Capítulo 18

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Salí del dormitorio con la mente en blanco, el salón estaba hecho un desastre. No sabía en qué momento de la pelea llegué, sólo sabía que Yixing ya tenía la cara amoratada y manchada de sangre, llevaba la ropa rota y estaba peleando con Kim Jongin desde el sofá hasta las escaleras, rodando por ellas hasta llegar al suelo. Me miró durante un segundo cuando salí, y Jongin aprovechó el momento para darle un puñetazo y tirarlo al suelo, y empezó a darle patadas sin piedad alguna. Yixing parecía un muñeco de trapo bajo todas las patadas, pero sorprendentemente pudo zafarse y agarró a Jongin, presionándolo contra el suelo con su cuello fuertemente atrapado entre sus brazos.

Ya lo había dicho, él era así: justo cuando creías que estaba acabado y que iba a rendirse, sacaba fuerzas de flaqueza, recordándote que seguía vivo.

Corrí hacia la cocina y abrí uno de los armarios, saqué esa sartén con la que Chanyeol había intentado romper la ventana, y me dirigí hacia los dos que estaban enzarzados en la pelea. Justo un segundo antes de que oyera a Yixing gritar «¡CUIDADO!», me tropecé con esa estúpida cuerda de plástico.

Me di la vuelta y de repente fue como si una bomba me estallara en la cara, sentí alcohol y sangre goteando por mi cabeza, empapándome el cuello y la parte superior de mi cuerpo. Cuando abrí los ojos otra vez, vi a Luhan de pie delante de mí con un mechero en la mano, me estaba mirando como si estuviera poseído.

Escuché a Yixing gritar a mi izquierda.

—¡¡Luhan!!

Mi mente no podía escuchar ningún otro sonido, y creo que la de Luhan tampoco porque en ese momento se giró para mirar a Yixing.

—¿Yixing? —dijo.

Al momento siguiente, Yixing se lanzó contra Luhan y lo tiró al suelo, el mechero cayó al menos dos metros más lejos. Jongin agarró a Yixing por el cuello desde atrás y lo levantó. Cogió uno de los cristales de las botellas rotas que había en el suelo y lo presionó contra la arteria carótida de Yixing.

—¡¡Yixing!! —bramó Luhan instintivamente—. ¡No lo toques! ¡¡No te atrevas a hacerle nada!! —dijo, medio arrodillado, intentando levantarse del suelo e ir a ayudarle.

—¡No te acerques! —le dijo Jongin a Luhan—. ¡Ni tú tampoco! —me miró a mí, que había avanzado unos pasos intentando acercarme.

—¡Chanyeol! —Jongin gritó en dirección al dormitorio, pero nadie respondió—. ¡¡Chanyeol, ¿dónde estás?! —gritó desesperado, aunque seguía sin haber respuesta.

A Jongin se le cayeron las lágrimas, nos miró a los tres y me preguntó:

—¿Dónde está Chanyeol?

Chanyeol ya está muerto, pensé, pero no me atreví a decírselo. Era una situación igualada, de 2 a 2, y en este caso, Yixing iba a morir. Bajé la cabeza y me quedé callado, Luhan se volvió para mirarme, como si estuviera sopesando algo.

—¿Has matado a Chanyeol? —me preguntó, calmado, en chino.

—No lo sé… está en el armario —balbuceé con la voz ronca

Luhan se dio la vuelta y miró un instante hacia el dormitorio. Probablemente ya sabía la respuesta.

En el otro lado, Yixing me sonrió ligeramente, como despidiéndose de mí.

Jongin parecía asustado por nuestra conversación en mandarín, dándose cuenta de que era el único que no la entendía.

—Luhan… —la voz le temblaba—, de qué estáis hablando… ¿dónde está Chanyeol…?

Miré a Luhan con ojos suplicantes, él no me miró a mí.

Miró por la ventana tranquilamente, las comisuras de sus labios se curvaron un poco hacia arriba y parecía que estuviera perdido en sus pensamientos. La verdad es que la pregunta que se estaba haciendo a sí mismo era muy fácil.

—Chanyeol… —Luhan miró al frente, sonriendo, mientras se acercaba a Jongin y Yixing—, se ha bebido unas cuantas copas y se ha quedado dormido —dijo, cogiéndole la mano a Jongin para alejar el trozo de cristal.

Jongin lo miró, sus ojos parecían frágiles y desconsolados.

—¿De verdad? —preguntó, susurrando.

—Sí, de verdad —Luhan asintió con una sonrisa, retiró los trozos de la botella y separó a Yixing del brazo de Jongin, empujándolo en mi dirección—. Se despertará dentro de poco.

Luhan abrazó a Jongin, acariciándole la espalda, yo me puse a Yixing sobre la espalda, Jongin estaba sollozando como un niño, con las manos aferradas a la camiseta de Luhan.

Era una mañana muy lluviosa, los cuatro estábamos en ese salón destrozado, tomando la decisión más difícil de nuestras vidas.

Todos éramos culpables, porque la respuesta ya estaba escrita en la sangre de cada uno de nosotros.

Igual que Sehun, que se ofreció voluntario a bailar sobre la Dance Revolution. Esa fue su respuesta.

Igual que Tao, que hizo trampas constantemente por sus amigos. Esa fue su respuesta.

Igual que Chanyeol, que me miró atónito pero no se resistió. Esa fue su respuesta.

Igual que yo, que elegí acercarme a Jongin con la sartén en la mano, oculta tras mi espalda. Esa fue mi respuesta.

Igual que Luhan, que me vio pero cerró los ojos y se quedó callado, esa fue la respuesta que eligió para Jongin, también la que eligió para Yixing y para mí, e incluso, la respuesta que eligió para sí mismo.

Levanté el brazo y lo dejé caer. Jongin se giró para mirarme, cayendo lentamente, una mano aferrada a mi hombro, la otra a mi ropa.

Cerré los ojos y lo empujé hacia el suelo con todas mis fuerzas. Sus ojos desesperados estaban abiertos de par en par, probablemente recordando todas las batallas que había experimentado en su corta vida. Esta sería su única derrota, su última derrota.

Luhan se arrodilló en el suelo, hasta que el pulso de Jongin se detuvo. Le cerró los ojos.

—Que descanses —dijo Luhan mientras se levantaba, y pasó por al lado de Yixing y de mí—. He perdido —dijo.

48 Horas (EXO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora