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Dejo a Calista con sumo cuidado en la cama, ella no había dicho palabra alguna y él sentía que se moría, no oírla le estaba matando. Quería que dijera su nombre o que tan sólo lo insultara, sólo quería escuchar esa bella voz de su leona.

Le pasó las manos por las mejillas, rozando los pómulos con sus garras y muriéndose de deseo por querer besarla, pero no lo haría. Había escuchado decir a muchos machos que eso sería como obligar a su pareja, él no quería eso.

- ¿Has comido algo? - preguntó sólo retirando una mano de aquella piel, para poderle acomodar el cabello.

- Estoy bien.

- No hice la pregunta para recibir esa respuesta.

- No, no he comido. - soltó un suspiro, bajando la mirada.

- Bien, te prepararé algo, en la recidencia de machos nos enseñaron algunos platillos así que... Te puedo hacer unos cuantos.

- ¿Puedo ayudarte?

Le levantó el rostro, perdiéndose en ese mar y ese bosque, un mundo en su mirada nunca mejor dicho. Aunque ahora había algo, una barrera, no, no. Eso no debería estar nunca cuando lo viera a él.

Sin decir más le besó la frente, no la obligaría a nada. Sólo quería que esa mirada volviera, quería mimarla y tenerla entre sus brazos.

- Descansa mejor, voy a mimarte leona, lo juro.

Poso su mejilla en la de ella, respiro hondo y sonrió cuando ellas hizo lo mismo, el respirar su aroma y conservarlo hasta que volviera a ella. Aunque ella no oliera, aún no se daría por vencido. Debía existir algo para que ella oliera, pero si no existía no importaba. La quería tal y como era.

Salió de la habitación, bajando las escaleras con paso calmado y sereno, cosa que le faltaba a winter y Adonis, la pequeña tigresa. Ambos cachorros jugaban por toda la sala, él soltó un suspiro y se fue a la cocina, alimentaria a su hembra.

Si es que los cachorros se lo permitían.

→♥←

Bien, la operación "Sellar corazón" no estaba resultando. Leo estaba entrando como Juan por su casa en su corazón, eso debía impedirlo ¿No?

¿qué haría Dysis?

La imagen de su amiga con unas enormes tijeras apareció. Calista se rió a todo pulmón, negó con la cabeza y se levantó de la cama, estaba algo débil por sólo llorar y comer galletas de avena, pero es que era lo único que su cuerpo había estado aceptando.

Camino hasta la ventana, viendo al sol consumir todo a su paso, era hermoso. ¿Leo lo sabría? ¿Le gustaría observar la vista que aquel lugar le regalaba?

Escucho la puerta abrirse, se giró y observo con adoración a los cachorros que Leo llevaba en brazos. Era un tigre blanco y el pequeño husky que la había "atacado". Sonrió, volvió a la cama y permitió que Leo pudiera a los cachorros en su regazo, ambos comenzaron a juguetear con su cabello.

- ¿Podrías cuidarlos mientras te preparo algo? - la petición de Leo la hizo reír.

- Claro, yo los cuido. ¿Cómo se llaman?

- Winter. - Señaló al cachorro canino. - Adonis. - señaló al felino.

- Bien, yo los cuido.

- Gracias.

Leo acarició la cabeza de Adonis, luego el hocico de Winter y salió, Calista sonrió entonces. Él, Leo, podría llegar a ser un gran padre. Wow, alto ahí. Demasiado tarde, su imaginación la estaba llevando a muchos lugares en donde Leo estaba a su lado y además había pequeños críos entre ellos.

Se puso a jugar con los cachorros, riendo y disfrutando de ese momento, pero los minutos pasaron a horas y el hambre comenzaba a hacerle estragos. Abrió la puesta, pisando con cuidado con sus pies descalzos, viendo cada parte con sumo interés. No había mucho, pero lo sentía bien.

Adonis y Winter pasaron por sus piernas, bajando las escaleras muy rápido y dando la vuelta a la derecha, ella los siguió y se quedó de piedra al ver el gran buffet sobre la mesa. Era demasiada comida y toda se veía delicioso, cuando encontró a Leo supo que era lo más delicioso de ese lugar.

- Que bueno que ya hayas bajado. - Leo dejó de hacer lo que sea que estaba haciendo solo para voltear a verla.

- ¿Cómo ha sabido que he llegado? - Leo en respuesta se toco la nariz, ella asintió. - Debe ser increíble eso de olfatear.

— No cuando el humano en cuestión no sabe que es higiene. 

Calista se rió bajo, la forma tan seria en que Leo había dicho aquello daba a entender que tenía experiencia de esas cosas. Él se acercó a ella, le tomo las manos y la insto a sentarse, ella obedeció, estaba débil.

Él tomo asiento frente de ella, tomo una cuchara y con esta cogió un poco de comida, le ofreció. Calista sonrió las mejillas arder, eso era demasiado íntimo...

Acepto la comida. Bocado a bocado, Leo le contaba cosas de temas triviales, nada que dijera muchas cosas personales. Aunque el momento para ella seguía siendo romántico, lindo y acogedor, había algo que no le permitía visualizar más. ¿Una barrera? Una barrera que se levantó por si sola, con temor de que le hiciera daño de nuevo.

Cuando Leo le ofreció otro bocado, ella sólo giró un poco la cara, él asintió y dejo la cuchara a un lado.

— ¿Por qué estás siendo tan lindo conmigo? Pensé que... — hizo una mueca. — que te era inútil.

— No, para nada. Eres... Increíble, importante para mí y aquello que dije en verdad lo siento mucho, pensé que lo menos era no estar juntos. Que era un peligro para ti.

— Eso no es cierto.

— Lo sé, ahora lo sé. — se levantó de la silla, tomando sus manos e instando a que se levantará, ella así lo hizo. — Te cuidaré de ahora en adelante porque eres importante, no dejaré que nada te haga daño, incluido yo. Ahora mi deber es cuidarte y saber de ti.

Esas fueron las palabras necesarias para derrumbar el muro que había en ella. Sonrió y apoyo la frente en el pecho de él, adorando la forma en la que la envolvía con sus brazos.

¿qué más daba? Lo quería.

→♥←

Leo tomo en brazos a Calista, ella se abrazó a su cuello y le envolvió con las piernas, quería hacerla suya, pero no quería que vieras aquello cómo si se estuviera aprovechando. Le besó el hombro, sonrió y camino hasta su habitación.

Adoro la forma en la que ella se frotaba contra él cuando subió las escaleras. No iba a mentir respecto a eso.

La recostó en la cama, acomodándo aquellos rizos antes de desnudarla, ella sólo lo observo. Atenta a sus manos y movimiento. Se dio la vuelta para marcharse, pero ella le sujeto de la muñeca.

— ¿A dónde vas? — cuestiono Calista, alzando la mirada.

— Al sofá, estaré bien. Es comodo.

— Duerme conmigo, Leo, por favor.

No necesito que se lo dijera dos veces, se despojo de las ropas y entro bajo las mantas, atrayéndola a él y adorando su piel desnuda contra la suya, pero le preocupo que el cuerpo de Calista temblara.

¿Le temía a la noche? ¿Viejos fantasmas la atormentaban cuando dormía?

Pienso espantar tus fantasmas. Pensó, mientras la abrazaba con más fuerza. No dejaré que te lastimen de nuevo.

Leo (Nuevas Especies #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora