Memoria de vuelta

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Kuzimu trago antes de dar un paso dentro de la casa, volvía a estar vacía, ya iban tres noches que Roman no se encontraba en su Hogar y él comenzaba a fastidiarse, lo peor era que tenía una frustración sexual de hace meses.

Se pasó la mano por el cabello, deshaciendo uno que otro nudo, estaba harto, le diría a Iona que misión fallida o que Roman era un completo caso cerrado, no había de otra. A pesar de que aquel enorme felino lo ayudo hace tiempo, no pensaba estar perdiendo su tiempo con él.

Cuando se dio la vuelta, una gran y fuerte mano lo sujeto del cuello, y lo alzó del suelo. Los ojos de Roman parecían arder en odio, ¿Acaso lo había recordado? Rezaba que no, menos cuando lo tenía sujeto del cuello.

— ¿Qué haces dentro de mi casa? — le gruño Roman cerca de la cara, encajando las uñas en la parte trasera de su cuello.

— Ni parece tuya, nunca estas. — De cuerdo, eso había sido muy estupido de su parte.

Roman apretó más fuerte, el aire ya no podía entrar muy bien a sus pulmones y su vista comenzaba a nublarse, debía decir algo que activase un destello o algo por el estilo, pero ahora con su cerebro sin mucho oxígeno no se le ocurría nada.

El gran felino camino dentro a la casa, con él aún siendo sujetado del cuello y cerró la puerta tras de sí, claro, un asesinato debía de ser lejos de los ojos curiosos. Roman se detuvo y lo alzó aún más, apretando con tanta fuerza que Kuzimu creyó haber escuchado los huesos de su cuello tronando...

— Iona. — fue la única palabra que salió de sus labios, espero a la muerte, pero esta no llegó, más bien lo único que llegó fue el oxígeno a sus pulmones, cuando Roman por fin lo solto.

— Lo conoces. — no era pregunta, era una afirmación.

— Si. — a penas si las palabras salían él. — Lo conozco.

— Dime. — se agachó frente de él.

— ¿Qué es lo que quieres que diga? — Fácilmente él podía derribarlo, Kuzimu podía contra Roman, mientras Roman no supiera nada, pero Iona los necesitaba a ambos. Sólo por eso pondría la cabeza abajo.

— Quiero saberlo todo.

***

Por segunda vez Roman vacío su estómago en el suelo, saber todo, de principio a fin, lo había hecho sentir del asco. No sólo con los humanos, sino con todo lo que utilizaron contra los suyos.

Recordar más de lo que había vivido se sentía pésimo, lo que hizo cuando usaron las drogas en él, cuántas hembras habían temido de él al momento de que las metieron a su jaula... cuantas él mato cuando no pudo controlarse.

— Lo lamento. — susurro el crío a su lado, Roman gruño en respuesta. — Sé que no sirve de nada, pero...

— ¿Cuál es el plan?

— Roman...

— ¡Solo dilo! — Rugió con fuerza.

Se levantó, pasó el dorso de su mano por la boca, limpiando el poco residuo que había quedado y se lavó las manos, Kuzimu lo siguió de cercas. Las ganas de romperle el cuello, desgarrarle las extremidades o simplemente darle un puñetazo, esas ansias de descargar la irá que llevaba dentro.

Se paseo en la habitación, de una esquina a otra, tratando de calmarse, el crío sólo lo observaba. Eso era bueno, no quería matarlo. Los destellos, uno tras otro avanzaban con rapidez a su memoria, lo hacían marearse o gruñir, pero uno en especial lo dejo de hielo.

Lluvia frente mio, me grita, me abofetea y se va...

Se sujeto la cabeza con ambas manos. Tal vez ella tenía sus razones para abofetearlo, él pudo haberse pasado de la raya, ella pudo haberlo mal interpretado y por eso sucedió aquello, pero otro destello más se abrió paso.

Roman (Nuevas Especies 10)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora