Capítulo 6

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Estoy completamente solo junto al carruaje asignado al Distrito 9 que nos paseará a Bella y a mí por el Círculo de la Ciudad. Llevo puesto el traje más increíble que jamás haya llevado: un chaleco del color del trigo que deja mis brazos descubiertos, en los que hay siluetas de trigo dibujadas con tinta dorada. A la altura del corazón tengo el símbolo del Distrito 9, en una tela que, según Amalia, brilla en la oscuridad. Los pantalones, del mismo color que la camisa, me llegan hasta las rodillas, y calzo unas botas de cuero negro. Se supone que los estilistas deben reflejar la industria de cada distrito en el aspecto de los tributos. Normalmente, nuestros tributos suelen llevar este traje en la Ceremonia de Inauguración, y aunque no es nada en especial, hay trajes mucho peores. Desde aquí veo a los del Distrito 5 disfrazados de placas solares, y los del 3 tienen un atuendo negro con una "pantalla" de plástico en el estómago, en la que está pegado el sello de su distrito en blanco. Los del Distrito 12, ruborizados, están completamente desnudos tras su carruaje, y cubiertos de un polvo negro que es supuestamente carbón: la industria del 12 es extraer carbón de las minas al este del país para el Capitolio.

Al fin llega Bella, con el pelo suelto en suaves ondas. Lleva un vestido del mismo color que mi atuendo, con el símbolo del 9 hecho de la misma tela, y calza unas sandalias pequeñas y simples, del mismo color que mis botas. Con ella van Nataley y Katrin, ambos vestidos de etiqueta.

—¡Hola, Vance! ¿Cómo te ha ido? -me pregunta Bella, animada.
—Bien -respondo, neutral-. La gente del Capitolio es extraña.
—Y que lo digas.
—Bueno, chicos, es hora de concentrarse -dice Katrin, interrumpiendo nuestra charla.
—Durante la ceremonia debéis estar juntos y demostrar que sois fuertes -explica Nataley-. Vance, ten en cuenta lo que hablamos en el tren. Bella, lo que te he dicho ahora mismo. Debéis demostrar que nada puede superaros, ese es el espíritu que buscan -Bella y yo asentimos-. Vámonos, Donegov, Nima nos espera.

Katrin y Nataley se van al mismo tiempo que vienen Amalia y Layla, nuestras estilistas. Hablan animadamente, orgullosas de su trabajo. Las trompetas indican que la ceremonia va a comenzar, así que todos los tributos subimos a nuestros carruajes.
—Sed fuertes -nos dice Layla, dando ánimos.

El carro del Distrito 1 sale del enorme recinto seguido por el del 2. Mientras salen, el himno resuena por todas partes, y las pantallas los enfocan: siempre tienen muy buen aspecto en el desfile. Bella y yo nos cogemos con fuerza de la mano, y levantamos nuestros dedos entrelazados mientras miramos al frente con decisión. Somos fuertes, somos invencibles, o al menos así me siento. La gente se fija en nosotros por ser los hermanos Klauss, famosos de la noche a la mañana, destinados a la muerte segura de al menos uno de nosotros. En este momento elegiría la muerte antes que la rendición. No tengo miedo de nada, no sentiría dolor alguno, nada me podría asustar. Llegamos al Círculo de la Ciudad, donde está el balcón presidencial, donde Coriolanus Snow habla cada vez que tiene que dar un comunicado. En este momento, un hombre bajito con algunas canas en el pelo se asoma sonriente por el balcón, del que cuelgan estandartes con el símbolo de Panem.

—¡Bienvenidos! -exclama el Presidente Snow, y hace una pequeña pausa para que el animado público guarde silencio. Cuando la multitud se calla, él prosigue-. Tributos, os damos la bienvenida, y os deseamos felices Juegos del Hambre. ¡Y que la suerte esté siempre de vuestra parte!

Empieza a sonar el himno, y todos miramos hacia arriba en señal de respeto. Las cámaras enfocan sobre todo a los del Distrito 1, pero también se centran en nosotros durante un tiempo. Aunque si tuviera que apostar, apostaría a que el 1 es el distrito favorito. Casi siempre son ellos o el 2.

Los Juegos del Hambre: los KlaussDonde viven las historias. Descúbrelo ahora