Prologo: La representación

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La Reserva ha tenido sus cambios desde que los Voraces han formado parte de ka familia: casas nuevas, las formas de pensar, la pelea, la seguridad, pero había algo que no cambiaba. La zona donde los salvajes eran retenidos. En lo alto de un árbol, posado sobre una rama fuerte, estaba Leo, su vista viajando allá donde el cielo se vestía de hembras.

Ahí estaban ellas, las hembras regaló caminando tan tranquilamente, tan fuera de su alcance y felices, mientras que él solo podía desearlas. Gruño bajo, batiendo su cola de león de un lado a otro, enojado por haber sido etiquetado como salvaje, aunque así lo fuera. Le gustaba estar a los límites de la zona salvaje, desde ahí podía ver lo que nunca por ser cómo era; familias.

Se pasó la mano tras el cuello, dando un masaje al área que comenzaba a fastidiar, su vista se freno al ver una hembra primate, pero la descarto al verla tan delgada. Los cuerpos delgados no eran lo suyo, él las prefería rellenas y carnosas, con pechos que abarcarán sus manos, el simple hecho de imaginar aquello su cola se agito de un lado a otro. Él era diferente de los diferentes, ¿tan mal estaba?

Bajo del árbol de un salto, sintiendo sólo una leve punzada de dolor y comenzó a caminar una vez la sensación pasó, viendo con adoración y dolor su nueva jaula, árboles altos, espacios abiertos, lagos..., era la jaula más hermosa que pudo haber imaginado. Sonrió al ver la familia de Valiant, los pequeños felinos y a su esposa, Tammy, la menuda mujer que conquistó el corazón del león salvaje. El cual parecía un gatito a comparación de lo que era antes.

Cuando se acercó a saludarlos, el gruñido bajo del macho le advirtió algo muy obvio: Haz algo estupido frente de mi familia y te dejo sin cabeza.

— Buenos días, Leo. — Tammy le sonrió, echando una mirada fulminante a su compañero, a pesar de ser pequeña su carácter podía aplastar a docenas de machos... junto con su marido, claro.

— Buenos días a ti, Tammy. — saludo de regreso. — ¿Cómo han amanecido? — pregunto viendo a los críos, los cuales podrían pasar como niños de trece años.

— Muy bien, señor Leo, — Warrior mostró los colmillos. — me han crecido más los colmillos, ve.

— ¡Increíble! Serás bueno cazando venados, igual que tu padre.

— No lo alientes. — Tammy se cubrió la cara, los machos, críos y adultos, se rieron.

— No tiene nada de malo, Sexy. — Valiant acarició la mejilla de ella con la propia, Leo envidio ese momento.

— No quiero que lleguen todos manchados de sangre a la casa...

Leo sonrió al darse cuenta de la pequeña disputa que había iniciado por un comentario nada ofensivo, pero bueno, así era esa familia. Después de despedirse, reanudo su caminata, debía ir a su casa, quería alejarse del mundo rosa que muchos machos ya tenían el placer de tener. Al llegar a su casa sonrió de lado, el pequeño Winter, un husky siberiano, corría a su encuentro.

Era uno de los muchos cachorros que habían sido rescatados de las calles, ¿cómo los humanos se atrevían a dejar a un pequeño en las calles?

Levantó el cachorro en brazos, lo mimo un poco con caricias y volvió a dejarlo en el suelo, sintiendo al caminar como jugaba con su pantalón de chándal. Abrió la puerta de su casa, al poner un solo pie fue atacado por una fiera, un ser del mal, se rió bajo al sentir los pequeños colmillos de la cría, una tigre blanca. Rescatada de un circo.

Él muy bien podía estar con animales, y sabía en el fondo que también podía ser capaz de tener una compañera. Sólo le faltaba encontrarla.

Gian estaba que se moría del aburrimiento, su lindo y sexy compañero se había ido a hacer guardia en el muro y no volvería hasta la noche ¿qué clase de castigo era ese? ¿Por qué Dios la castigaba de semejante manera? Tal vez sea por aquella vez que... Si, era lo más seguro.

Leo (Nuevas Especies #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora