Capítulo -8-

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Alex

La semana siguiente a la broma fue toda una molestia. Al parecer los rumores de que había empujado a Clara a la basura se habían cambiado y exagerado, nadie se acercaba a más de unos metros, nadie, excepto Erik, además, me había aprendido la combinación de su casillero de memoria, a él lo molestaba Briant (El chico que había metido a Anne en el armario del conserje) y su pandilla, siempre en los recreos lo metían en su propio casillero.

Anne me ignoró, o tal vez sólo se hubiera enterado de los falsos rumores y se los hubiera creído, yo tampoco me acerqué a ella, temía el rechazo.

Esa mañana, apenas terminaron las clases, me fui directo a casa, no por los fideos instantáneos que me esperaban como almuerzo, sino porque mi mamá cumplía años.

Ya estaba pasando por el vecindario de las casas con dos pisos y estaba tan distraída que no noté que me seguían hasta que me tomaron del brazo y me arrastraron hasta una cerca rota.

- Entra. - Me mandó Anne, como si fuera a entrar al jardín de un desconocido.

Empecé a protestar, pero ella me interrumpió.

- No me interesa, solo entra, tengo algo que proponerte. - ¿Qué tanta curiosidad pueden causar esas simples palabras? Al parecer, bastante. No le dije nada más y entre dificultosamente por entre las maderas, tranquila, aunque ya varias preguntas se habían formado en mi cabeza.

Me tome un instante para admirar el lugar donde me encontraba, era un jardín grande pero descuidado, con una fuente y varios arboles, esa clase de lugar que sería una buena inspiración para un cuadro.

Cuando voltee hacia Anne ella me tomó la mano y me puso unos planos en ésta.

- Necesito ayuda. - Miré asombrada los planos. - ¿Qué dices? ¿Estas dentro?

Me extendió la mano. Yo la miré como si fuera el ser más raro del universo.

- No hablas en serio, ¿Verdad? - Ella me vio con algo de pánico, había usado el tono más burlón que pude. - ¿Cómo rayos crees que yo... me quedaría fuera de esto? ¡Es la mejor idea que he visto nunca!

Un poco de miedo no hace daño a nadie ¿Verdad?

Estreche su mano con una gran sonrisa, ella, en cambio, tenía una expresión de que, si tuviera la oportunidad, me ahorcaba. Yo solté su mano primero, casi con rudeza, no soportaba tener contacto físico por mucho tiempo.

- Uff - Solté, guiando el tema a otra parte - ¿Donde conseguiremos todas estas cosas?

- No te preocupes, yo tengo unas cuantas partes. - Miró al cielo, el sol estaba en su punto más alto, junto al viento que dejaba caer algunas hojas de los árboles que teníamos alrededor. Era el momento perfecto para una foto. - Sólo necesito que me traigas esta sustancia. - Señalo uno de los garabatos casi ilegibles que formaban el plano. - Estoy casi segura de que tienen un poco de eso en el salón de ciencias.

- ¿Insinúas que yo lo robe? - Ella se encogió de hombros.

- ¿Tienes una mejor idea?

Suspiré, por supuesto que no la tenía y ella lo sabía. Otra vez, pensamientos sarcásticos inundaron mi mente, los detuve a duras penas.

- Entonces... esto significa que somos... ¿Amigas? - Dijo de repente y me tomó por sorpresa, las personas normales hacen amigos a cada momento pero nosotros no nos podemos dar el lujo de confiar en alguien... aunque, se debe de tener bases y lazos para hacer una broma.

- Si lo quieres llamar de esa manera... - Eso fue lo último que se habló sobre el tema.

Duramos un rato más hablando, me explicó como había tomado la osadía de pedirle al señor dueño del jardín que la dejara usarlo como baticueva, eso fue mucho para mi y terminé diciéndole que si seguía llamando a las puertas de esa manera llegaría el día en que se encontraría a pedobear, eso no le causó mucha gracia y me refutó con que yo había llevado a una huérfana desconocida a su casa y que, además, la había dejado sola con todas mis cosas. Yo me encogí de hombros, pero en realidad, ella tenía toda la razón y aún me pregunto por qué lo hice.

Un paso hacia el límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora