No me quería separar de Simón, lo vi caminar de un lugar a otro en su enorme habitación en lo que yo me encontraba sentada sobre la cama comiendo las patatas que me sirvieron. Le vi quitarse la camiseta que llevaba y mi corazón tardó en volver a latir, mis ojos estaban a punto de salirse de la órbita y mi mi mente empezó a imaginarse mil cosas a la vez.
—Le dije a Patricia que me marcara si pasa algo, cualquier cosa.—se puso una camiseta oscura.
Parecía un padre que se iba al trabajo y temía dejar a su hija de tres años a cargo de una niñera nueva.
—No soy una niña.—conseguí decir con la mirada en el bote de patatas. Ni si quiera tuve las ganas de seguir comiéndolos.
Simón se subió en la cama y se sentó a mi lado. Con una mano levantó mi mirada hacia la suya.
—Oye, volveré rápido, y estoy seguro de que con la compañía de Patricia incluso te olvidarás de mí.
Negué con la cabeza.
—No me quiero quedar aquí, ¿por qué no me llevas contigo?
—Qué mala eh.—dijo la voz de Patricia desde la puerta—. Yo organizando todo lo que vamos hacer hoy y tú rechazando quedarte conmigo.
Su comentario me hizo sentir un poco injusta, pero antes de que esta mala sensación se propagara por todo mi cuerpo, Simón me tomó de la mano.
—Todo irá bien, te prometo que no me tomará mucho tiempo ¿si?
Asentí sin elección. Sabía que no debía insistir que me llevara con él porque él no lo haría.
Besó mi frente y luego besó mis labios. Mi mano se aferró a su camisa mientras el beso se prolongaba.
—Te quiero.—dijo, último a presionar sus labios sobre los míos, se levantó y caminó hacia su hermana—. Espero que no hagas una de tus bromas pesadas.
—Tranquilo brother, sé que con flaca no podré sacarte ningún centavo.
Simón la dio un golpecito en la cabeza y salió de la habitación.
Miré el bote de patatas e incluso los odie.
—Bien, cuñada.—la voz de Patricia hizo que levantara el rostro —. Antes que nada, saca esta cara de funeral que nadie se ha muerto.—reí, incluso cuando ahora me parecía imposible—. Bien, ahora vamos a salir.
La miré sin comprender. ¿Salir para ir a dónde?
—Patricia...
—...nada de excusas, quirida, levanta tu trasero de la cama, vamos.—ordenó mientras golpeaba ambas manos provocando que el ruido de sus aplausos llegaran en toda la habitación.
Con un suspiro de júbilo, me levanté de la cama, las dos salimos de la mansión, mediante el recorrido me contaba que íbamos a un restaurante donde preparaban los mejores platos, después íbamos a ir a un gimnasio. Me miré y la miré a ella, ambas éramos flacas como para volver a romper nuestros huesos en un gimnasio, pero me contó que siempre iba ahí porque allá estaba un chico que la gustaba.
Vaya, la incontrolable Patricia enamorada.
Ella rió como si hubiera escuchado lo que dijo mi subconsciente.
Llegamos al restaurante, nos sentamos y el mesero nos atendió de inmediato, en realidad me sentí incómoda sentada en un lujoso restaurante donde todos parecían o eran gentes importantes.
Empezamos a comer mientras mi cuñada me hablaba de este chico del gimnasio, era bastante gracioso oírla hablar de él y la intensidad de cada suspiro que salía de ella.

ESTÁS LEYENDO
Último Aliento
De Todo. . . . . . . Último Aliento Ambar posó sus labios sobre los de Simón como él se lo pidió, esta vez el beso fue triste, dulce pero triste, Simón sintió que podía irse en paz tras haber respirado por última vez el aliento de la chica que amaba, la ch...