He cumplido treinta años. Qué manera tan auténtica para comenzar un prólogo, ¿no? Bueno, acabo de cumplir treinta años y, ¿sabes qué? Las relaciones siguen siendo relaciones. Ahora mis amigas suben fotos de sus bebés a las redes sociales y yo, mientras, intento buscar otra excusa para ponerme mañana con el proyecto para terminar la carrera que empecé hace más de diez años. Este último año de la veintena he estado intentando hacerme la víctima porque me he sentido estancada, aún en casa de mi madre, agobiada por pisos que no puedo pagar con mi novio porque no trabajo, yendo a las bodas de mis compañeras de universidad, incluso a la de uno de mis primos que parecía que no iba a casarse nunca, y todavía tengo esos sueños en los que, a los cuarenta, seré multimillonaria. Bueno, lo importante de la vida es tener un equilibrio entre lo realista y lo fantasioso. Más que nada porque sin fantasías te mueres del asco.
Y quizá, porque iba a cumplir treinta, surgió Aura. Porque rebobiné a mis veintiún años, cuando creía que la vida acababa de darme la primera lección de lo que es. Y, como yo no había podido hacerme lo suficientemente víctima porque nadie me hacía caso a mis veintinueve, recordándome lo genial que era mi vida, pues hice que Aura fuese la víctima. Y que disfrutase siendo la víctima. Y que quisiese serlo durante mucho tiempo. Y que, quizá, descubriese que eso es una mierda. Lo bueno que he tenido de conocer a Aura, es que he recordado esa parte de mí que era irónica ante las desgracias de la vida. Contando como desgracia: dibujar durante más de doce horas para que tu profesor de Análisis de formas gritase que no habías trabajado nada; o suspender una asignatura de la manera en que la apruebas: porque el profesor quiere; o que la amiga de tu novio le llame por teléfono mientras estás con él; que el Atleti pierda la final de Copa del Rey en el Camp Nou después de haber ganado la UEFA League al Fullham; o cosas realmente serias como afrontar que no vas a ver más a tu padre. A lo largo de estos últimos diez años, la vida me ha cambiado mucho, pero, sobre todo, la forma de ver las cosas. Y, a lo largo de estos diez años, lo único que he conseguido que no cambiara ha sido 1) el largo de mi pelo, no hay manera de que crezca, y 2) mi sentido del humor. Por eso esta historia tiene, sobre todo, una manera irónica de enfrentarse a ciertas cosas que parecen difíciles a la primera.
Pero, la verdad, aún tengo demasiado de adolescente. No podía dejar de contar con una visión muy inocente de las cosas, desde los ojos de un niño de catorce años. Una visión que intenta ser seria y sensata, pero que no tiene ni idea en realidad, como la de un chaval de diecinueve. Y esas palabras sabias que, de repente, alguien que ya superó la treintena, tiene para ti.
A mis treinta años, todavía no me resigno a ser un ser normal y corriente, con una vida normal y corriente, que tiene niños normales y corrientes, con trabajo normal y corriente y esas cosas... Seguiré victimizándome mucho por esto, pero pasito a pasito, trabajaré para ser excepcional. Más excepcional de lo que nací, quiero decir, ejem. Y por eso, hay una cosa que sí sé de Noel Gallagher, que él comenzó su sueño a los veintiocho años, como yo con No Te Emociones Tanto, y que él lo tenía ya todo a los treinta con Oasis. Estoy a tiempo. Tengo... 360 días exactos para conseguirlo.
Y hablando de Noel, vamos a situarnos en Manchester, en el año 1986. Casualmente, hace treinta años.
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¿Qué sabes de Noel Gallagher?
Lãng mạnManchester 1986. El novio de Aura la dejó hace unos seis meses. Va a cumplir veintiún años, tiene un trabajo que considera una mierda y sigue viviendo en casa de sus padres. Tiene una teoría sobre por qué la vida la trata tan injustamente y no tie...