Capítulo 2

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—¡Mierda! —murmuré en el mismo momento que la caja cayó de mis manos y todas las fotografías se esparcieron por el piso del baño. Salí corriendo de allí, tenía miedo, no sabía lo que estaba pasando, estaba confundido.

Abrí mi closet y me vestí rapidamente con jeans y camiseta. Llevé mis zapatos en la mano y tomé mi mochila. Afuera, con gente caminando a su trabajo, me tranquilicé. Ya no me sentía tan solo, y el temor estaba desapareciendo. Al menos hasta que noté, que había olvidado mi cámara en el baño.

—Maldita sea —Tuve que devolverme, no podía salir sin ella.

Entré minuciosamente a mi casa y dejé la puerta abierta para evitar usar la llave y perder más tiempo.

Parecía un niño tembloroso luego de ser asustado con el monstruo del closet. ¡Por Dios! Tenía veinticinco años. Era una tontería lo que estaba pasando.

Cuándo abrí la puerta del baño, la de entrada se cerró con un fuerte golpe, lo que me hizo gritar como nena. ¡Qué vergüenza! Menos mal vivía solo.

Miré por todo el lugar buscandola, pero no estaba. Revisé los cajones y hasta levanté la tapa del inodoro; pero nada. Por lo que abrí las puertas de la regadera y me conseguí con... nada.

—¿Dónde está mi jodida cámara? —exclamé.

Salí del baño furioso y conseguí el estuche de mis lentes y pañuelo sobre la cama. Lo abrí y allí estaba mi bebé. Mi cámara siempre estuvo guardada allí, ¿lo estaba realmente? Y lo de esta mañana era...

—No sé que mierda pasa aquí, pero mejor me largo —murmuré antes de tomar el bolso y el estuche para irme del lugar a respirar aire puro.

El trabajo estaba pasando facturas, estaba alucinando por el cansancio.





Decidí ir al parque más cercano, tomar fotografías en la naturaleza podría despejarme la mente. Tantos cadáveres estaba calando dentro de mí.

Cuando llegué, me di cuenta que el lugar estaba un poco solo. No habían muchos perros corriendo por la pradera, ni niños correteando con papagayos o pelotas. Se veía apagado, solitario... era extraño.

Me acerqué a un frondoso árbol y me senté recostado en su tronco. Abrí el estuche para sacar mi cámara y antes de si quiera pensarlo, había una fotografía allí, impresa. Estaba boca abajo, lo que me impedía ver su contenido a primera plana.

La tomé y vi que era de una pared. Tenía un escrito claro y en letras negras. Me dejó mudo e inmóvil. Mi corazón quería salir corriendo, pero mi mente y cuerpo estaban paralizados por lo que decía.

"El que moleste a un ser que no puede defenderse, será sentenciado para un castigo eterno".

Después que terminé de leer lo que decía, las letras de la pared desaparecieron. Por lo que la tiré lejos de mí. Miré hacia mis pies cruzados y respiré profundo mientras me las preguntas llegaban por sí solas.

¿Qué significaba eso? o ¿por qué? ¿Qué tenía que ver conmigo? Yo no molestaba a nadie.
Nunca lo había hecho, siempre he sido un hombre tranquilo y con valores. Aunque eso es lo de menos. Lo más importante del caso sería... ¿cómo desapareció el contenido de una fotografía frente a mis ojos? No estoy alucinando. No, no lo hago. Ni que estuviera loco. No, no lo estoy, no estoy loco.

—¡No estoy loco! —grité.

—No lo estás —susurró una voz infantil a mi derecha.

Miré alarmado por la sorpresa que me tomó escucharla y la pequeña se rio de mí. Era una ternura, su cabello era rizo y tenía unos hermosos ojos verdes que hacían constraste con su piel morena. Era fascinante. Al menos hasta que vi lo que cargaba en las manos. Era la misma fotografía que había tirado, la miré fijamente y ella preguntó:

—¿Es tuya? —Su voz era tan dulce e inocente que no podía evitar sonreírle.

—Sí —respondí mirándola.

Sus ojos habían cambiado cuando pestañeé, ahora eran azules. Justo cuando le iba a decir algo por ello. Estiró su manita para entregarme la foto.

—¿Tienes una cámara? —preguntó de inmediato. Interrumpiéndome.

Tomé la foto un poco dudoso y se sentó a mi lado. Parecía curiosa.

—Sí —le confirmé—. ¿Con quién andas? Tu mamá podría preocuparse si no te encuentra.

—Mi mamá sabe donde estoy —susurró—. ¿Quieres tomarme una foto?

Lo pensé, la verdad es que me parecía hermosa esta niña, me recordaba mucho a mi hermanita. Pero tampoco es que quisiera tener problemas con su madre, por lo que le dije:

—Me encantaría pequeña —Su rostro se iluminó, sus llamativos ojos azules brillaban con ilusión—. Pero tu madre podría molestarse.

—¡Anda! —insistió—. Luego la borras, sólo quiero verme en una fotografía antes de irme.

Le sonreí, me pareció buena idea, por lo que levanté la cámara y apunté a su rostro.

Ella soltó un grito de júbilo justo después que el flash golpeara su rostro. No sé porque eso me dio tanto alborozo.

Extrañaba a mi hermanita. Sí, eso era.

—Para ver —sentenció acercando su rostro a la cámara.

Le mostré la foto y ella sonrió abiertamente, parecía feliz.

—No tengo ninguna marca, mi piel se ve limpia y suave —susurró mientras tocaba la pantalla de la cámara con un dedo—. Mis ojos se ven de sólo dos colores, ¿lo ves?

—Son bellos tus ojos —respondí extrañado. ¿Por qué serían de diferentes colores? ¿Marcas? ¿Qué marcas?

—Está oscureciendo, tengo que irme —dijo de repente.

Por lo que me levanté para acompañarla, el cielo comenzaba a llenarse de espesas nubes cargadas de agua, no podía dejarla ir sola. Iba a caer una tormenta, los truenos se escuchaban a lo lejos.

—Te acompaño a donde está tu mamá —Guardé mis cosas en mi mochila y la puse sobre mi hombro.

—Gracias —repondió ella caminando delante de mí.

El viento comenzó a soplar con fuerza y grandes gotas empezaron a caer mientras íbamos por el medio del parque, por lo que comenzamos a correr; los árboles apenas nos cubrían de la lluvia. Ella iba delante de mí, mostrándome el camino.

La tormenta iba con furia, yo estaba empapado en segundos mientras seguíamos corriendo, ella de pronto paró y se volteo para despedirse.

—¿Aquí vives? —pregunté poniendo una mano en mi frente para cubrirme de la lluvia y tratar de verla. Pero el agua me lo impedía.

Noté como asentía con una sonrisa y luego desaparecía de mi campo de visión, por lo que limpié el agua de mi rostro para tratar de divisar por donde se había ido. Pero fue un error, nunca debí haber visto como esa niña de ojos azules, entraba en un cementerio.

¿Qué estaba pasando?


Tormento 37 (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora