Cecily Rogers ha esperado por conocer a su prometido desde que era una niña.
Él Joven William Benet; guapo, con estudios, adinerado, de buena familia.
Sus familias así lo habían jurado, Cecily y Will se casarían al cumplir la edad adecuada.
Todo se...
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Era una noche cualquiera en un día cualquiera. Todavía rodeada de soledad, y tristeza. Con solo la compañía de Missy y James para aliviar mi carga.
Se cumplían dos meses de casada sin estar realmente casada. Will seguía ignorandome, sin tocarme, ni hablarme con amabilidad. Nada. Era él mismo hombre que había conocido dos meses atrás.
Papá y mamá me habían escrito varias veces. Preguntando por mi matrimonio, por mi felicidad. No fui del todo sincera, ni del todo mentirosa. Les escribí diciendo que las cosas seguían tensas entre Will y yo, pero que mejoraban a pasos agigantados. Nada más lejos de la realidad.
Ahora estaba sentaba en la mesa del salón. Cenando junto a los demás.
Seth hablando escuetamente sobre sus estudios, Petunia diciendo la envidia que le tenia todo el mundo por haber conseguido a una nuera tan guapa y amable. Yo le sonreía, y temía una interrupción de Will. Missy y James eran muy malos comedores, y tenía que obligarlos a fuerza de palabrería.
-Vamos, Miss, solo unas cucharadas más. No has comido nada. -le dije.
Se cruzo de brazos, con el rostro arrugado de enfado.
-Esta sopa no me gusta. Sabe raro.
Suspire.
-Missy, por favor. Estas muy delgada, tienes que comer.
Negó con la cabeza.
-Ya comí antes.
-De eso hacen horas. Tienes el estómago vacío.
James tiro su cuchara también. Imitando a su hermana adoptiva.
-Ya no quiero más. Estoy lleno.
Abrí mucho los ojos.
-¿Lleno de qué? ¿de aire? ¡si has dejado el plato entero! -exclame.
Fruncio los labios.
-No puedo comer más. No tengo más hambre.
-¡Ha comer los dos, vamos! -exclame.
Los dos se vieron enfurruñados, pero volvieron a coger sus cucharas.
-Ya no eres mi amiga. -farfulló James por bajo.
-Muy bien. Ahora come. -dije con tono tajante.
Petunia se río.
-Tienes buena mano con ellos, Cecy. Will ha llegado a tirarse de los pelos para convencerlos.
Mire al aludido. Me miraba con aire relajado.
-¿Te tirabas de los pelos? -le pregunte con burla.
Hizo una mueca de desagrado.
-No era tan exagerado, pero sí, me costaba conseguir que comieran.
