la furia

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Simón Alvarez:

El hombre comete errores de los que después se arrepiente. No me sentí orgulloso de lo que hice, no estaba orgulloso de lo que dije y sabía que la culpa de todo lo que le fuera a pasar a Ámbar caería sobre mí. Abrí la puerta de la mansión y la cerreta mis espaldas.

—Simón, se encuentra Paula en tu habitación. —dijo Mikaela, mi nana, una mujer que amaba más que a nada en el mundo, una mujer que había evitado que me autodestruyera cuando este maldito experimento de mi padre comenzó hacer efecto en mí como en tantos otros.

Mikaela me alejó de todos cuantos habíamos sido las ratas de Tritón Michael Alvarez, y sin importarla que pudiera hacerla daño, me llevó con ella y pudo apaciguar los dolores que sentía y que me obligaban a destruirlo todo, y a destruirme a mí mismo; ella intentaba día a día que yo fuera mejor persona, dándola igual las veces que encontraba que había destrozado la habitación o el salón, hasta que finalmente consiguió su propósito y empecé a poderme controlar. Unas semanas después de haberse asegurado de que me había conseguido domar, marcó a mi padre, a quien la situación estaba saliendo de las manos y con él llegó a un acuerdo.

Y desde entonces, Mikaela se convirtió en mi nana, en la única mujer que me quería más que mi propia madre, quien se la pasaba viajando.

—Gracias nana.—dije con tono deprimente aunque traté de parecer alegre como de costumbre.

Ella me miró...

—¿Ha pasado algo?.—preguntó.

—Nunca he sentido que mi vida es un completo desastre.—suspire—. Bueno, voy hablar con Paula.

Mika asintió.

Me dirigí a la habitación tras subir los escalones. Paula estaba parada junto a la ventana con los brazos cruzados. Sobre la mesa dejé las llaves de mi auto y el contacto de las llaves con la madera hizo que Paula me mirara.

—¿Cómo te ha ido con ella?

La miré...

—No estoy de humor para discutir.—dije sentándome en el sillón y empezando a sacarme los zapatos. Escuché que se acercaba sobre sus tacones y se detuvo detrás de mí acariciando mis hombros.

—Ultimamente has estado con ella ¿ahora tienes tiempo para mí?.—me aparté de ella.

No tenía tiempo para nadie, quer8a estar solo.

—Estoy cansado, necesito acostarme.—dije con toda la sinceridad de la que era capaz.

—Está bien, al menos me consuela saber que jamás te enamorarías de Ámbar por dos razones; la primera que es sumamente importante es porque no es de nuestra especie y la segunda, porque nunca te han gustado las rubias, ella no es de tu tipo.—a continuación ella tomó su bolso, se acercó a mí y se puso en cuclillas para alcanzar mis labios o solo el labio inferior—. Buenas noches, mi amor.

Ella salió de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas. Suspiré furioso.

Estaba claro que Ámbar jamás estaría con un monstruo, ni que se tratara de la típica película "crepúsculo". Yo era un monstruo y era eso lo que contaba, mi padre había desgraciado mi vida cuando yo sólo era un preadolescente.
Con la furia y la rabia que sentía, mis ojos adoptaron un color rojo, cosa que me pasaba siempre que estaba furioso. Tiré al suelo mi escritorio mientras oía mil voces en la cabeza:

Al menos me consuela saber que nunca te enamorarías de Ámbar ...

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