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Bastian quedo sin palabras, en lugar de una dulce anciana había una hermosa joven de no mas de 20años, lucía un vestido sencillo pero que se notaba que era caro, de color melón que ajustaba y resaltaba cada curva de su delicado cuerpo. El rostro de ella parecía de un ángel pero de un ángel amargado y Bastían podía entender perfectamente a que se debía.

-A su servicio mi señora- dijo Bastian con una reverencia; la muchacha se acerco y lo miro despectivamente.

-Parece peligroso, acaso usted quiere matarme?- pregunto indignada Ante al conde.

-No!!! Querida como se te ocurre, Bastian es un buen muchacho y lo compre por tu seguridad- aseguro el conde.

-Pues parece un mugroso, bueno mejor dicho es un mugroso; con esas ropas no lo quiero a mi lado- respondió Anet soberbiamente y Bastian tubo que contener las ganas que tenia de darle unas cuantas nalgadas a la estirada.

-Por favor querida dale una oportunidad al muchacho- pidió entre suplicas mas para ayudar al esclavo que por seguridad de su esposa, porque con solo verlo le hacia recordar su pasado y por eso quería ayudarlo un poco.

-Lo pensare, ya puede irse- respondió fría.

-Retirate Bastian- pidió delicadamente el conde.

-Con su permiso mis señores- y haciendo una reverencia Bastian se retiro.

Una vez que los condes se quedaron a solas, Ronald se acerco a su nueva esposa Anet.

-Por fin amada mía, eres mi esposa- dijo emosiondo el conde mientras abrazaba a Anet.

-Me esta lastimando-respondió asqueada Anet al sentir los brazos de su esposo rodeándola y los labios de el en su cuello.

-No seas quisquillosa querida y mejor subamos que ya quiero consumar esta sagrada unión- Anet tenia miedo y mucho asco desde que se entero que ese barrigón seria su esposo no podía alimentarse correctamente por todas las nauseas que le ocasionaba.

Es noche fue la mejor noche para el conde; poseyó a su joven esposa y comprobó que era pura, tenia la esperanza de que ya hubiesen ingendrado a su heredero.
Pero para la nueva condesa fue el peor día de su vida, solo quería morirse; cada ves que cerraba los ojos sentía a ese viejo moviéndose sobre ella y las ganas de vomitar subían por su garganta. Era tan grande el odio que sentía por ese hombre que dormía a su lado y de sus padres que prefirieron entregarla que buscar otra solución.
Se vio tentada barias veces en golpear la cabeza de su esposo con el candelabro que estaba cerca de la mesa de luz. Pero sabia que ella seria la única perjudicada.
En dos semanas de casados el conde la había tocado dos veces mas y ella ya no soportaba mas; pero esa mañana luego de desayunar salio al jardín a leer un poco y estando allí vio a los esclavos trabajar con los caballos y aunque estaban enlodados uno de ellos le llamo la atención por lo grande y fuerte que se veía, no pudo evitar compararlo con el conde y sintió deseo al imaginarse entre esos brazos fuertes y sudados.

La rebelión del esclavoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora