La lluvia moja los escombros polvorientos, fruto de los recientes bombardeos del Capitolio.
—Klauss, tienes que ver esto -dice Dingle Hethernett, mi principal ayudante. La sigo sin hablar hasta que llegamos a un puesto de mando improvisado en un pequeño edificio donde no nos harán mucho caso. Algunos soldados teclean en los ordenadores, otros supervisan la información, pero la mayoría mira a una enorme pantalla. Una periodista del Capitolio informa de las últimas noticias:
—Después de bombardear los puestos de los soldados rebeldes, el ejército nacional ha desplegado cerca de diez mil soldados en el Distrito 7, haciéndose oficialmente con él. Aún hay alguna resistencia rebelde, pero ya es muy pequeña. Ya son cinco los distritos liberados de los rebeldes...Me alejo de la sala, y voy hacia un chico que escribe sobre un mapa. La periodista tiene razón, cinco distritos han caído ante las tropas nacionales: el 2 fue el primero, seguido por el 4, el 3 y el 1. Y ahora el 7. Eso significa que ahora Panem está dividida en dos: la región occidental (controlada por el Capitolio) y la región oriental (bajo dominio de los rebeldes). Los distritos 9 y 10 son el frente, así que ahora mismo somos esenciales para que el Capitolio no avance hacia el este.
—¿Ha llegado la información a los demás distritos rebeldes? -pregunto a uno de nuestros interlocutores.
—Sí, señor -responde-. Inteligencia está pensando en una estrategia.
—Ponme con ellos -ordeno. El joven, sin decir nada, teclea algo rápidamente, y los líderes de los distritos libres salen en pantallas separadas.
—Esperábamos su conexión, 9 -dice la líder de los rebeldes del 11.
—La caída del 7 ha supuesto una derrota casi decisiva -dice el líder del 10-. No podemos permitir que las fuerzas nacionales avancen si queremos ganar esta guerra.
—Ahora el frente son los Distritos 9 y 10, uno de los dos será el siguiente en caer -explica el líder del 13.
—Hay que impedirlo de alguna forma -dice el del 6.
—Tenemos que crear un frente para impedir que los trenes y los vehículos del Capitolio pasen -digo-, y enviar refuerzos a nuestros distritos. Es importante que cubramos el cielo con patrullas aéreas, por lo que necesitamos que el 13 envíe aerodeslizadores.
—Somos ocho distritos -empieza a decir el líder del 10-. Dos de nosotros estamos en peligro de caer, por lo que seis deben enviar refuerzos. Los distritos 5, 6 y 13 pueden enviar ayuda al 9, y el 8, 10 y 12 pueden traer soldados aquí al 10.Seis de los líderes empiezan a teclear lo que supongo que serán órdenes. El líder del 10 y yo observamos los mapas con detenimiento marcando los puntos por los que el Capitolio puede avanzar. Las altas montañas separan la zona del Capitolio de la zona rebelde, un factor que podemos usar a nuestro favor. Para cuando tenemos todos los pasos de montaña marcados, el líder del 13 habla por todos:
—Las tropas ya están en camino, llegarán a última hora de la tarde a los distritos y a partir de entonces estarán bajo vuestras órdenes.
—¡Comandante Klauss! -exclama mi ayudante Dingle-. ¡Se acercan bombarderos por el sur!
—¡Todo el mundo a sus puestos! -exclamo con rapidez.
—Aún están a unos veinte kilómetros, señor -me informa Dingle.
—Ordena desplegar a la flota aérea, tendremos tiempo.
—De todas maneras, la flota está lista para un combate -dice Dingle antes de irse corriendo.Me conducen hacia unas barricadas hechas de escombros, donde han instalado ametralladoras de alta potencia, lanzacohetes y detonadores que harán estallar cientos de minas en caso de un ataque por tierra. Cojo una ametralladora y espero a que vengan los aerodeslizadores enemigos. Los nuestros patrullan los cielos sobre el 9 mientras las sirenas suenan por todas partes, alertando a la población para que se oculte donde pueda y a los soldados para que estén listos para responder al ataque.
Tras largos minutos, los aerodeslizadores enemigos aparecen por el sur. No son bombarderos, sino cazas de combate: quieren despejar un poco el terreno antes de bombardearnos. Empiezo a disparar directamente, y me sorprende la potencia de las balas, que liberan un gran estruendo al salir. Al acertar varias veces a uno de los aviones, el motor empieza a arder, y cae en picado sobre lo que antes eran los campos de trigo. Varios cazas caen en los próximos minutos, pero nosotros hemos salido peor parados: al menos un tercio de nuestros soldados desplegados han caído. Para cuando ordeno el despliegue de refuerzos, aparecen los bombarderos soltando bombas en cualquier lugar en el que haya soldados, destrozándolo todo. Mientras conseguimos derribar a uno de los cinco bombarderos que nos atacan, las fuerzas del Capitolio ya han eliminado a gran parte de nuestros defensores. Saben que ahora el Distrito 9 es un punto muy importante que tomar para su avance, y que será mucho más difícil para nosotros defender las regiones que controlamos, así que vienen a tomarlo, somos los siguientes en caer.
Todos los de esta barricada nos centramos en uno de los bombarderos, que viene directamente hacia nosotros, soltando bombas sobre las barricadas que hay más adelante y acabando con todos los soldados que hay en ellas. Se ve que alguien de nosotros acierta donde debe estar el piloto, porque el aerodeslizador empieza a caer... justo sobre nosotros. Soltamos las armas y corremos, pero no llegamos a ningún lugar. Lo último que recuerdo es estar rodeado de fuego.
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Los Juegos del Hambre: los Klauss
Science FictionDel Tratado de la Traición: En castigo por la Rebelión, cada distrito ofrecerá una mujer y un hombre de entre 12 y 18 años de edad en una "cosecha" pública. Dichos jóvenes, llamados tributos, pasarán a estar bajo la custodia del Capitolio y transfer...