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Invierno.

Las calles atascadas por la nieve, el frío cada vez mayor y los abrigos enormes que escondían a las personas no eran más que indicios a que la época más fría estaba apunto de culminar para dar paso a un nuevo año. Las palabras no eran suficientes para describir cuan tranquilizador le resultaba el solo sentir como la brisa congelada despeinaba su cabello.

Al ser un fanático por lo frío, los inviernos siempre le han resultado asombrosos, pero digamos que aquél en específico fue uno de los mejores, quiero decir, fue el mejor.

Esa noche en invierno.

Ver cómo los fuegos artificiales estallan en el cielo dándole la bienvenida al nuevo año era sin duda una de las actividades favoritas de NamJoon; no importaba si tenía que verlos desde la ventana de mi apartamento o sí tenía que ir directamente al cúmulo de gente en la calle, incluso ya lo había considerado una costumbre.

Menuda decepción se llevó al mudarse a un pueblo tan deteriorado: notó de inmediato que las personas no se emocionaban al estar en la estación más fría a diferencia de él. Esperaba ver al menos una pequeña luz destellar, pero la gente ni siquiera salía de sus casas. 

¿Y ahora?

Ahora se encuentra en una sucia estación de trenes con la vacía esperanza de viajar a la ciudad de último momento. 

Pese a ser las ocho en punto, el cielo se había oscurecido demasiado pronto y las calles parecían un desierto blanco. Llevaba alrededor de veinte minutos esperando por alguna señal de vida en aquél lugar, pero ni un alma se asomaba por los lares. Sin más remedio, descartando completamente cualquier idea que tuviese antes termina observando las gastadas vías de tren frente a él.

Indignado e incluso molesto, se da la vuelta para irse de nuevo a su departamento, que para su colmo, también estaba bastante deteriorado, al igual que todo en aquél lugar. 

En el instante en que se da la vuelta, su atención es atraída completamente por algo que no había notado, o según él, no estaba allí antes. 

Un muchacho al cuál no parecía afectarle en absoluto el estar cubierto de nieve, a diferencia de NamJoon, quien a pesar de estar bien abrigado, ya se encontraba tiritando del frío. 

El susodicho sólo miraba al vacío, como si fuese el único presente, pasaba completamente de la presencia del moreno. En lugar de pasar de largo e irse de inmediato, NamJoon se quedó en el mismo lugar estático, embobado de alguna manera por lo que sus ojos tenían el lujo de mirar. 

Se sentía ridículo.

Su pecho ardía, y aunque estaba haciendo mucho más frío del normal, él comenzó a sudar. 

...y realmente no entendía el porqué. 

Tal vez la mirada del más alto era tan intensa que hizo al chico voltear a verle, un poco confundido. En ese momento, su respiración se vuelve pesada y siente que su corazón en cualquier momento se le saldrá del pecho. 

Estático y sin saber que hacer se dedicó a observar al chico frente a él; sus ojos le hacían sentir un cierto deje de tristeza, y a NamJoon le dio la sensación de que está acostumbrado. Su ropa es un poco diferente a la que usa el resto de la comunidad, pero del mismo estilo que usa el moreno, su cabello le parece fascinante, tiene un color verde menta que le dan ganas de tocar. 

...realmente parece formar parte del invierno, con aquella tez tan pálida que hasta blancanieves estaría envidiosa. 

El pensamiento de alguna manera le hace sonreír, y trata de ignorar el hecho de sentirse inquieto por alguna razón.

«¿Qué tanto miras, pervertido?»

El más bajo cruzado de brazos mira confundido al posible acosador que no deja de mirarle como imbécil, al cual le costó unos diez segundos procesar las palabras que de aquellos delgados labios salía. 

Aún cuando acababa de ser llamado pervertido, no dejaba de sonreír, tal vez por el hecho de que se había quedado sin habla y no pensaba nada coherente. NamJoon seguramente debía de dar miedo, pero a ciencia cierta, el que estaba más asustado en ese momento y sin saber porqué era él. 

Tanto, que esa noche debido al manojo de nervios que cargaba salió corriendo, provocando uno que otro tropezón en el camino. 


Año nuevo 

Luego de que corriera como el cobarde que es interiormente y de no poder dormir casi toda la noche, la mente de NamJoon sólo era un espacio lleno de imágenes fugaces, una tras otra: labios rosados, cabellera cubierta de nieve, piel pálida, ceño fruncido lleno de confusión, y su mirada.

Su mirada era algo que no podía olvidar tan fácilmente, ya parecía un acosador de primera. Lo único que se asomaba por esos ojos era una mirada triste.

NamJoon podía sentir que así era, y por lo tanto no podía sacárselo. 

A pesar de no haber pegado el ojo más de tres horas, era un hombre responsable, incluso si no tenía nada más en que pensar. 

A diferencia de ayer, la estación estaba funcionando, por lo que no tendía excusa para faltar al trabajo, lo cual le resulta bastante irónico. Cuando quiso ir a la ciudad, no había ni un alma, y ahora que no desea ir se encuentra más que funcional. 

Aunque sigue siendo un lugar sucio, ya hasta parece la decoración.

El frío de la mañana se cuela hasta sus huesos, y le da una sensación agradable hasta que siente una presión sobre sus hombros. Le hace sentir observado y no es más que porque el peso en realidad es la sensación de unos ojos fijos sobre él, casi como si le lanzaran cuchillas imaginarias. Mira hacia la derecha, y no parece encontrar ningún sospechoso. 

Entonces, gira hacia su izquierda y en el siguiente banco a él, logra divisar al culpable: aquél chico invierno tan bonito. 

Con la luz del sol iluminando todo puede ver que sigue siendo tan frágil como lo imaginó, pero aquella mirada sin disimulo delata todo lo contrario, por lo que se siente incluso más nervioso que la noche anterior. ¿Ahora quién es el acosador? 

Intenta calmarse, el chico sólo lo mira de esa manera debido a los hechos que pasaron, es sólo una impresión muy repentina, se repite mentalmente. Un poco más confiado se dedica a mirarlo sólo un poco antes de aclarar ciertos puntos, disponiéndose a hablar, o mejor dicho, gritar. 

«¡Hola, no soy un pervertido!»

Tal vez otro día se dispondría a saludar más adecuadamente, pero su tren acaba de llegar y no puede llegar tarde; y como el pervertido que no es, mueve sus manos en forma de despedida hacia el chico invierno, apodo que le bautizó en su honor cuando no lograba conciliar el sueño. 

En su asiento, el pelimenta se sentía perturbado y confundido, tratando de alguna manera entender la situación, aunque también se sentía un poco... ¿emocionado? 


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Aquí la primera parte un poco floja(? no quedé muy convencida la verdad, en mi cabeza se veía mejor:'v Si tengo algún error o kcyo, avísenme, eso siempre ayuda(?

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