II

5.8K 952 321
                                    


Era su cumpleaños 26, sus padres habían ido a verlo a su departamento durante la mañana para llevarle comida y celebrar con él. Joshua vivía solo, acompañado de un pequeño perrito que le hacía compañía y le hacía olvidar la soledad. Sus padres estaban más viejos, él mismo se veía ya más adulto y maduro, su madre siempre se veía preocupada cada vez que estaba con él, su padre siempre le hacía gestos indicándole que no preguntara nada, pero Joshua sabía lo que aún aquejaba a su corazón, y siempre le daba la misma respuesta, intentando tranquilizarla y hacerla sentir un poco mejor.

- Estoy bien, mamá, no debes preocuparte. - le sonreía amplio y su madre siempre, siempre le respondía con una triste sonrisa y un fuerte abrazo tembloroso que le transmitía toda la tristeza y angustia en su corazón, sentimientos que él mismo sabía de memoria, pues era él quien llevaba 9 años solo, evitando a toda costa encontrarse con su soulmate y enamorarse sin remedio.

Era difícil, vivir siempre pendiente de cuándo su conteo disminuía, cuándo debía alejarse del lugar en el que estaba a toda velocidad hasta que el número aumentara y le asegurara que no sería ese el momento de conocer a su soulmate. Y era egoísta, eso lo sabía muy bien, estaba privando de felicidad a su soulmate escondiéndose de él, pero ¿Cómo podría afrontarlo? ¿Cómo podría decirle que solo podían besarse mil veces antes de que muriera sin remedio? Todos querían un primer beso, él mismo anhelaba la sensación de un par de labios suaves y dulces acariciando los suyos, un abrazo enamorado, la calidez de otra persona durmiendo con él, los latidos del corazón al ver a esa persona reír. Joshua lo había deseado toda su vida, conocer a esa persona, enamorarse, ser feliz; pero era imposible, pues tarde o tembrano él moriría y dejaría a esa persona sola, sufriendo, triste y con un corazón roto que nada podría curar. A veces Joshua se preguntaba si quizás había hecho algo malo, si quizás merecía ese destino asustado y doloroso. No lo sabía. Ninguna de las personas que habían tocado sufrir ese destino lo sabían. Solo los elegía, como quien elije un perrito entre el montón para llevar a casa, como quien elije la fruta más brillante antes de comerla. Él era la fruta podrida del frutero, defectuoso, y con un futuro terrible y solitario, el destino no lo había elegido a él para ser feliz.

Odiaba no poder darle la felicidad a sus padres, no poder darles hijos, nietos, o la simple felicidad de verlo a él feliz. No podia. Joshua estaba aterrado.

Fue su cumpleaños 27 cuando lo conoció.

Había sido rápido, caminaba tranquilo por la calle tras haber hecho unas compras, sin notar que el conteo en su muñeca había comenzado a disminuir a una velocidad considerable. Paró en seco cuando alguien gritó que tuviera cuidado, y por cosa de suerte alcanzó a ver a la persona que venía a toda velocidad en bicicleta directo a él. Alcanzó a moverse y evitar que lo atropellara, mas la otra persona no tuvo la misma suerte, pues al intentar evitar la colisión y mover el manubrio de su bicicleta había perdido inevitablemente el control y había caído hacia un lado con fuerza.

- Oh dios mío - dijo para sí mismo al ver al sujeto caer, y sin esperar ni un segundo más corrió a socorrerlo - Lo siento tanto, no te vi, ¿Estás bien? - se apresuró a preguntar mientras lo ayudaba a levantarse.

- Estoy bien - se enderezó con cuidado, dejando salir un leve quejido porque lógicamente debía doler - No es tu culp-

Levantó el rostro y ambos se miraron a los ojos.

Entonces ocurrió.

El chico quitó un poco de cabello negro de su rostro, revelando la cara más hermosa que haya tenido la suerte de ver en su vida. Ojos suaves y con un toque somnoliento, pestañas largas y cejas simples, relajadas, labios delgados y de un suave rosado que combinaba a la perfección con las mejillas ahora sonrojadas, haciendo que sus pómulos se notaran aun más. Movio sus dedos temblorosos a su cabello negro y largo una vez más con un movimiento delicado y exquicito que le robó el aliento a Joshua. Se miraron en silencio durante largos e infinitos minutos, hasta que el chico hermoso frente a él movió su boca lentamente hasta formar una sonrisa suave como seda, sonrisa que pronto se transformó en una risita nerviosa, mostrando todos sus dientes, perfectos y alineados en una sonrisa radiante que hizo sus rodillas temblar, su mano cubrió su boca con cuidado, cubriendo esa hermosa risa. No la cubras, déjame ver tu sonrisa, pensó, sin notar como aún apretaba con fuerza su mano tibia entre una de las propias. Temblaba, temblaba de pies a cabeza. Y entonces su mente hizo un click, un cosquilleo se apoderó de sus extremidades y entonces lo recordó.

Deslizó su mirada (con dificultad, no quería dejar de mirarlo) hasta su propio brazo. Miró algo temeroso su muñeca y ahí estaba, grande, radiante como si tuviera brillo propio, en su muñeca frente a sus ojos: un 0. De tamaño mediano, contrastante con su piel suavemente morena, un 0 que indicaba que la espera había terminado. Miró otra vez al chico frente a él quien, con la misma sonrisa permanente en sus labios de pétalo de rosa, lo miraba con un brillo en sus ojos que aceleraba su corazón a velocidades alarmantes.

- Soy Jeonghan - dijo con una voz nasal, suave como malvaviscos, pero poderosa pegándose con intensidad a sus oídos repitiéndose una y otra y otra vez como grabación en su mente. Joshua suspiró y dejó salir el aire que, sin darse cuenta, había estado aguantando.

Acababa de conocer a su soulmate.

Joshua estaba enamorado.

Era curioso. Joshua llevaba 10 años evitando a toda costa encontrarse con su soulmate, 10 años corriendo cada vez que el número en su muñeca disminuía un poco, 10 años resignándose a vivir una vida de soledad hasta ser viejo, cuando ya no le importe morir solo sin haber conocido el amor. Y aquí estaba ahora, apretando la mano de un total desconocido que, realmente, no era para nada desconocido. Su corazón latía, sus pupilas temblaban, sus dedos cosquilleaban.

- J-Joshua, soy Joshua – respondió luego de un rato de divagar y el chico le sonrió con la mirada, apretándole la mano y sacudiéndola de arriba abajo con suavidad.

- Mucho gusto, Joshua.

Dios santo, su nombre sonaba maravilloso saliendo de sus labios. Lo ayudó a levantarse y a levantar la bicicleta y, sin soltar su mano en ningún momento, pronunció tartamudeando las siguientes palabras: ¿Quieres ir a tomar algo conmigo?

Jeonghan aceptó.

Joshua pensó, en ese momento, que un soulmate no era tan mala idea después de todo, y que el tema de los besos podría arreglarse de alguna manera. 

mil besos. [JiHan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora