Cartas sin destinatario...

Perverso

Querido,
Ver tu cuerpo desnudo provocó un si fin de emociones, emociones que llevaron mi mente a un millón de escenarios diferentes en los que nuestros cuerpos eran los protagonistas de encuentros desenfrenados.

Mi perverso favorito, el canela de tu piel es tan perfecto y distrayente, cada lunar, cada centímetro de piel, cada cicatriz, cada foto desde enfoques diferentes hacen de ti un ser irremediablemente fascinante.

Mi semana ha sido un tanto larga, demasiados trabajos, textos y ocupaciones, demasiados pensamientos, demasiada oscuridad en una vida tan clara. Y tu, mi perverso favorito, has estado presente a través de tu ausencia, creo que aquellos que me leen están cansados de leer de ti y no es para menos, pasó de adorarte a odiarte, de despedirte a darte la bienvenida, de darte plazos de tiempo para olvidarte a decirte que no te quiero olvidar.

Esto ha sido un ir y venir de desencuentros, un dolor entre comillas placentero, un drama interminable. Estoy segura de que me deseas tanto como yo a ti y que ocultarlo detrás de la fachada de amistad nos ha funcionado a la perfección, no hay reclamos,
ni celos, ni traiciones, no hay despedidas dolorosas (o eso creemos), nos dañamos mutuamente, sin embargo, seguimos al pie del cañón. Nos despedimos, sin despedidas cada cierto tiempo, aunque siempre que regresas hay una disculpa por tu comportamiento, sé amor que tus disculpas es por todo, por no amarme como quisieras, por no aparecer por meses y sobre todo, por siempre volver a descuadrarme la vida e irte sin más.

Ya no habrán más plazos ni más amenazas de olvidos ni fines innecesarios, ya te di todos los medios para vencerlos, ya no hay más luchas, aquí estaré como siempre lo he estado, si logras venderlos ven, sino no intervengas en mí vida, ha llegado alguien y estoy dispuesta a enamorarme, a enamorarme de otra piel, de otros ojos y sobre todo de otro.

Posdata: Te conozco más desnudo que vestido y no sólo habló de tu ropa.