Epílogo

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N/A: Cómo siempre digo, todo lo que empieza tiene un final, pues este capítulo es el final de esta historia. Siento si pensais que es demasiado pronto, pero en mi mente nunca estuvo el que se alargase en el tiempo. Gracias a todas aquellas personas que habeis leído, gracias a todas aquellas que habeis decidido comentar. Muchas, muchas, gracias. Las historias cobran vida gracias a vuestros comentarios. Gracias.

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Un anillo, eso era lo que buscaba con desesperación por las joyerías de NY, un anillo, no podía ser tan difícil de encontrar. Negaba con la cabeza, el problema no era el anillo, el problema era para quién era. Cualquier mujer de las que habían pasado por su vida, querrían el más grande, el más ostentoso, pero ella no era cualquier mujer, ella era LA MUJER, ella era Katherine Beckett, la mujer de su vida.

Salía de la enésima joyería con la frustración pintada en su rostro, con esa salida era una oportunidad menos para encontrar el anillo perfecto. Caminaba con los hombros caídos, quería tenerlo listo para esa misma noche, no quería escuchar nuevamente de boca de ella, eso de ¿dónde está mi anillo?

Se quedó parado en mitad de la calle, no era sólo el anillo, tenía que encontrar el lugar perfecto para proponérselo. Se quedó pálido, nunca en su dilata vida amorosa, había sentido el vértigo que padecía en aquel instante, porque nunca en su vida le había pedido la mano a la mujer de su vida.

Su suegro, tenía que hablar con él - Mierda- dijo al darse cuenta de que se le amontonaban las cosas pendientes.

Enésima joyería, entró sin esperar nada, y entonces lo vio, y sonrió, con la mayor sonrisa que un ser humano podría dibujar en su rostro sin que éste terminara desencajándose.

Tras pagar salió de la joyería, suspiró, al menos el anillo ya lo tenía, ahora sólo faltaba preparar la velada perfecta y hablar con su suegro.

Caminó hacía su coche, y tras hablar durante dos minutos, se dirigió al lugar en el que había quedado con Jim Beckett, Castle había intentado que la reunión fuese en territorio neutral, pero Jim estaba ese día hasta arriba de trabajo así que no tuvo más remedio que aceptar ir al despacho del abogado.

Por raro que pareciera, le sudaban las manos, la secretaria le había dicho que el señor Beckett le estaba esperando, pero él estaba parado frente a la puerta sin atreverse a dar ni un solo paso.

-¿No dijiste que Castle estaba aquí? - Jim abría la puerta y al tiempo que preguntaba veía al escritor inmóvil, pálido, mirando aquella puerta- Rick entra - le dijo el hombre con una sonrisa- No muerdo - Castle dibujó una pequeña sonrisa y comenzó a caminar dando tímidos pasos.

Una vez en el interior del despacho y tras escuchar la enésima disculpa por parte de su suegro por tener que hablar en el trabajo, ambos hombres se sentaron.

-¿Te apetece tomar algo? Alcohol no hay, pero café, agua, zumos, refrescos sí que te puedo ofrecer.

-Agua estaría bien señor Beckett - Jim le miró entrecerrando los ojos.

-¿Señor Beckett? ¿Qué has hecho?

-Nada, ¿por qué lo dice? - Preguntó el escritor revolviéndose en su silla.

-Porque soy Jim, porque hace tiempo que nosotros dejamos las formalidades a un lado. ¿Debo preocuparme? - Jim le servía una botella de agua junto con su vaso.

Rick tras dar un trago al líquido, y aclararse la garganta, comenzó a hablar.

-Jim, hace dos años entré en la 12th porque la inspiración para un nuevo libro llegó a mí en el mismo instante que conocí a tu hija. Desde el mismo instante que la tuve cerca me empecé a sentir atraído por ella, había algo en ella que hacía que quisiera conocerla más, deseaba conocer todo de ella. A medida que la iba conociendo mi admiración por la clase de persona que era crecía - Jim le escuchaba con una sonrisa de orgullo en su rostro- Y sin darme cuenta, esa admiración, esa necesidad de conocerla más se fue convirtiendo en amor- Jim le miró asintiendo y sonriendo- Me enamoré de su hija como nunca antes lo había hecho, en realidad, creo que nunca antes estuve enamorado. Su hija se convirtió en todo para mí, en mi vida, ahora ya no podría imaginarme una vida sin su hija a mi lado. Señor Beckett, mi mayor deseo, es casarme con su hija, por eso aquí y ahora le pregunto si tengo su permiso para que ese deseo se convierta en realidad - Rick soltó todo el aire que había ido acumulando.

Tomando RiesgosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora