La cita fallida

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  Durante los días posteriores a la visita, Mathilde había comenzado a maldecir mucho, ella me volvía loco. Parecía infeliz de esa manera. Ella era precipitada y cuando no conseguía algo se tornaba necia.

—¿En que andan ustedes? —exclamó Matheus— ; siempre andan discutiendo como si fueran perro y gato.

—Yo no discuto —mascullé— tu amiga esta obsesionada conmigo.

—¿Hacía donde crees que se dirige esta relación? —replicó el rubio— no quiero presionarlos...pero deberían resolver sus problemas maritales fuera del horario de trabajo.

—¡Ja! Qué ridículo —dijo Mathilde.

Luego levantó su brazo derecho, me abrazó por el cuello y me plantó un beso sonoro y robusto en mi mejilla. Sentí su rostro frío por el viento que entraba por la ventana, pero en contraposición sus labios estaban tibios.

—Seré jocoso pero no idiota —dijo Matheus con una actitud risible— ¿Por qué besas a Demetrius?

La verdad que el gesto de Mathilde fue sumamente agradable, pero también fue un gesto de camadería.

—¿Estás celoso?  —agregué.

—Quizás —dijo el rubio mientras tecleaba en mi computadora— , sería mucho más eficaz si te quedarías con las dos hermanas.

—¡Basta!  La reunión terminó —chillé—, salgan de mi oficina, que el Paragua ya regresó de su desayuno.

—Tengo que ir al banco a depositar dinero —inquirió Matheus, mientras cubría sus hombros con su chaqueta de tweed beige.

—¿Cómo es posible que te vaya también con las finanzas? preguntó la rubia mientras se preparaba para bajar a la zona de cajas del hipermercado.

Porque yo, desde pequeño tuve una buena educación financiera —agregó el rubio.

—¿Y eso que significa? ¿Que venís de una familia de elitistas? —pregunté, echándole a Mathilde una mirada de advertencia para que se fijase si nuestro jefe estaba cerca.

—Si reducís gastos, vas a permitirte poder ahorrar —añadió Matheus, mirandome deliberadamente.

—Yo no te veo vivir en la miseria, es más tu casa está llena de lujos —agregó la rubia— , tenés un mobiliario de lujo, dos televisores y una computadora en tu habitación.

—¡Aja! —dije— , ¿hasta la habitación conocés?

Mathilde dió un paso hacía mí y, con voz más suave, deslizó sus dedos por mi mejilla provocándome incomodidad.

—Termínala, Mathilde —dije pronunciando su nombre con énfasis.

—Demetrius, mucha gente tiene dificultades para poder ahorrar y esto se debe a la mala optimización de la economía, esto significa que tienen una mala organización financiera —dijo el rubio observándome con recelo.

Permanecimos juntos en mi oficina hablando durante varios minutos aferrados el uno con los otros. Finalmente la voz de nuestro jefe hizo que nos separaramos con rapidez. En unos instantes volvimos a trabajar a nuestros puestos de trabajo como de costumbre.

Los Deseos de Demetrius    (𝙽𝚘𝚟𝚎𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚜𝚑)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora