13. Teoría de la Gravedad: o de ¿te estás dando cuenta del asunto?

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Había algo que estaba claro esos días, no sabía lo que era el amor. No sabía si el amor era el cariño que se le puede tener a un recién conocido, o si el amor era obsesión por un exnovio. No tenía ni la más remota idea. No estaba siendo consciente de hasta qué punto estaba desordenando mi vida sin querer. Yo ya me había acomodado en el papel de la chica borde, llorona, resentida y que no cabía en sus pantalones. Y ahora no sabía qué pasaba.

Me pasé la tarde del domingo tumbada en mi cama mirando al techo, con el disco de Revolver de los Beatles dando vueltas hasta que solo se escuchaba un zumbido que me avisaba que tenía cambiar de cara, así una y otra vez. Por lo menos me levanté a cambiar de cara seis veces. Y, cuando escuchaba Eleanor Rigby no podía evitar sentirme como ella, limpiando la Iglesia de quienes se han casado, sin saber por qué el mundo es feliz ahí fuera ni a dónde van los solitarios. Y sabía que aquello no me venía bien pensarlo, pero fueron tres veces las que sonó y las tres me sentí demasiado sola. No prestaba mucha atención a las canciones, sólo dejaba a la música sonar, pero una de las veces que sonó Love You To, pensé en lo que me había dicho Roddy. Me decía que me quería y que yo le quería, y sonaba a esas cosas que dice uno a la desesperada. Pero al llegar a esa parte de la canción en la que dice "Make love all day long", haz el amor todo el día, no pensaba en Roddy precisamente. Y me consumí en un millón de pensamientos que me tronaban en la cabeza y me daban ganas de preguntarme qué coño hacer, pero como era consciente de que no tenía respuesta, pues no me lo preguntaba.

Me gustaban dos hombres a la vez. Digamos que uno nunca había dejado de gustarme, a pesar de todo. Y el otro no había empezado a gustarme, como quien dice. ¿Sería la resaca que me mantenía en ese estado pseudo-catatónico? ¿Sería que, de verdad, había terminado de volverme loca? ¿Sería Yellow Submarine sonando como Banda Sonora Oficial de la tarde?

Sabía cuál era la elección que todo el mundo me aconsejaría. Pero no estaba segura, para nada, de que fuera la que me hiciera feliz. Pero, a la vez, alejarme de Noel me resultaba tan doloroso... Era un chico muy tierno, pero era un chico joven, aún ilusionado con que las cosas se podían conseguir como si fuese fácil cambiar el mundo de la noche a la mañana. Y Roddy era tan jodidamente realista, me bajaba de las nubes si aspiraba demasiado. Le había echado mucho de menos durante un tiempo, me había acostumbrado a no verlo más e incluso había creído odiarlo. Pero, en ese instante, me costaba tanto perdonarlo...

No tenía ni idea de en qué jardín estaba metida. No quería hablar con mis amigas porque sabía lo que me iban a decir, llevaban meses diciéndomelo. No quería llamar a Roddy porque yo misma sabía que no era una buena idea. ¿Puede haber castigo mental mayor? Semanas después me daría cuenta de que no sólo me pasaba a mí, sino que el Rey de los Goblins también le hacía lo mismo a Sarah en Dentro del Laberinto. Aunque esa tarde yo no sabía de la existencia de Jareth todavía, para mí el malo de esta peli era Roddy y el otro era Noel. Y no sabía si era el bueno o el feo. O los dos.

Las palabras de Roddy me resonaban en la cabeza como esos ecos que les ponen a los actores de las pelis cuando se martirizan por algo, casi siempre les pasa cuando van conduciendo, no sé por qué. Una y otra vez escuchaba lo de «sólo quiero que seas sincera, ¿me quieres o no?». Y así como con eco: «¿Me quieres o no, me quieres o no, o no, o no?».

Increíble cómo me reconfortaba aquella tarde pensar que él me quería. Que estaba dispuesto a algo. No sabía a qué porque le había dejado con la palabra en la boca, pero me quería. Siempre le había negado la palabra desde enero. Quizá esa tarde me hubiera ahorrado tanta comedura de olla si hubiera hablado con él cuando tenía que haberlo hecho. Pero nadie me dejaba. Todos temían que cayera y, bueno, pasado el tiempo, parecía estar a punto de querer caer.

La última vez que cambié la cara al disco, fui a mi escritorio, que estaba lleno de ropa sucia y diferente porquería más. Alcancé una libreta que tenía purpurina de color azul, la abrí y pasé las hojas hasta dar con una en blanco. Agarré un boli y escribí «Pros/Contras», que era otro recurso muy típico en las series americanas, pero tampoco me sirvió de nada porque esto no era una puta serie, era la vida real. Además siempre he encontrado muy estúpido hacer listas. ¿Qué sabía yo de Noel como para poder rellenar una lista? Por ejemplo, al hecho de «él me salvaría la vida si unos de la mafia italiana me confundieran con uno de otra famiglia», pues no sabría muy bien si Noel lo haría. O una pregunta más fácil: «¿Se reiría en tu cara si el United pierde la Liga?», pues quizá no lo hiciera, aunque lo celebrara a mis espaldas.

Aquella tarde de domingo, fue de esas tontastardes de domingo de las que da pereza hasta hablar. No tenía ni ganas de verla final del Mundial que, entre otras cosas, ni me llamaba la atenciónArgentina ni tampoco la Alemania Federal. Yo no era consciente de dónde meestaba metiendo, pero había clara una cosa que dotaba de gravedad al asunto: yohabía hecho ilusiones a Noel Gallagher y eso estaba más claro que lamano en el gol de Maradona. 

¿Qué sabes de Noel Gallagher?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora