#10

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Leo despertó temprano, debía y quería aprovechar el tiempo que pasará a lado de Calista y lo haría de muchas formas, pero primero quería mostrarle lo que él hacia el día a día. Se levantó de la cama, yendo al baño a tomar una dulce rápida y al salir sonrió al ver a Calista ya despierta, con los rizos salvajes y las mejillas sonrojadas por el sueño, era hermosa.

— Buenos días, hermosa. — saludo, tomando un cambio y dejando caer la toalla, se sintió orgulloso al ver que ella no desvío la mirada, la vergüenza acabando poco a poco. — ¿Has dormido bien?

— Bastante bien, gracias. — sonrió de lado, quitándose cabello de la cara. — ¿Puedo tomar yo un baño?

— Por supuesto, por mientras haré un desayuno y de ahí puedo ir a por un cambio tuyo, — se acercó, después de haberse puesto los pantalones y le tomo el rostro entre las manos, acariciándole los pómulos. — ¿estás bien con eso?

— Si, yo, si. Muy bien.

Le besó los labios, ronroneando al sentirla corresponder y querer profundizar el beso, le dio un beso corto antes de salir de la habitación. Bajo las escaleras, mimo unos segundos a Adonis y Winter, al abrir la puerta para ir a la casa de Calista se detuvo.

Frente a él ya hacia una caja, la tomo y al abrirla el olor de Calista invadió su nariz, saco el contenido. Un vestido azul y unas sandalias, no había bragas... Bien, mejor. En el fondo del paquete había una nota, solo venía una D y muchos corazones, ¿la amiga de Calista?

Subió de nuevo a la habitación, llegando en el momento justo cuando Calista salió del baño. Ambos se quedaron viendo, era muy claro lo que querían hacer, pero Leo aparto la mirada, primero le quería mostrar su día a día y después, ya si ella lo aceptaba, le haría el amor hasta que el cuerpo les exigiera parar.

→♥←

— Y aquí es donde cuidamos a los cachorros sin hogar, — Leo abrió las puertas del establo, Calista sufrió un ataque de ternura. — son muchos, ¿no?

— ¡Si!

Se dejó caer de rodillas, acariciando cada cabeza peluda de los caninos que se le acercaban y riendo cuando le saltaban encima, pero eso también la entristeció, eran tantos cachorros... ¿y las madres? ¿los dueños? ¿por qué deshacerse de simples y adorables?

Busco con la mirada a Leo, el macho estaba cerca de otros machos, no los había visto cuando entro... Bueno, no es cómo si hubiera visto mucho después de ver a los cachorros.

Los machos le saludaron con un gesto de mano, salieron y los dejaron solos, ellos tan siquiera no habían sido tan groseros con Leo. También eran de la zona salvaje, lo más seguro.

— ¿Son tus amigos? — preguntó, Leo negó con la cabeza y sonrió.

— No, son sólo compañeros de trabajo.

— ¿Son también de la zona salvaje?

— Si, — se echó un costal de croquetas en los hombros, esas cosas eran pesadas y sintio orgullo de que él pudiera, ¿eso estaba bien o mal? — Son Killer y Orion, se llevan mejor con Roman.

— ¿Roman? — ladeo la cabeza. — ¿Killer? ¿Orion?

— Ellos eligen sus nombres, no yo.

Se rió bajo, le gustaba mucho ese Leo, el que hablaba con ella sin necesidad de estarla tocando. Lo observo atenta, el cómo con cuidado pisaba para no lastimar a algún cachorro y luego vaciar la comida en un cazo grande, donde todos pudieran comer. Entonces lo vio.

Un pequeño cachorro que carecía de una pata. Sintio su corazón romperse, lo tomo en brazos y se levantó, cargándolo, el cachorro no dejaba de temblar y ella sintio esa especie de conexión, sonriendo tomo un pequeño recipiente y Leo le sirvió croquetas, dándole de comer a parte al cachorro.

— Es chico. — la voz de Leo la saco se su ensimismamiento, lo volteo a ver y él la veía sonriendo. — Así se llama.

— Oh, entiendo. — le acarició una oreja al cachorro. — ¿Su mamá... Dónde está?

— Cuando la trajeron, a la mamá de él, estaba muy débil y su vida no había sido nada fácil, así que cuando parió pues... No soporto mucho. Tenemos veterinarios, pero ya estaba muy cansada de la vida, supongo. — tomo asiento a su lado. — Chico fue el último en nacer y fue el único en sobrevivir.

— ¿Esta solo?

— No, tiene a todos ellos. — acarició a un cachorro. — Cuando crecen les buscamos un ofició, los entrenamos para policías, bomberos, rastreo y guías de personas discapacitadas, no los dejarán solos de nuevo.

— Yo... ¿me puedo quedar con Chico?

Leo la volteo a ver, le acomodo un mechón de cabello y le besó la frente, para después colocar la de él en ella.

— ¿Lo cuidaras bien? — Calista frunció el ceño, luego sonrió.

— Lo cuidaremos bien.

Vio el brillo en los ojos de Leo, pero un ruido constante comenzó a sonar y las luces rojas comenzaron a prender y apagarse. Leo la tomo en brazos, camino hasta una montaña de paja y la acostó con sumo cuidado, Chico se removía inquieto.

Más cachorros se unieron a ella.

— ¿Leo, qué pasa?

— Entraron a la Reserva, quédate aquí, te quiero a salvo.

— ¿Tu lo estarás?

Leo solo le sonrió, la besó en los labios y salió del establo, dejándola ahí, encerrada.

→♥←

Dejarla había sido lo más difícil que había hecho en años, el verla preocupada por él... Debía protegerla, defenderla y para ello necesitaba sacar a los idiotas que se habían atrevido invadir la Reserva.

Por el rabillo del ojo logro divisar a Torrent, al canino le gustaba aventurarse por la zona salvaje solo para ayudar y eso significaba que tendría un gran apoyo cuando estuviera en peligro. Ambos salieron de la zona salvaje, después llegaron a la zona central y ambos frenaron por la impresión, parte del muro estaba caído.

Un carro ya hacia entre escombros y bajo llamas, humanos entraban y otros solo corrían lejos del peligro. Leo vio por primera vez a los voraces pelear, en especial a la amiga de Calista, sintió pena incluso por los humanos que eran golpeados por ella.

Torrent se lanzó a por otros humanos, los cuales llevaban armas de electricidad, unas caras largas con puntas filosas y con un alto voltaje. Leo gruño y se lanzó a golpear unos cuantos, arrebatandoles las armas y lanzándolas a los voraces, ellos parecían niños en Navidad con tales armas.

Jericho se unió a la pelea, el especie primate más grande, puñetazos poderosos y patadas dañinas. Una hembra voraz ataco a un humano que iba a por la espalda del Especie, fue solo una fracción de segundos que sus ojos se encontraron y siguieron peleando, hombro con hombro.

Un vistazo al bosque hizo a Leo jadear, varios humanos se dirigían ahí, pero también a la residencia de hembras. No la encontrarían, rogaba porqué no la encontrarán.

→♥←

¿Qué tanto se escucha? Calista se removió inquieta, los cachorros también y se obligó a calmarse, no debía ser así. Tenía que pensar en ellos y luego en ella y...

— ¡Oye! ¡Ven! — la sangre se le volvió escarcha, esa voz no era de Leo, ni de otro macho que conociera.

— ¿Qué? Es solo un establo.

— Escucha, hay algo dentro llorando. — Dhu, son cachorros. Rodo los ojos, algunos humanos eran una foto decepción.

— Esos animales pueden tener bebés, ya te lo había dicho. De seguro los crían aquí.

— Son asquerosos.

— Quememos el lugar.

Calista abrió los ojos como plato, se lavando de la paja a trompicones y vio asustada como las llamas comenzaban a iluminar el interior, devorando con lentitud la puerta, la paja...

Dio un paso atrás, no quería morir, no quería eso. Negó con cabeza, vio a los cachorros que se unían a ella, a su miedo y horror. Respiro hondo, debía pensar en ellos, no en ella.

Los iba a cuidar.

Y espero ser capaz de cuidarme a mi...

Leo (Nuevas Especies #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora