Aire fatuo

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    —¿A donde fue Monique, mi buen amigo? —dijo Matheus—. Se enoja por todo y no escucha.

—Esta enfadada —dije mientras estaba bostezando.

—La pelinegra estaba buena, más que buena, estaba terrible —añadió el rubio.

—Me imagino el espectáculo tan asombroso, sí —dije lentamente, deteniendome para mirarlo a los ojos—, pero todo esto le causó espanto a tu novia. ¿Sabés lo que pasará después? Me parece que habrá mucho drama y ahora mi cabeza es atacada por una intensa jaqueca.

—Perdón —añadió el rubio—, no tenía idea de que Monique estaba aquí. Ahora se ofenderá hasta confundirse. Por otro lado lo que me sucedió fue algo inesperado. Me quedé ojiplático cuando la muchacha me besó.

—Quién sabe porque la moza actuó de esa manera... —manifesté—. ¿Por qué las mujeres te caen del cielo?

—Son cosas de la vida. Estaba tan serena la noche, que seguramente se enamoró de mí.

—¡Ja! Qué cosas dices —dije y puse los ojos en blanco.

—En la recepción, resonaba la voz de la pelinegra con un simpático acento de cortesía y sus miradas para conmigo eran fugaces y momentáneas —dijo mi amigo con una mirada cristalina.

—Vos prestás atención a aquello que te conviene recordar... —repliqué, sin alzar la mirada.

—¿Por qué lo dices?

—Por si no lo notaste, tu novia estuvo enojada durante toda la noche porque Patty te hizo un regalo —le dije con una mirada introspectiva.

—¡Pobrecita! Qué se joda —dijo Matheus
en un tono risible.

—Dios o el universo, está siendo demasiado generoso contigo —murmuré con malicia.

—Estás equivocado, Demetrius —replicó el rubio con cierto orgullo—. Yo no hago nada de malo. Sin embargo, es agradable que la gente me tome en cuenta.

—Pero eso crea una grieta en los sentimientos de tu novia y la vida no es un lindo jardín de rosas.

—¡Ja! Me gusta esa analogía —inquirió Matheus. ¿Como creés que salió la fiesta?

—Verdaderamente, me sentí bien en mi propia piel —continúe, impertérrito —; tienes que tomar tu vida con más sutileza.

Matheus tomó asiento en la poltrona y asintió con un gesto regio.

—Así es —convinó Matheus. Con Monique estuvimos saliendo un poco, sé que tenemos buena química y una conección increíble y aún la tenemos, pero cuando se pone celosa ella cambia y se torna muy tóxica —rechistó enervado.

—Esto es triste pero no estás muerto, sabés —dije acercándome a la ventana.

—Demetrius, yo no sé lo que siento —añadió con turbación y con el semblante pálido.

—Lo he notado. El problema es que Monique te idolatra como un ángel. Sé que a veces su actitud parece muy agresiva, pero así son las mujeres —argumenté.

Matheus estaba casi durmiendo que casi iba a caer al suelo desvanecido. El rubio hizo un ademán para acomodarse en el sofá. Lo tomé de la mano y lo llevé a acostarse a la antigua habitación de Mathilde. Él alargó su mano y me agradeció.

Los Deseos de Demetrius    (𝙽𝚘𝚟𝚎𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚜𝚑)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora