Capítulo 7

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El sol estaba en su más alto esplendor y golpeaba con delicadeza cada rostro infantil en el parque, las risas de los niños retumbaba, era algo muy lindo de escuchar. Era un día común dónde cada persona salía de paseo en familia, jugaba, comían y compartían con otras de la misma comunidad.

Fue un domingo tres a las siete de la mañana cuando él la vio, estaba en un banco muy apartados de todos, cargaba una cámara y un bolso donde guardaba sus pertenecías de aquel día.

Era un hombre normal tomando fotografías en un parque, los patos que en el pequeño lago habían, parecían encantados, y los papagayos que por allí volaban brillaban con naturalidad y alegría infantil. Los niños no paraban de cuestionarse que cometa estaba más alta, mientras otros corrían detrás de los árboles mientras jugaban a las escondidas, muchas niñas jugaban con muñecas y otras con sus bicicletas...

Nada parecía extraño, aquel día era como cualquier otro, hasta que un grito agudo silenció el lugar de inmediato. Todos miraban confundidos hacia diferentes direcciones para buscar el origen, pero nadie pudo encontrar nada. Se levantaron y se alejaron de sus actividades y comenzaron los murmullos, preguntando y averiguando de donde provenía aquel grito de dolor.

Cada padre tomó un niño por el brazo y los reunieron en el centro del gran parque, ellos comenzaban a asustarse, muchos comenzaron a llorar y otros simplemente querían irse porque se sentían cansados. Pero nadie quería irse hasta averiguar lo que sucedía. Por lo que un hombre, padre de uno de los niños, alzó la voz.

—Sé que aquí todos estamos asustados por aquel grito, por ello me adentraré en el bosque y buscaré quien quiera que haya hecho esa broma —Todos se quedaron mirando al hombre confundidos, no todos pensaban que haya sido una broma.

—Yo te acompañaré —dijo una mujer, el se negó y de inmediato le mostró una placa—. Estaremos a salvo.

El hombre asintió, beso a su hijo y esposa, al igual que la mujer, y se adentraron juntos en el bosque, el sol aún brillaba con fuerza, el día había pasado rápido y la felicidad se esfumó con la misma velocidad. Eran las tres de la tarde y había mucho calor, las personas que caminaban con sigilo por el bosque, comenzaban a acalorarse y a desesperarse, ya habían pasado dos horas desde que comenzaron su búsqueda y no encontraban nada. Todo era demasiado sospechoso y muy extraño. Todo parecía en orden, según pensaban.

La gente en el parque estaba cada vez más inquieta, los niños comenzaron a llorar y muchos se fueron con la intriga de saber que fue lo que arruinó su día en familia.

Pocos fueron los que se quedaron, y un hombre, se alejó del grupo y comenzó a fotografiar cerca del lago nuevamente, mientras otro se quedó junto s su hijo volando la cometa junto a su amigo. Como si nada hubiese pasado.

Como si un grito desgarrador no hubiese sido nada malo... Hasta que se escuchó otro.

Marilyn y Joseph, los que se adentraron en el bosque, aparecieron con una niña y una mujer en brazos, todos los que habían quedado, corrieron hacia ellos para ayudarlos, pero la mujer se negó, tenía la cara empapada en lágrimas, y el hombre estaba en estado de shock.

—¿Qué pasó? ¿Quienes son? —preguntaban todos al mismo tiempo, abrumándolos.

—¡Cállense y llamen a emergencias! —exigió Marilyn desesperada mientras de sentaba en el piso, con el cuerpo de la niña sobre del de ella.

Acariciaba su cabello y mejillas mientras le decía palabras de aliento, había sido un ataque en el que la niña y la mujer habían sido las protagonistas. Un horrible ataque con un cuchillo, además que habían sido violadas, mientras la otra veía. Estaban seguros.

Los paramédicos llegaron de inmediato y procedieron para atenderlas, pero lamentablemente, habían fallecidos.

—¡Verifique maldita sea! —gritó la mujer golpeando al hombre que se daba por vencido—. Es mi sobrina... Es mi hermana... Son lo único que tengo —lloriqueó.

Pero el hombre no podía hacer nada, ya era demasiado tarde y posiblemente ya habían muerto cuando las encontraron en el bosque.

Todos conmovidos, le dieron apoyo a la mujer con lástima, parecía perdida por unos minutos, su mirada estaba en algún parte del verde césped debajo de sus botas pero de pronto reaccionó y los miró, estaba molesta. Por lo que se levantó, enjugó sus lágrimas y gritó con voz agria y llena de pesar.

—Quién sea que haya matado a Isabel y a Carmen, las va a pagar muy caro. Malditos sádicos de mierda, te encontraré —Los demás sintieron lástima de inmediato por quien quiera que haya hecho eso, la mujer les daba miedo—. ¡Te encontraré maldito!

Y se fue a la morgue a buscar a su única familia.

Tormento 37 (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora