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Era una mañana gris, de esas que te invitan a estar entre las sábanas todo el día. En el cielo se veían nubarrones oscuros, y el aire húmedo helaba todo lo que no se llevaba un viento que corría.

La casa completa estaba algo oscura y silenciosa. Varias habitaciones que antes fueron de los niños, ahora estaban vacías.

La alarma del reloj que había en la habitación principal comenzó a sonar, y uno de los dos cuerpos tibios que había en la cama empezó a moverse.
Charles sintió que Erik quitaba el brazo que erollaba su cintura y lo estiraba para apagar la alarma que chirriaba en el velador de su lado.

Lehnsherr volvió a acomodarse más cerca de Charles, y se acurrucó más a su lado. Pegando su nariz a la nuca del más bajo e inhalando su aroma pausadamente.

Charles sonrió adormilado y se volteó hacia su esposo que seguía con los ojos cerrados, dormitando con el entrecejo arrugado.

Sopló suavemente su rostro y Erik abrió los ojos. Esos ojos verdes que le habían sacado suspiros más de alguna vez.
De inmediato su rostro se suavizó y sonrió como solo lo hacía cuando estaba con Charles a su lado.

-Buenos días- murmuró el de ojos azules mientras se retorcía y enredaba sus piernas en las de Erik.

Erik le abrazó por los costados y lo acercó un poco más para besar su frente.
-Aún es muy temprano, Charles, es domingo- dijo con el mentón pegado a la frente del más bajo.

-Es el tiempo perfecto para que me traigas el desayuno a la cama, querido- sonrió Charles. Erik gruñó y volvió a acomodarse para dormir otra hora más.

-Ya estás grande, anda y sírvete tú solo- contestó Lehnsherr abrazándose a la almohada y cerrando los ojos.

Afuera, el viento movía las copas de los árboles, y algunas hojas chocaban contra la ventana de la habitación del matrimonio.

Charles dio vueltas entre las mantas hasta quedar al lado de Erik. Le picó un ojo con el dedo y Lehnsherr gruñó, "no hagas eso", ganándose una risa como respuesta.

Charles puso los dedos como pinzas, abriendo y cerrando los párpados del ojo derecho de Erik.

-Charles- murmuró con la mejilla pegada a la almohada.
Se volteó y achinó los ojos, pretendiendo mirarle feo.
Claro, sin lograrlo, jamás miraría feo al ser del que ha estado enamorado desde los doce años.

El ojiazul acercó su rostro al de su marido, el cual tenía las mejillas y el mentón cubiertos por una barba anaranjada con algunos vellos blancos de tres días y repartió besos por todas partes, nariz, mejillas, pómulos, ojos, labios. Donde cayeran.
De un solo movimiento, Lehnsherr dejó a Charles debajo suyo.
El menor, por apenas un año, rió y ambos se quedaron mirando.

Tan solo unos segundos, deteniéndose en las facciones que se conocían de memoria con la vista y el tacto.

Una de las cosas que Charles más amaba de su esposo Erik, además de que sea su esposo, eran los ojos verdes que este tenía. Un color algo frío que se volvía siempre más cálido y bonito cada que se veía reflejado en ellos.

Erik contaba las claras pecas que Charles tenía en la nariz y las mejillas. Conocía la cantidad, así como también de las pecas de sus hombros y espalda, o de unas cuantas que tenía en el cuello. Pecas y lugares los cuales se tomó el tiempo de conocer y amar con toda su energía.

Y era que Charles despertaba en Erik una energía que le motivaba a ser mejor persona. A veces era una mirada rápida en el supermercado para que le diera propina a la empaquetadora, o un simple "Erik" para que este recordata sacar las llaves de la puerta trasera antes de irse a la cama.

Algo similar le ocurría al castaño cada que estaba junto al otro. Se sentía resuelto, completo. No deseaba nada más en el mundo cuando estaba entre los brazos de quien ha estado con él en las buenas, en las malas y en las feas por tantos años.

-Te amo, Erik- susurró Charles con los ojos brillantes, acariciando el rostro de Erik con el dorso de su mano.
Erik acunó su cara en la mano más pequeña de Charles.

-Yo también te amo, Charles- respondió el alemán con una sonriaa en donde se veían casi todos sus dientes.

Esta vez fue Erik quien bajó el rostro para besar a su esposo.
Charles llevó la mano que acariciaba su rostro hasta la nuca de Lehnsherr y dio un pequeño empujoncito para que el contacto fuera más profundo.

La alarma volvió a chirriar en el mueblecito de noche y Charles se estiró para apagarla.
Sonrió y rió divertido al ver que su momento de pareja había sido interrumpidoy Erik fruncía en ceño.

Le besó rápidamente y se puso de pie.
-Quiero té y panqueques con una cantidad no sana de miel- apuntó con el dedo antes de desaparecer en el baño y cerrar la puerta.

Erik negó con una sonrisa en los labios y también se levantó.
El clima estaba realmente feo afuera, ya que, de frentón, se había desatado una tempestad.

No era fríolento, pero agradeció de todos modos cuando abrió la puerta hacia el pasillo y estaba temperado.

La habitación de Lorna estaba continuando por el pasillo, la cama estaba estirada. Faltaba el equipo de música y su equipo deportivo. La chica amaba los días helados, por lo que supuso que estaría trotando por la manzana.

En cambio, Grace, la menor de todos los hermanos, estaba enrollada en su edredón hasta la nariz y dormía profundamente. Las persianas estaban abajo, y su computadora estaba en el mueble de noche. Cerró la puerta suavemente para no despertarle.

Pasó por las habitaciones que habían sido hace un tiempo atrás de los mellizos y de David cuando eran unos adolescentes y vivían con ellos.
Algunas aún tenían pertenencias de los antiguos dueños, como el atrapa sueños rojo de Wanda, el escritorio de David y algunos juguetes viejos de Pietro dentro de una caja.

Bajó las escaleras hasta la cocina. Moría de hambre.
Comenzó a preparar la mezcla de los panqueques mientras oía como le sonaba el estómago.

***
Hola, hola :D
Irresponsablemente comencé con este fic, siendo que tengo como cuatro sin finalizar.
Lo sé, es la maldición de escritor de fanfics
¡Pero no pude resistirme!
Espero les guste como me gustó a mí la idea♡♡♡

Mr. SunshineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora