¿Qué pasa cuando empiezas a entender que te haces mayor y no has cumplido ni la mitad de tus metas personales? Como por ejemplo, tener un perfecto novio a los 20, casarte a los 23 o, tener al menos un hijo a los 25... Lo reconozco, me volví una amar...
Cuando entré al despacho me recibió una mujer rubia, delgada y estatura media de unos 40 o 45 años, muy elegante y con un toque muy jovial, muy linda. Vestía un traje ejecutivo blanco, con una blusa de colores como grisáceos blanco y unos zapatos en punta de tacon bajo blancos tirando a hueso:
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- Buenos días Señorita Moore, mi nombre es Shantel, Shantel Carter, por favor tome asiento - me indicó las sillas de delante de su escritorio con una linda y sincera sonrisa. - Buenos días señora Carter - saludé con dulzura, sí cuando quería podía llegar a ser realmente encantadora, pero la verdad es que esta mujer era muy risueña. Revisó mi currículum atentamente con sus gafas puestas y habló - Y... Dime Peyton ¿cuál fue el motivo de tu renuncia al anterior trabajo? - Digamos que mi jefe, el señor Campbell buscaba para discutir constantemente conmigo y por si eso fuera poco insinuó el día que llegué tarde que podría recompensar mis horas de trabajo haciendo... Mm.. Otras cosas, no sé si usted me entiende - respondí un tanto incómoda, en ese momento me sentía un poco abrumada, porque la Señora Carter era un poco imponente y eso, mi incomodidad y los nervios no eran una buena combinación. - Entonces, si estoy en lo cierto, no eres de las que mezclan el trabajo, con lo personal, ¿no? - dijo con una media sonrisa de satisfacción. - Está usted en lo cierto Señora Carter- respondí seria y abrumada. - Oh, por favor querida, la Señora Carter es mi suegra que en paz descanse, a mí llámame Shantel querida tuteame, todavía soy demasiado joven - rió y, su sonrisa era contagiosa. - Lamento decirle esto y no es por jala bola como decía mi abuela pero, usted perdón, tú pareces tener 40 Shantel, un máximo de 43, ¿estoy en lo cierto? -pregunté dudosa. - Peyton, déjame decirte que tengo 8 años más, son 48, próxima a los 49 ya, pero gracias por el cumplido - rió y yo con ella - y dime cariño, ¿de dónde era tu abuela? Porque estoy casi segura que latina - reí. -¿Cómo lo adivinó? ¡Era Venezolana! - Sonreí con nostálgica. - ¡LO SABÍA! Yo estuve en Venezuela por mi luna de miel, y cada tres años mi marido Harold y yo volvemos allí, a mí me encantaba todo en general, sus playas, su música, sus arepas con carne mechada, y las empanadas, eso también está muy rico - dijo mirando hacia el techo y yo reía por las muecas que hacía. - Cuando quieras yo te hago Shantel, ¿probaste los tequeños?, ¿y las cachapas con queso de mano? - pregunté. - Oh dios mío, ¿y tú sabes a quién le gusta más eso que a mí? - preguntó con un brillo en los ojos - ¡A mí bebé! - chilló. Y justo en ese momento entró alguien, un hombre que hablando con voz grave y seductora dijo: - Mamá, ¿cuántas veces te tengo que decir qué ya no me llames bebé? ¡Dejé de ser un crío hace años! - dijo y yo me estremecí de ternura cuando lo escuché hablarle así a su madre, ojalá yo tuviese esa relación con la mía. - Pero para mi siempre serás mi bebé, ¿no es así Peyton? - preguntó y yo reí con fuerza - Ven Peyton acércate, quiero presentarte a mi hijo y dueño de esta empresa Evan Car.... - No pudo acabar porque la interrumpí. -¡¿TÚ!? - Él me miró y rió. - Hola muñeca - respondió y me guiñó el ojo. Este día no podría ir peor.