los detesto, igual que vosotros, y quiero formar un motín contra ellos, para que queden mal armados y faltos de alimentos. Ése es su punto débil.
-¿Y cómo se supone que debo creerte? -pregunta Zac. Aunque pequeño, Zac parece inteligente.
-¿Ves a esos de ahí? -pregunta Leon señalando a un grupo de tributos de muchos distritos distintos, que se agrupan como los profesionales pero en otro lado apartado-. He sido yo quien los ha convocado ahí a todos.
-¿Y qué hacen? -pregunto; la conversación empieza a interesarme más.
-Piensan en un plan para reducir a los profesionales y aniquilarlos. No será como otros años, en los que los profesionales matan a sus enemigos uno a uno mientras van en manada. Esta vez los débiles formaremos una gran alianza y nos haremos más fuertes que ellos. Después simplemente podemos separarnos, que cada uno vaya por su camino y punto.
-Así los juegos serán más justos -añado, de acuerdo con la idea de Leon-. Deberíamos unirnos a ellos.
-Id vosotros -responde Leon-, yo tengo que hablar con tu hermana, sería buena ayuda.

Mientras Leon se dirige a la mesa que tiene mi hermana sola en un rincón, Zac y yo nos unimos al creciente grypo: lo componen los dos tributos de los distritos 5, 6, 7 y 8, las chicas del 3 y el 10, y los chicos del 11 y del 12. Añadiendo a Zac, a Leon y a mí sumamos la aterradora cifra de 15 tributos. Los profesionales, como es obvio, no lo pasan por alto, pero tampoco pueden hacer nada.

Me siento junto al chico del Distrito 12, y empiezo a reírme al recordar su rubor al aparecer desnudo y cubierto de polvo negro delante de todo Panem.
-La desnudez es el último grito en moda -dice en su defensa, como si me hubiera leído la mente, lo que me hace reírme aún más-. Ah, cállate.
-Soy Vance, Distrito 9 -le digo, tendiéndole una mano.
-Rave, 12.
-Parece que a los dos nos han abandonado nuestras compañeras de distrito -comento.
-Adma no quiere aliados bajo ningún concepto. ¿Qué ocurre como tu hermana?
-Tengo la impresión de que me está dejando de lado. Igual ella tampoco quiere aliados -digo, intentando parecer despreocupado-. Bueno, ¿cuál es el plan?
-Hay quien apoya el plan del chico del 7: que todos huyamos y dejemos que los profesionales se hagan con la cornucopia, y luego los atacamos en emboscada como podamos.
-Ese plan es un suicidio, solo llevaría a una victoria más rápida de los profesionales.
-La chica del 3 propone algo más arriesgado, pero puede ser efectivo. Su plan consiste en que en el mismo momento del comienzo vayamos a por los profesionales y nos abalancemos sobre ellos antes de que puedan llegar al cuerno.
-Eso podría frenarlos, pero igualmente podrían llegar a las armas antes que nosotros. Necesitamos dividirnos en dos grupos: los que estén a los lados de la plataforma de un profesional deben ir a por él por ambos lados, y el resto a por las armas. Los que vayan a por armas deben armar a los demás y todos acabaríamos con unos profesionales desarmados y débiles. Luego repartimos los recursos y cada uno se va por su lado.
-¡Escuchad todos! -exclama Rave, eufórico-. Aquí hay un plan que podría funcionar. Cuéntalo, Vance.
-El plan -cuento, a un volumen en el que los profesionales no pueden oírme- consiste en que al principio de los juegos, los dos más cercanos a la plataforma de un profesional deben embestirle por los dos lados, algo parecido a lo que la chica del 3 ha propuesto. La diferencia está en que el resto debe ir a por las armas y repartirlas entre todos nosotros. Así podríamos vencer a los profesionales desarmados e indefensos.

Empieza a haber vítores y aplausos por toda la mesa, mi idea tiene un apoyo unánime.

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⏰ Última actualización: May 01, 2017 ⏰

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