CAPÍTULO CATORCE

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NO PUEDO DORMIR, no dejo de pensar en él y en lo guapo que estaba esta noche, recordando los buenos momentos que vivimos juntos antes de que todo se estropeara.

Sigue siendo el mismo, el chico tan dulce y divertido del que me enamoré, su mirada y como clava sus ojos en mí aún me hacen temblar.

Cuando faltan dos minutos para la medianoche recibo un mensaje de Lucas. Una amplia sonrisa recorre mi cara de oreja a oreja, es un mensaje simple pero me hace sonreír como una boba.

[[Hola Mia. Solo quería darte las buenas noches. Gracias por el rato que has pasado conmigo. Que descanses. Besos.]]

Los días siguientes transcurren como cualquier otro, el día más loco fue ayer en la despedida de Marisa que fue a lo grande, es una mujer muy dulce y que siempre se preocupa por los demás, se notó su falta cuando se fue, todos acabamos llorando de emoción.

Una de mis mejores amigas se marcha para seguir su sueño, llevaba mucho tiempo deseando poder trabajar para los grandes diseñadores y al fin se ha cumplido.

Ya ha pasado más de una semana de mi cita con Lucas, aunque no se si se podría llamar cita, pero supongo que lo fue.

Apenas hemos hablado desde entonces, yo con mi nuevo puesto de arriba para abajo todo el tiempo, y él con la empresa de su padre.

No he parado ni un momento, de hecho los tres primeros días después de que Marisa se marchara, apenas pude descansar, a parte de mi trabajo, tuve que enseñar a mi sustituta y aunque es muy maja, también es algo lenta, le tengo que explicar lo mismo más de una vez.

Por fin es viernes y estoy deseando llegar a casa, pero al salir de la agencia está lloviendo a mares y tengo que ir corriendo a casa porque no tengo paraguas ni coche.

Al llegar me encuentro con Lucas, está tapando la moto para que no se moje y cuando estoy a su altura me caigo delante de él.

Al principio se queda parado, no reacciona, pero después empieza a reírse sin parar.

—¿Me ayudas o vas a quedarte ahí parado riéndote de mí?

Le miro furiosa, me duele el culo y él se está riendo de mí.

—No hacía falta que te arrodillaras delante de mí —me da la mano para ayudarme y añade—. Solo tenías que pedírmelo por favor.

Me cojo fuerte de su brazo y en lugar de levantarme, hago fuerza para que acabe en el suelo junto a mí.

«Así aprenderás guapo».

Estamos allí los dos tirados por el suelo y empapados, finalmente se levanta, me ayuda, y al poner el pie en el cemento un dolor en el tobillo me hace gemir de dolor.

—Vamos, agárrate a mí —me dice y me levanta como si nada llevándome en sus brazos.

—No hace falta. Déjame en el suelo, estoy bien.

Al soltarme el dolor es tremendo, apenas puedo mantenerme en pie.

Sube las escaleras conmigo en brazos como si fuera poco más que un trozo de papel.

Yo me abrazo a su cuello y puedo sentir el olor de su piel mezclado con el olor a lluvia, es embriagador.

Llegamos a la puerta de mi piso pero no me suelta.

Soy Mia   ( Actualizada )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora