❦Capítulo 04❦

9.1K 745 65
                                    

Los trillizos Sakamaki.

Tan diferente, pero a la vez iguales.

Cada uno roto a su forma.

Con el mismo odio hacía una sola persona: Cordelia...
.
.
.

Laito Sakamaki era el mayor de los trillizos, un niño que lo único que quería era hacer feliz a su madre.

Ella lo crió de una manera retorcida al usarlo sólo como un objeto para tener sexo.

Laito al mantener esta relación enfermiza, desarrolló una visión diferente de su madre; y la empezó a ver como su amante, no podía evitar sentir celos y pensar que lo estaban engañando.
Cuando Karlheinz descubrió la inusual relación amorosa que mantenían él y Cordelia; lo encerró en el sótano.

Su cabeza palpitaba de dolor, sus párpados pesan, sus estremidades se sentían adoloridas y tensas, y el hedor a humedad y suciedad que lo invade todo, hace que su estómago se revuelva.

La sensación de malestar incrementa mientras trata de recorrer el lugar con la vista.
No puede ver nada más allá de su nariz pero, eventualmente, logro distinguir un halo de luz en la parte inferior de una de las paredes.
No dura demasiado tiempo. Desaparece casi tan pronto como llega, pero sabe que ahí debe de haber una salida.

Por un momento, creyó que se había quedado ciego ya que no distinguía nada a pesar de tener los ojos abiertos; no obstante, al cabo de unos segundos de pánico intenso, descubrió que se encuentra en un lugar oscuro hasta la mierda. Sólo un par de destellos luminosos provenientes de alguna parte en la lejanía, le hace saber que no ha perdido la capacidad de ver.

Se pone de pie con lentitud.

Trata de avanzar pero el sonido del metal siendo arrastrado y el dolor en sus extremidades superiores, hacen que se detenga en seco. El miedo aumenta considerablemente y, de pronto, se encuentra tanteando los brazaletes metálicos que pellizcando la carne de sus muñecas.

El horror se apodera de su cuerpo a una velocidad impresionante, la desesperación hace que un agujero se instalé en la boca de su garganta y entonces grito. Grito por ayuda mientras se tiraba hacia atrás, en un intento absurdo y desesperado de deshacerse de las cadenas que están fijas a la pared que lo mantenían en su lugar.

Los gritos son acompañados por sollozos aterrorizados y se transforma en gruñidos y gemidos lastimosos provocados por el intenso ardor en las uniones de sus manos.

Imágenes inconexas llenan su entorno. Un familiar rostro aparece en su campo de visión y desaparece de inmediato. Una silueta luminosa se arremolia a su alrededor, pero no es capaz de distinguir las facciones de quien lo rodea.

—¿Qué se siente la soledad?¿Por qué ella no vino a ayudarte?

Escucha voces, pero cree que solo es parte de su imaginación, el miedo que siente le está jugando una mala jugada.

¿Por qué ella no venía a sacarlo de este lugar?
Por un momento pensó que su madre vendría a ayudarlo, pero, eso jamás sucedio.

—P-Por favor, alguien ayúdeme.—suplico, con voz temblorosa y ronca. El sollozo entrecortado y aterrorizado que le acompañaba a sus palabras, es casi tan lastimoso como las lágrimas nuevas que le asaltan—.Por favor, n-necesito salir de aquí. Por favor...

¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que vio algo de luz?

Tenía hambre. Tanta, que no puede pensar en nada más. No sabe cuánto tiempo ha pasado pero sabe que ha sido bastante. Mucho más del que le gustaría
Ha dormido por horas y ha despertado solo para gritar por auxilio. Ha gritado de la desesperación y de la angustia, y ha gritado por piedad.

𝐄𝐋 𝐓𝐑𝐀𝐓𝐎 | 𝐃𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora