Capítulo 4

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No sé como llegué aquí, no tengo idea de por qué estoy encerrado entre cuatro paredes y unas rejas gruesas que simulan una ventana. La humedad y el pútrido olor a heces y orina me dan arcadas cada minuto que he pasado aquí. Es repugnante y me quiero ir inmediatamente. 

—¡Yo no hice nada! —grité repetidas veces cuando me encerraron.

Pero no me creyeron. No creyeron que haya conseguido un dedo humano en mi casa. De la nada.

—¿Dónde está el cuerpo López? —Me preguntaron muchas veces. O me gritaban mejor dicho.

Todavía podía sentir el aliento de los guardias sobre mi rostro. No tenía nada que decir, ¿qué iba a hablar? ¡No tenía idea! Y ahora estoy encerrado en el mismo distrito en el que trabajé días antes. Yo era parte de ellos por un tiempo, y ahora soy un asesino.

Me acusaron de asesinato, y ahora me tienen aquí oliendo mierda para que hable y diga la verdad. Pero ellos no me creen, no sé de qué verdad hablan.

Llevo dos noches encerrado en este calabozo, tengo hambre y estoy cansado. Yo quería irme a casa de mis padres; pero de estúpido tuve que venir a hacer una estúpida denuncia por ese estúpido dedo.




Caminaba por el mismo parque en donde conseguí a la niña morena de ojos azules, cuándo de repente se escuhó el mismo grito desgarrador de la otra noche. Todo estaba demasiado obscuro, el resplandor de la luna era lo único que alumbraba mi camino. Tropezaba y me golpeaba a cada rato, pero no me importaba. Seguía mi camino hasta que llegué al final.

Frente al mismo cementerio del cual corrí lejos, ahora me adentraba a él en búsqueda de respuestas. Necesitaba saber, quería saber lo que pasaba conmigo. Y que mejor que el cementerio cercano al parque.

Pasé entre las tumbas y ladeaba muchas ramas para evitar golpearme de nuevo, pero una razgó mi brazo y este comenzó a sangrar de inmediato. No le di importancia; total, no me dolía. Por lo que caminé sin rumbo alguno buscando a la pequeña. Podía escuchar su risa a lo lejos, la estaba siguiendo a ella. O ella me guiaba, no tenía idea.

—¡Hey! —La llamé cuando pude ver su cabello que sobresalía de un túmulo.

Ella rio más fuerte y salió corriendo, parecía que jugaba conmigo. Por lo que salí detrás de ella mientras la llamaba, no sabía su nombre y eso me estresó.

—Mi nombre es Isabel —dijo esa vocesita a mi espalda adivinando mis pensamientos.

Me voltee y allí estaba ella. Tan linda como ese día en el parque, cómo si lo tenebroso del necrópolis no hiciera efecto en ella. Le daba vida al lugar.

—¿Qué pasa conmigo? —Le pregunté mientras trataba de tocarla, pero ella se alejó. Su semblante había cambiado.

—¿Qué haces en mi casa? —miró a su alrededor, parecía que buscaba a alguien. Por lo que miré también, no sabía lo que buscaba, pero aún así lo hacía—. Deberías irte Jeremías.

—¿Cómo sabes mi nombre? —Le pregunté y ella sonrió de manera muy extraña.

—Adiós Jere —Me quedé estupefecto cuándo la escuché llamarme así.


—¡Lisa! —desperté con un sudor frío recorriendo mi cuerpo.

Me senté y pasé las manos por mi rostro sudado. Mis manos estaban frías y mi corazón latía a más no poder. Sentía que se iba a salir de mi pecho, era doloroso. Por lo que llamé al guardia, muchas veces lo hice. Pero no me prestaban atención. Me sentía muy débil, quería agua, quería volver a la realidad, quería ir con mi mamá y hermanita. Los necesitaba...

—¡Despierta López! —Me llamaron, sentía un ardor en la mejilla.

Abrí los ojos y unas luces blancas me cegaron por unos minutos, me cubrí la cara con mis manos y me las arrebataron de golpe. Por lo que tuve que adaptarme de golpe a la luz, junto con una nueva bofetada.

Estaba en una camilla de hospital, todo era demasiado limpio y el olor a mierda se había ido.

—¿Qué hago en un hospital? —pregunté a nadie.

¿Por qué no había nadie?

No recibí respuestas, y poco a poco el sueño me fue venciendo... Todo volvió a su oscuridad natural...



—Te dije que te fueras y tardaste mucho —¡Es Isabel! ¿Dónde está? No veo nada.

—¿Dónde estás? ¿Dónde estoy? —Quería saberlo con urgencia, ¿me estaba volviendo loco?

—No estás loco —repitió como la primera vez que la vi, sólo que ahora no lo hago. Quiero verla.

¿Cómo supo lo que pensaba?

—No te veo —Le dije.

—Lo sé.

Todo estaba en silencio, ¿por qué no decía nada más?

—¿Estás ahí?

—¿Crees que las pesadillas pueden volverse realidad? —preguntó al cabo de unos minutos.

¿Cómo podría saberlo? Nunca me había pasado.

—Quizás —respondí inseguro.

En ese momento el aire me comenzó a faltar, me costaba respirar y el pecho me dolía.

—¿Qué me pasa Isabel?  —Sí, le pregunté a una niña. Era la única que parecía escucharme.

El que moleste a un ser que no puede defenderse, será sentenciado para un castigo eterno —susurró.

—¿A quién molesté? ¿Te molesté a ti? ¿Qué significa eso? ¡Yo no hice nada Isabel! Yo borré la foto que te tomé, tu me lo pediste. ¿Recuerdas?

—¡¿Recuerdas?!

Todo volvía a tener la misma apariencia de antes, era demasiado blanco y me ardía los ojos por ello. A diferencia, que ahora en mi campo de visión, había una linda mujer vestida de blanco. ¿Qué pasa con ese color? Me da dolor de cabeza.

—Está delirando señor López —susurró.

Su voz era tan hermosa.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté ignorando lo que me había dicho.

—¿Cuántos dedos hay frente a usted señor López? —preguntó colocando su mano frente a mi rostro. Habían dos dedos y detrás de ellos, estaba Isabel sonriéndome dulcemente con la chica del vestido azul.

¡Estaban juntas!

Tormento 37 (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora