5.

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Un joven de cabello corto y cobrizo bufó y tiró sus cosas sobre la mesa vacía en un rincón.
Se dejó caer en el asiento como peso muerto y comenzó a rebuscar dentro de la mochila un sandwich de pollo y una manzana.
Dejó la comida afuera y reposó la cabeza en la mochila.

-¿Y esa cara?- dijo Azazel a Erik mientras estaban sentados en el comedor de la secundaria. Tomó la manzana y le dio un ansioso mordisco, su estómago estaba gruñendo hacía rato y la goma de mascar poco y nada ayudaba a remediar la situación. Además, no tenía dinero, ya que lo había cambiado por cigarrillos sueltos y revistas para adultos esa misma mañana.

-Pareciera como si hubieses ido a un funeral en vez de a una fiesta de cumpleaños de adolescente-, dijo. Erik alzó la cabeza hacia su amigo y le miró en silencio.
-¿Estuvo bueno?-, no obtuvo respuesta. Su amigo, que estaba sentado sobre la mesa, se acomodó en el banco al lado de Erik y se acercó en actitud misteriosa a su amigo. -Quiero saberlo todo-.

Erik suspiró. -Besé a Charles-.

Azazel por poco se ahoga con la mascada de manzana. Tosió un par de veces y se dio unos golpes con el puño en el pecho. 

-Supongo que es una broma, ¿no?-.

Erik negó y se apretó el puente de la nariz, le dolía un poco la cabeza. Se pasó el resto del fin de semana pensando en mil cosas, y aún debía pensar mil más, por lo que su cerebro estaba algo sobrecargado de información y pensamiento fugaces.
-Técnicamente, él fue quien me besó-.

Azazel expandió una sonrisita coqueta y le dio una palmada algo brusca en el hombro a su amigo.
-Bien ahí, galán,- le dijo, -¿y ahora qué pasa entre ustedes, eh?-.

Erik se encogió de hombros y por la puerta del amplio comedor donde había muchos adolescentes comiendo entró un grupito de siete personas. Jason, Charles y quienes amaban morder el polvo que Jason levantaba.

Ambos amigos se voltearon a ver, disimuladamente, al grupo de especiales que, probablemente, tenían más dinero en su casa que la mitad de la escuela junta.

Erik guió su atención a Charles, quien andaba con la mirada medio perdida. Se veía incómodo al tener un brazo de Jason rodeando sus hombros en actitud posesiva.
Él no lo amaba, le gustaba pasearse con Charles como si fuese un trofeo de primer lugar.

Las miradas de Erik y Charles se cruzaron en un momento cuando este levantó la vista del piso, y el menor hizo un gesto con la boca, una mezcla de sonrisa y una mueca de incomodidad que, acompañada de su mirada confundida, le hicieron creer que algo andaba mal.

-¿Por qué sigue con ese pelmazo si se besaron la otra noche?-, preguntó el moreno en un susurro alto  y el ceño medio arrugado. Apuntaba hacia unas mesas más atrás donde Jason, Charles y el grupito estaban sentados.

-No lo sé, quizás estaba demasiado borracho como para recordarlo-. Se encogió de hombros.
-Qué se yo, Azazel-, respondió Erik en un tono de restarle importancia.
Le dio un mordisco al emparedado y la charla acabó ahí, pero dentro de su cabeza, y como una película, estaban vividos los recuerdos de la otra noche.

La noche anterior a la fiesta no había dormido bien, y ello estaba reflejado en su ánimo. De hecho, y solo porque era algo relacionado a Charles, se estaba imponiendo la obligación de ir a la fiesta como si aquello fuera algún proyecto escolar con el que debiese cumplir para así poder seguir estudiando con la beca de la escuela. 

Rebuscó en el armario algo de ropa. Bajó las escaleras y se encontró con que su madre se estaba quitando los zapatos para entrar a casa. Tenía una expresión de profundo cansancio. 

-Hola, querido-. A pesar de estar mortalmente agotada, la mujer, que aún conservaba su belleza simple, sonrió a su hijo que se arreglaba el puño de la camisa que traía puesta. Erik, besó la mejilla de su madre con cariño. 

Mr. SunshineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora