Capítulo 5

20 2 0
                                    

Una luz dorada inunda el lugar donde duermo cuando abro los ojos. Es miércoles, día de la ceremonia de inauguración. Aunque mi reloj marca las seis y media, no puedo seguir durmiendo, así que decido darme una ducha. Abro el armarito en el que Bartha me dijo que habia productos suficientes para una higiene básica, y casi me caigo. ¿Para una higiene básica? No quiero imaginarme lo que sería una higiene completa en el Capitolio. Es exagerado, en casa usamos una simple pastilla de jabón.

Tras la ducha, me visto con una camisa roja y un pantalón blanco. Me pongo unas botas negras y dejo mi calzado raído junto a la puerta, además del pantalón que me puse ayer para la cosecha, pero la camisa la doblo y la meto en mi bolsillo. Nunca me perdonaría a mí mismo perder un recuerdo de mi padre tan importante. Cuando voy al vagón-comedor, veo a Nataley Berger sola. Lee un periódico atentamente mientras toma un líquido marrón oscuro en una pequeña taza. Se da cuenta de que he entrado cuando me siento en la mesa, y saluda:
-Buenos días, Vance. Te has levantado muy pronto.
-No quería dormir más, siempre me levanto muy pronto -digo.
-Hoy es un día muy importante, en el que tu hermana y tú podéis ganar muchos patrocinadores -me explica Nataley.
-¿Para qué son los patrocinadores?

Nataley me explica que los patrocinadores donan dinero a los mentores para hacernos regalos que pueden ayudarnos a sobrevivir. Cuantos más patrocinadores tengamos, nuestras probabilidades de supervivencia son mayores, ya que se recaudaría mucho dinero y se podrían hacer regalos muy útiles.
-Obviamente, los tributos de los distritos 1, 2 y 4 ya de entrada suelen tener muchos patrocinadores, pero puede que consigamos que sea distinto este año -me explica. Antes de poder preguntar cómo, me lo dice-. Podemos usar el factor de que sois hermanos a vuestro favor, eso podría hacer que muchos se compadezcan y os apoyen.
-Pero no quiero que se compadezcan de mí, y Bella tampoco. Ambos queremos hacer saber al público que lucharemos sin rendirnos, y demostrar que podemos sobrevivir sin depender de la pena que demos.

A Nataley se le ilumina la cara:
-Ese es el espíritu de un auténtico Vencedor. Tu hermana y tú tenéis mucho mérito, me gusta, y a muchos patrocinadores les gustará. Creo que solo necesitaréis entrenar duro, pero veo potencial en vosotros desde el momento en que os escogieron.
-¿Tú crees? No se nada en absoluto de lucha.
-El entrenamiento es efectivo, aprendes muchas cosas. Además, seguro que al menos sabes usar un cuchillo -obvia.
-Sí, para cortar la comida -mascullo. Nataley se ríe, y luego me explica:
-El cuchillo es un arma muy simple, pero muchas veces es crucial tener uno. Además, no es una simple arma, pues en una situación de supervivencia es una herramienta más que otra cosa. En el entrenamiento sabrás por qué.

Cuando son las siete en punto, un asistente del Capitolio trae un carrito con comida. Pone en la mesa un plato enorme con una montaña de patatas fritas, varios platos con unas lonchas de una carne que no reconozco, otros cuantos con huevos revueltos y una gran cesta con panecillos. Pone delante de cada asiento dos tazas que contienen líquidos oscuros y un vaso con zumo de naranja. Me fijo en los líquidos de las tazas: uno es cremoso y espeso, el otro fluido y ligero.
-¿Qué es esto? -pregunto. La pregunta hace reír a Nataley.
-El líquido amargo es café, el dulce es chocolate caliente -me explica.
Pruebo el contenido de una de las tazas; es muy fuerte, agudo y amargo. Toso varias veces y hago una mueca de disgusto.
-Sí, ese es el café -dice Nataley en tono cómico.

Pruebo el otro líquido, que es dulce y agradable. Dejo que el plácido sabor me llene la boca antes de tragarme lo que Nataley ha llamado chocolate caliente. De repente, se me ocurre mojar trozos de pan en la sustancia, así que cojo un panecillo y me pongo a ello. El resultado me gusta, es reconfortante. Me sirvo de todo lo que hay en la mesa, y me atiborro a comida. Mientras me pongo hasta las cejas de comida, Bella y Katrin entran en la estancia hablando tranquilamente. Bella se sienta junto a mí, me da los buenos días y se sirve. Al igual que yo, cuando ve las tazas con las sustancias marrones, se extraña.
-Esto es chocolate caliente -digo, señalando a uno de los pequeños recipientes-, y esto es café -señalo al otro.
Como si me imitase, Bella prueba el café primero, y su reacción a él es la misma que la mía.
-¡Esto está malísimo! -exclama, en tono de queja. Nataley se troncha, y yo esbozo una sonrisa. Cuando prueba el chocolate, se siente más aliviada.

Los Juegos del Hambre: los KlaussDonde viven las historias. Descúbrelo ahora