Capítulo 10

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Por la mañana soy el primero en llegar a las vías del tren. Lesley será la encargada de llamar a los iniciados. El tren se detiene en la estación. Aquí se detiene todos los días para repostar. Hoy, además, es día de provisión de suministros, así que varios hombres descargan cajas de los vagones. Somos la última parada, ya que ahora el tren saldrá hacia Cordialidad dentro de unos minutos. Ése es el tren que tomaremos hasta la valla. Hay personas suficientes para descargar el tren con relativa facilidad y rapidez, pero mi parte abnegada me hace ponerme en pie y acercarme a ellas. Una voz me llama desde lejos. Me detengo y me doy la vuelta sin responder. Es Laimute. Se aproxima a mí con aire de suficiencia, como siempre.

- ¿Qué tal está tu chica, Cuatro? – Dice cuando está a mi lado.

- Se pondrá bien.

- Pero supongo que no vendrá a esta excursión, ¿verdad? – Dice con su sonrisa malévola.

- No.

- Claro, malos recuerdos, supongo.

Lo miro con el ceño fruncido, pero él ya mira al frente y se acerca a los hombres que están descargando, pero no para ayudarlos, sino para darles órdenes. ¿Qué es lo que sabe Laimute? Sé que Cattleya burló la frontera, pero, ¿lo sabe él? Propuse esta excursión precisamente para evitar que Cattleya viniera por miedo a que la reconocieran. ¿Sabía él que Cattleya pasó la frontera ilegalmente o yo le he dado la pista? Quizás fui demasiado directo. Laimute ha tenido que planear algo para hoy. El miedo se apodera de mí durante un instante, pero me obligo a calmarme. Cattleya es lista, seguro que los guardias de la valla no pueden identificarla.

Al final me decido por ayudar a descargar las cajas de suministros. Laimute no deja de gritar, así que cuanto antes terminemos con esto mejor. Cuando ya hemos bajado todas las cajas, me percato de la presencia de Lesley, que espera unos metros más atrás y me sonríe. Me acerco a ella.

- Una vez estirado, siempre estirado, ¿no? – Dice ella sonriendo.

- Eso dicen.

- ¿Qué tal está Cattleya? ¿La has visto hoy?

- No. Hablé con ella y con la enfermera anoche. Estará recuperada para esta noche.

- Cuatro, sé realista, eso es imposible. – Dice Lesley con voz suave.

- No es imposible.

Lesley sonríe un poco hasta que se da cuenta de lo que le estoy diciendo. Mira alrededor para ver si nos oye alguien, pero estamos solos. Mira a Laimute, que habla con uno de los guardias del almacén.

- ¿Él lo sabe? – Pregunta.

- Claro que no. ¿Crees que lo permitiría?

Los iniciados empiezan a llegar y tenemos que dejar la conversación. La mayoría están magullados, pero pueden caminar. Esta tranquila excursión también es una suerte para ellos: contarán con un día más para recuperarse. Nos subimos al tren, que parte a las 8:15 exactamente. Paso el trayecto asomado al exterior pensando en Cattleya. Le espera un día duro. Es posible que Anastasia ya le esté inyectando el suero de la sanación.

Lesley y yo enseñamos la valla a los iniciados. Mucho de ellos son del exterior, así que no es la primera vez que están aquí. Lesley propuso ir hasta Cordialidad, pero Laimute se negó, dice que todavía no están preparados para relacionarse con otras facciones como si hubieran vivido en la misma facción aislados durante muchos años. Almorzamos con algunos guardias y ellos cuentan algunas de sus anécdotas a los iniciados. Por un momento, temo que cuenten la historia de Cattleya, pero me tranquilizo. ¿Quién querría contar la historia de cómo una chica burló a guardias experimentados? Laimute se marcha con el Jefe de la Frontera. Se alejan de nosotros y se refugian en un pequeño cuartel. Lesley me mira, pero no podemos hacer nada. Laimute querrá interrogarlo y averiguar cómo entró Cattleya en Chicago y supongo, por qué no dieron la alarma. Si la hubieran dado, Amar se habría enterado, es el superior. Varios guardias entran y salen del cuartel. Los interrogatorios continúan. Por fin sale Laimute. No muestra expresión alguna, lo cual creo que es buena señal, pues si hubiera descubierto algo no podría borrar su sonrisa diabólica de la cara. El Jefe sale poco después, adelanta a Laimute y llega a nosotros antes que él. Ordena a sus hombres que vuelvan al trabajo. Me mira y sonríe. Lo conocí hace algún tiempo a través de Amar. Hemos hablado poco, pero siempre le he caído bien. Amar le contaba mis historias de iniciación y él se quedaba bastante admirado. Él se acerca a saludarme. No hablamos de nada importante, pero Laimute no nos quita el ojo de encima. Su gesto se vuelve de enfado, así que ahora sé seguro que no ha averiguado nada, y supondrá que no lo ha hecho porque el Jefe de la Frontera está protegiéndonos.

Un nuevo comienzo (versión de Cuatro) Fanfic Saga Divergente de Verónica RothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora